Las mil guerras de Kira Roessler. Una entrevista con la legendaria bajista de Black Flag
/Kira Roessler es hoy un icono del punk y la herstory. A mediados de los ochenta grabó cinco discos con Black Flag, que hoy son clásicos del hardcore, y realizó extenuantes giras. Décadas más tarde, medio mundo volvió a leer su nombre cuando recibió un Oscar por su participación en Mad Max: Furia en la carretera. Agente Provocador tuvo el honor de entrevistarla
Kira Roessler (New Haven, Connecticut, 12 de junio de 1962) habla llena de pasión. Evita las ambigüedades. Es cauta, precisa y, sobre todo, transmite una enorme pasión por el conocimiento, la música y el arte. Es un icono del punk por su increíble trayectoria en los agresivos y poderosos Black Flag, la banda que llegó a la escena musical para ponerla patas arriba e inspiró a toda una generación de chicos y chicas que amaban el lado oscuro de la música y expresaban una urgente necesidad de supervivencia e identidad. Kira fue bajista de la banda durante dos intensos y decisivos años (1984-1986), justo en una época de transición musical hacia territorios en los que muy pocos se habían adentrado. My War (SST Records, 1984), el primer disco que grabó, sonaba oscuro y denso. La voz de Henry Rollins está más rasgada que nunca y las canciones se descomponen y se vuelven por momentos hipnóticas, ajenas a la estructura clásica del estilo, casi imposibles de seguir. Sobrevuela una sensación de tensión y violencia, de amenaza. My War continúa lo que empezaron con Damaged, el álbum debut de la banda, pero ahora hay más influencias, sobre todo en el terreno del metal: Victims Family, Minutemen, Black Sabbath. Los himnos no son tan reconocibles. Aunque están llamados a perdurar, hay que conquistarlos previamente.
«Para mí los shows fueron físicamente muy intensos. Entonces no era muy consciente de lo que pasaba en la audiencia»
Su aspecto parece frágil, pero es engañoso. En 1984, nada más embarcarse en Black Flag («Cumplí un sueño: tocar en mi banda favorita», confiesa), sustituyendo a Chuck Dukowski, comenzó una extenuante gira con nada más y nada menos que 178 actuaciones en directo. Los shows se prolongaban durante más de dos horas. Kira permanecía casi clavada al suelo, atenta a su bajo y siguiendo al exigente Greg Ginn, siempre rodeado de una posiblemente merecida fama de tirano. «Mi relación con los miembros de la banda era muy profesional», añade. El volumen altísimo, la imponente presencia de Henry Rollins en primera fila —una mole sudorosa que tomaba el micro como una piolet, marcando un territorio impreciso y sorteando a los fans que suben y saltan del escenario— y la falta de aire, convirtió aquella experiencia en algo catártico e inolvidable: «Para mí los shows fueron físicamente muy intensos —confiesa—. Entonces no era muy consciente de lo que pasaba en la audiencia. Parte del público prefería que no cambiáramos y pensaba que era mejor si tocábamos las canciones antiguas y no las canciones de My War y otras nuevas de otros discos. Siempre tocábamos canciones más antiguas junto a nuevas canciones, pero muchas veces en el grupo decidir cualquier cambio era muy difícil. Poníamos mucha energía en todo lo que hacíamos. Imagínate, nuestros shows solían durar dos horas».
Kira llegó a grabar cinco discos de estudio hasta que abandonó el grupo por causas que nunca se aclararon realmente. «Para mí fue una sorpresa cuando me dijeron que no querían que continuase con ellos», dice con tristeza, aunque no da, o no quiere dar, más datos acerca de las razones de la ruptura. Era el otoño de 1985 y acababan de terminar otra larga gira para presentar In my head (SST Records, 1985), su nuevo disco de estudio. Había viajado por Europa, en conciertos que hoy son legendarios y que cambiaron la vida de mucha gente, y firmado alguno de los discos más importantes de las últimas décadas.
ÉRASE UNA VEZ… LOS ÁNGELES
Su hermano, Paul Roessler, pertenecía a la primera generación de punks angelinos. Al frente de The Screamers, lideró la primera escena punk en Los Ángeles alrededor de 1976 junto a otras bandas como Weirdos, Germs o The Bags. Por entonces, no había muchos punks. Revistas como la legendaria Slash, la impulsora del punk en la costa oeste, para su primer número tuvo que ir a salir a buscar a los pocos punks de la zona, que se repartían entre galerías de arte outsider, destartalados garajes y algunos bares. Kira era aún una adolescente, pero la rompedora imagen de aquellas personas pioneras la marcó profundamente.
La ciudad y los primeros punks caminaban casi en la oscuridad, construyendo un estilo que aún no estaba del todo definido. Kira quería participar en el nuevo fenómeno: «Tenía 16 años cuando fui a mi primer concierto en Los Ángeles. Entonces yo era diferente, algo así, si puede decirse, como una “punk”. Tengo un hermano mayor [Paul Roessler] y con él iba a estos lugares. Ya no vivíamos con nuestros padres. Por entonces, había pocas personas interesadas en aquella música, el estilo de vestir, tener el pelo de esa manera y cosas por el estilo. A veces, durante un tiempo, un club programaba música de este estilo, pero luego cambiaba y volvía a no aceptar a las bandas punks», nos cuenta recordando aquellos primeros años. Otras chicas, como Alice Bags, fundaron la escena de la ciudad y se convirtieron en testigos de algo aún en construcción, inspirando a las más jóvenes: «En todo aquello había mujeres muy jóvenes que eran famosas simplemente por su estilo e imagen, y por esta razón salían en los fanzines. Por esa época, había muchas mujeres tocando en bandas. Ya tocaba el bajo antes de aquello, lo mismo que el piano, que lo tocaba desde los seis años, pero fue en bandas de punk donde pude expresar mejor como era y como me sentía. Mis bandas favoritas eran The Avengers, The Weirdos y The Screamers. Mi primera banda fue Waxx, donde tocaba junto a mi hermano y dos de sus amigos».
Gran parte de la escena musical de Los Ángeles, a finales de los setenta, provenía del mundo del arte más underground. Los mismos The Screamers o Weirdos, cercanos al ruidismo y el arte experimental, son un ejemplo de la influencia de las vanguardias artísticas, como dadá o fluxus, en aquellos primeros punks. Sin embargo, Kira se sentía ajena a todo aquello: «Para mí eso no era parte de mi mundo. A finales de los setenta estaba en la escuela secundaria, y después estudié matemáticas en la universidad. Mis estudios y la música me llevaban mucho tiempo, lo mismo que ir a clubs y cosas así. No era una persona que dibujase o le interesase el arte más allá de esa forma». Su motor era la música, algo que la acompañaba desde pequeña y lo sigue haciendo: «La música es algo que sí es parte de mi… No puedo explicarlo, simplemente lo es». Tras Black Flag, junto a Mike Watt, entonces su pareja y fundador de Minutemen, montó el proyecto Dos, formado por únicamente dos bajos, el suyo y el de Mike. Desde entonces, no ha parado de colaborar y formar bandas: «Necesito tocar mi bajo, incluso si es a solas en mi habitación. Si no lo hago, en unos días me siento mal. Ahora, por mi trabajo, creo que es diferente. A veces siento algo de creatividad, pero suelo trabajar con palabras e ideas, no con música… Tiene más que ver con lo que el director o la directora quieren, y no con mi opinión o mis ideas. Debo tener en cuenta lo que me están pidiendo por encima de lo que yo pueda sentir».
Gran bajista, curiosa, activa e inagotable, Kira ha pasado a la historia como la bajista de una banda en su momento de mayor intensidad y violencia musical, la pieza fundamental en algo como My War, un disco que es casi un manifiesto. Ante lo que podría parecer una masculinización de la música, ella lo matiza. Para Kira, sin embargo, aquello era natural y nada forzado: «Siempre había mujeres en los shows, desde antes que yo entrase en Black Flag. Sí, por supuesto, pensaba que teníamos un espacio. Muchas mujeres formaban parte de bandas en Los Ángeles. Es verdad que las cosas era que todo se estaba volviendo más y más violentas, pero la razón es que cada vez había más gente que consideraba que eso era lo que representaba el punk».
Como símbolo de la herstory, del punk y la valentía musical de las mujeres en un mundo donde las hegemonías (masculinas) resultan a veces tiránicas e injustas, le preguntamos por el movimiento Me too que denuncia los casos de violencia y abusos sexuales en el mundo del espectáculo, y por las Women march: «Creo que los problemas respecto a la manera en que los hombres a veces tratan a las mujeres existen en toda la sociedad, no solamente en el mundo del espectáculo. Desde pequeña, las niñas tuvieron experiencias que venían a decirles que no eran iguales a los niños, que intentan convencerlas de que no son poderosas… De este modo, luego, carecemos de la fuerza necesaria para protestar y resistir, o simplemente para saber cuándo la situación es peligrosa. Las Women march parecen combinar las dos cosas, es decir, una situación de desigualdad y violencia y una situación política que todo indica que empeorará. Al ser protestas que comienzan a ser masivas, se siente más poder y eso es bueno. Sin embargo, cada vez que se ha convocado una protesta tenía que estar trabajando y no he podido acudir. De todos modos, prefiero los movimientos menos masivos. Los grandes grupos de personas son difíciles de manejar y, con frecuencia, no me interesan mucho. Cuando no trabajo, prefiero estar en casa en compañía de mis perros, la verdad. Pero con ello no estoy diciendo que estos movimientos y quienes están detrás no me generen un gran respeto».
KIRA ROESSLER Y LA FURIA
«Yo no decidí dejar la banda, fueron otros quienes tomaron esa decisión. Una banda es como tener tres esposos o algo así. Es muy difícil sostenerla por muchos años»
Pero ahora queremos regresar un momento sobre nuestros pasos, que nos ayude a comprender. Black Flag cuenta con una de sus mejores y más eficaces formaciones. Publica discos que son ya clásicos. Por vez primera visitan Europa, que se rinde ante su fuerza y brillantez. Kira es impecable. Resiste, comparte, es una más en la banda. Entonces, ¿qué sucedió?: «Yo no decidí dejar la banda, fueron otros quienes tomaron esa decisión. Una banda es como tener tres esposos o algo así. Es muy difícil sostenerla por muchos años. Personalmente, admiro mucho a quienes logran hacerlo y resisten el paso del tiempo en la misma banda». Y luego, inevitablemente, el silencio. Tras dejar la banda continúa sus estudios en la universidad de California, que termina en 1986. Muchos fans la siguieron. Buscaron sus discos, sus extrañas colaboraciones y algunos le perdieron la pista. Entonces, décadas más tarde sucedió algo insólito: en febrero de 2016, durante la gala de los Oscars, retransmitida en medio mundo, junto a los nombres de Ennio Morricone o Sam Smith, que reciben premios como compositores de bandas sonoras, aparece el suyo: Mrs. Kira Roessler, que recibe un Oscar por su trabajo como editora de diálogos e ingeniera de sonido de Mad Max: Furia en la carretera, una película que narra un escenario casi apocalíptico, glacial y salvaje (aprovechamos para preguntarle su opinión sobre una película que nos encanta y que además cuenta con una impresionante banda sonora, There Will Be Blood, que vimos justo la noche anterior de hablar con ella: «Sí, la he visto. ¡Es una muy buena película! Fue hace mucho tiempo, pero no recuerdo la banda sonora ahora mismo», confiesa). Su nombre y su relación con los míticos Black Flag aparecieron en buena parte de la prensa musical. Muchos no sabían de su trayectoria como ingeniera de sonido.
Ella, a pesar del premio y el reconocimiento de la industria del cine, reacciona con modestia: «No recibí un Oscar por mí misma, sino que formaba parte de un grupo de personas que hicimos el sonido para Fury Road. Se premió al equipo», añade. Nos cuesta imaginar su día a día, pero ella nos saca de dudas: «Siempre hice música, pero hubo un momento en que tuve que juntarme con más gente para ganarme la vida. Primero trabajé con ordenadores hasta que encontré alguien que trabajaba con el sonido en películas, y le pregunté si podíamos hacer algo juntos, formar parte de su equipo. Y sucedió. Es lo que sigo haciendo ahora. Mi trabajo me gusta porque es creativo y porque los proyectos en los que trabajo terminan y puedo dedicarme a otro. Con suerte, tengo tiempo antes del próximo proyecto y puedo dedicarme a otras cosas. Con cada nuevo proyecto trabajo con nuevas personas y surgen nuevas oportunidades. Pero hay que dedicarle muchas horas».
Bromeamos sobre la cultura española, de la que es una apasionada seguidora, y de su relación con lo hispano, algo que comenzó hace muchos años durante un viaje a las islas Galápagos en el cual visitó Quito y Ecuador. Kira, casi como si fuese un nuevo renacimiento, soñó con instalarse allí y comenzó a aprender español, pero lograr residir legalmente era muy complicado: «Tenía que tener un diploma de biología o zoología para trabajar en las islas al no ser de Ecuador. Me gustaba su cultura, escuchaba la radio, veía programas de noticias, hacía todo lo que podía por aprender lo mejor posible».
Hemos de ir terminando. A veces, en la radio de su coche, tararea canciones de artistas hispanos. Se le da bien. Y le preguntamos por España, y hasta le prometemos ser sus amables guías si nos visita: «Me gustaría mucho visitar España, o otras partes de Sudamérica. He visitado México algunas veces y, lógicamente, en Los Ángeles suelo encontrar más de la cultura de América Central». Claro, como The Bags, pensamos, los primeros punks chicanos, como aquella ciudad en aquellos años, como el indisoluble vínculo entre «la raza» y la rabia. Como la tierra, los vínculos de la tribu, como My War. Como si aquel fuese el pacto secreto entre generaciones.