Las joyas y los objetos que los apaches transformaron en terribles armas
/A comienzos del siglo veinte, justo cuando despuntaba el nuevo siglo, Francia vivía presa del pánico. La causa: un «ejército del crimen» surgido en los bajos fondos: «Tenemos en París una tribu de apaches para los que la parte alta del barrio de Ménilmontant son las montañas Rocosas —aseguró el periódico Le Matin—, pueblo seminómada de jóvenes sin familia, sin trabajo conocido, que constituye lo que en la prefectura de policía se conoce como el ejército del crimen».
Sus inicios habían trascendido las meras peleas entre grupos del hampa rivales, que se saldaban con numerosos heridos y algún muerto, e iban más allá. Pronto, la existencia de apaches —tal y como fueron llamados por la prensa aunque ellos jamás aceptaron ese calificativo— se convirtió en un problema de orden público para las autoridades. Odiaban a la policía, no dudando en ajusticiar a soplones y colaboradores, y protagonizaron batallas campales en el centro de París (la prensa, quizá exagerando su número, habló de treinta mil apaches).
Durante años, controlaron algunos barrios de París, donde extendieron su dominio y propagaron el terror. También dominaron la noche: crearon una «danza apache» y lucieron un aspecto inconfundible a medio camino entre el dandismo y el hampa, que más tarde se reflejó en numerosas películas, musicales y obras de teatro. Cada semana se publicaban noticias de robos, atracos y enfrentamientos con las fuerzas del orden gracias a su actitud escurridiza, hermetismo y su gran capacidad para responder al acoso policial.
Las fuerzas policiales se especializaron en la lucha cuerpo a cuerpo, pero su enemigo era tremendo. Los apaches, gracias a su ingenio, eran expertos en técnicas de peleas callejeras y exhibían una quincalla y joyería del horror. Transformaron anillos en objetos homicidas, añadiéndoles cuchillas, además de las que llevaban ocultas en los pliegues de las chaquetas o la clásica gorra. También adaptaron puños americanos hasta que adquirieron el aspecto de pavorosas armas, incluida la célebre zarín, una pistola, cuchillo y puño americano en una sola pieza creada en Bélgida años atrás pero que ellos popularizaron.
El zarin, la célebre pistola-navaja-puño americano popularizado por los apaches
Todo un catálogo de atrocidades, con un aspecto por otro lado sorprendentemente bello, inundó los barrios controlados por ellos. Ante esta amenaza, la policía tuvo que apuntar más alto y los agentes se jugaban la vida en cada incursión nocturna.
La llegada de la Primera Guerra Mundial los fue barriendo poco a poco. Pero pronto aparecieron unos nuevos apaches que la prensa calificó como los «últimos apaches»: la legendaria banda Bonnot y los bandidos anarquistas.