Las últimas palabras de Alan Moore a Robert Anton Wilson
/Robert Anton Wilson, el escritor y filósofo que tejió a su alrededor todo un universo propio que fascinó a miles de sus seguidores, falleció el 11 de enero de 2008.
Un par de meses más tarde, el 28 de Marzo, tuvo lugar en el Queen Elizabeth Hall de Londres un acto homenaje en el que participaron algunos de sus amigos y admiradores. Entre estos últimos estaba Alan Moore, que leyó esta hermosísima dedicatoria, un emocionante y sentido relato al estilo de RAW. Os adjuntamos la traducción, cortesía de Mark P. Steele y la web www.decondicionamiento.org:
No se encuentra en la naturaleza de la Magia (k) dejar marchar a nadie. Así que hagamos que el tiempo no sea lo que parece —algo sobre la Gesternheutemorgenswelt—, cosas que suceden todas a la vez, como sucede en los sueños.
Y en algún lugar es todavía 1932 —es Brooklyn—, polvo sepia... calles de la Depresión... neutrones destilados, Lovecraft todavía vivo; gordos policías irlandeses abandonando sus golpes y rompiendo en un espontáneo ballet con porras nocturnas, bailando sobre una plataforma como si lo hicieran a través del Dublín de Joyce, en un día eterno.
Se reúnen alrededor de la Cuna neoyorquina del orgullo y gozo de la Señora Wilson, para encontrarse con niños vendedores de periódicos, gánsteres; escarbando unos en las costillas de otros, todos con lágrimas y el rostro sonrojado, cantan «Danny Boy».
Las monjas de Flatbush, deslumbrantes pero nunca besadas, se alinean para abofetearle las muñecas con sus reglas, promocionando la cura de la Hermana Kinney para la Polio; y todo esto podría encontrarse en la imaginación de una ardilla, dando furiosas vueltas a un árbol; toda esta gente, momentos y eventos, podrían no ser más que pensamientos suspendidos simultáneamente dentro de la consciencia de esfera de nieve de Luna Wilson, soñando en el hielo...
Cuestionarlo todo. Ese sigue siendo tu mejor consejo.
Y en algún lugar, la voz de Orson Welles gotea escapándose de viejas radios; y sabe la Sombra si Arlen Reilly hizo el guión de aquellos programas, pero… de pronto es 1958. Han fijado una fecha para el matrimonio.
En un spray hecho de Giro a la Deriva Lisérgico graduable entre rosa y clementina, el químico Albert Hoffman se alzó sobre sí, montando a horcajadas su bicicleta de gelatina, mientras que Leary descendía de un estado alterado.
El reloj de la Bomba-H beatnik de aquella década hace tic-tac hasta los años sesenta, mientras se besan y sonríen y celebran, hasta que comienzan los hermosos problemas. Primero The Realist de Krassner. Después la rabiosa obscenidad del desvanecimiento pulsoide(?) de Hefner, portando sus corazones sobre las mangas estampadas, e insignias psicodélicas en sus corazones.
Poco después está informando sobre las tensiones que se arremolinan en torno a los ejércitos de la Democracia, en la Novena Convención de Chicago, en 1968. El humo de las granadas de gas lacrimógeno disparadas por la policía describe un arco parabólico, mientras William Burroughs y John Genet se toman el uno al otro del brazo y, con gran dignidad, con años de brillante experiencia tras ellos, con pañuelos mojados que llevan puestos como tejidos de miriñaque, abandonan el parque.
Allá con Bob Shea en el After Dark de Playboy, riendo entre dientes sobre cartas espeluznantes de John Birchers que detallan conspiraciones compiladas de las estanterías de la librería de Nesta Webster; nuestros héroes leen las mejores partes, todas, en voz alta… y entonces deciden fabricar una por sí mismos.
Mientras tanto, en cualquier otro lugar del mundo del ayer-hoy-mañana, estamos a mediados de los setenta. El Teorema del Campo Unificado de la Ansiedad Americana se convierte en un libro de texto, en una guía hacia una divertidísima Anarquía Oculta, una trilogía que lo puso todo junto y cambió la naturaleza de la paranoia: la transformaron, de una enfermedad a un juego revelador, antes de que Dan Brown y David Icke llegaran para hacerla enfermedad de nuevo.
La obra definitiva de un transgresor, llena de sexo, drogas, submarinos amarillos, bávaros, Marilyn Monroe, y la deslumbrante profundidad de una tienda de todo a cien.
«Dinos, John Dillinger: ¿cómo conseguiste escapar de esa celda cerrada?"».
«De la misma forma que escapas de cualquier prisión, demonios. Solo caminé a través de la pared dentro del fuego…».
Se escribe en 1971, se publica cuatro años después y, justo un año después, se presenta al completo en el escenario: el Teatro de Ciencia Ficción de Ken Campbell de Liverpool. Bill Drummond trabajando entre bastidores, que sintiéndose Justificado y Antiguo e inspirado, decide ponerse a hacer otras cosas…
Y mientras sucede todo esto, ha habido mensajes con cara de perro de Sirio, coincidencias orquestadas y transportadas por La Tripulación Que Nunca Descansa, nuevas formas de ver…
Y cuando la hija de 15 años de Bob y Arlen, Luna, muere tiroteada durante un atraco, él señala que su asesino era un joven nativo americano forzado a robar, una historia opresiva y brutal, se opone a la pena de muerte, y resiste y se sitúa como un ser humano extraordinario y ejemplar.
En otro distrito de la Gesternheutemorgenswelt, mientras es Domingo, 18 de Marzo de 2007, y vaya, aquí estamos,… para un último 23 skidoo, despejando el cable con una importante señal procedente del ala agnóstica de los Cielos. Robert Antón Wilson atravesó la pared y entró en el fuego, entró en la paridad simultánea de la eternidad, entró en la espléndida fanfarria eterna de una vida a la que de algún modo ha logrado sobrevivir, con 35 libros tejiendo su idea en su espectacular diversidad, tejiendo su luminiscente consciencia en el ADN intelectual de esta sociedad nuestra de tan lento y doloroso desarrollo, y bailando en algún lugar con su esposa, de regreso a cuando aún podía bailar, y ella estaba todavía viva.
Investigando pookas, viendo a «Harvey» en la luz catódica; allá es donde les encuentra otro Wilson, en un diccionario, descritos como: «Espíritus de conejo haciendo el travieso con la realidad», y Señor Wilson: ¿cómo se encuentra usted esta noche?
Le vi una vez en una visión psicodélica, con otros Magi en una habitación que se encontraba fuera del tiempo, brillando en blanco, un verdadero Illuminati, uno de la Tripulación que Nunca Descansa sino que trabaja sin darse un respiro para incluirnos a todos, a todos y cada uno de nosotros, dentro de su luz.
Oh, Señor Wilson, ¿cómo se encuentra usted esta noche?