Los misteriosos caramelos envenenados que provocaron incendios


En vísperas de la Guerra Civil, un bulo que alertaba de unos caramelos envenenados que supuestamente la derecha había repartido en los barrios obreros provocó incendios de iglesias y ataques a conventos

En mayo de 1936, mientras en Madrid se vivía una enorme escalada de violencia entre fascistas y antifascistas, corrió el increíble rumor de que una extraña mujer había entregado caramelos envenenados a varios niños, que habían estado a punto de fallecer tras tomarlos. Aunque fue aireado por varios periodistas, cuando estos extraños acontecimientos comenzaron a causar gran pánico en la población, algunos periódicos intentaron desmentir la noticia: «Según nos informan en las Casas de Socorro y en las Clínicas de Urgencia, ni en el día de ayer ni en los anteriores ha sido asistido ningún niño por envenenamiento», escribió uno de ellos. Sin embargo, al intentar negar que hubiera niños envenenados se daba crédito al misterioso hecho. Varios conventos fueron incendiados y varias monjas linchadas. Se acusaba a las mujeres de Acción Católica, organización ultracatólica y fascista, de repartir caramelos envenenados entre los niños de los obreros para acabar así con «la simiente marxista».

Portada de Mundo Gráfico, en mayo de 1936, dedicada a la matanza de frailes en Madrid

Portada de Mundo Gráfico, en mayo de 1936, dedicada a la matanza de frailes en Madrid

La reacción popular fue muy violenta, sobre todo en la calle de Bravo Murillo y Cuatro Caminos, de gran adscripción proletaria y militante. Los vecinos se dividieron en caramelistas y anticaramelistas, resucitándose la matanza de frailes de un siglo atrás, cuando se les acusó de envenenar las aguas (semanas antes del bulo, el periódico Mundo Gráfico había publicado un reportaje recordando la antigua matanza, lo que quizás contribuyó a reforzar en el imaginario colectivo la «posibilidad» de que sucediera algo semejante ante el odio desatado). El bulo de los caramelos envenenados terminó con varios linchamientos e incendios: iglesia de Cuatro Caminos, Instituto Salesiano, la capilla-colegio del Ave María, las escuelas del Pilar de la misma barriada, la iglesia de La Victoria en la calle Garibaldi y la del barrio de Almenara.

Incendio de la iglesia de Los Ángeles, mayo de 1936

Incendio de la iglesia de Los Ángeles, mayo de 1936

El relato más o menos completo de los hechos apareció en La Acción Española en su número de mayo de ese año, que reprodujo la intervención del diputado monárquico conde de Gamazo en la sesión de Cortes del 6 de mayo:

«El lunes, 4 de mayo, en la barriada de los Cuatro Caminos y adya­centes de Madrid, la perfidia de unos desalmados, de los que campan por sus respetos, cuando no con autoridad, hizo correr la especie de que elementos de derecha, especialmente señoras, habían repartido cutre los niños caramelos envenenados. A los cien años justos de la patraña infame de las aguas envenenadas por los frailes, la revolución —una y la misma— ingeniaba cita nueva infamia para provocar las reacciones que son de suponer. No se hicieron esperar semejantes reacciones de la turba propicia a la credulidad... y al crimen. Y para salvaguardar, contra las consabidas causas ajenas a nuestra voluntad, relato de algo de lo ocurrido en aquel día en Madrid, reproducirnos del Diario de Sesiones, a continuación, como oportunamente hizo la prensa diaria, la intervención parlamentaria del diputado monárquico señor conde de Gamazo en la sesión de Cortes del 6 de mayo.

«Los grupos detienen los coches particulares y les obligan a entregar la ga­solina. Ya podéis suponer con qué finalidad»

«Decía yo ayer, y repetía el Sr. Calvo Sotelo, que España vive en la anarquía y en desorden, y que estamos en plena barbarie, y yo quiero, señores diputados, relataros los hechos ocurridos en Madrid en un solo día, en un día nada anormal, en un día vulgar, corriente, por la pasión desencadenada de las multitudes, a las cuales no podemos atribuirles la causa fundamental de sus errores, porque es evidente que no todas las personas tienen la cultura y la mesura debida; pero es preciso que la autoridad, desde su puesto, mantenga con su prestigio la normalidad de función de la vida de un Estado.

Intento de asalto en el Convento de Franciscanos, a primera hora de la tarde del día 4; incendio del Colegio de niños de San Vicente de Paúl, en la calle de la Santísima Trinidad, número 1; después de las tres y me­dia, incendio en la iglesia de San Sebastián; en la iglesia de Raimundo Lulio prendieron la puerta en la esquina de la calle de Juan de Austria,

Los encargados de los surtidores de gasolina, en las proximidades de los Cuatro Caminos, piden auxilio a la Dirección General de Seguridad, porque las turbas arrebatan, por la violencia, la gasolina de sus aparatos.

En la plaza de Chamberí, esquina a la calle de Santa Engracia, los grupos detienen los coches particulares y les obligan a entregar la ga­solina. Ya podéis suponer con qué finalidad el arrebato de la gasolina,

Mundo Gráfico, los frailes «envenenadores» y los caramelos (mayo de 1936)

Mundo Gráfico, los frailes «envenenadores» y los caramelos (mayo de 1936)

En la iglesia de las Comendadoras de la plaza de Chamberí, incendio de las puertas, que apagan los bomberos. A esos bomberos se les reclama en seguida para apagar, en la calle de Galileo, un incendio cuya causa se ignora.

Barriada de Tetuán. Incendio de la iglesia situada en la calle de Garibaldi y de una casa propiedad de D. Miguel Más.

En el barrio de Almenara, la iglesia y la casa del cura, quemadas, A las dos y media arde el colegio de Nuestra Señora del Pilar, anejo a la iglesia de los Ángeles. Las pobres monjas se descuelgan con unas sába­nas por los balcones. Una señora francesa, apaleada en la calle de Pinos Altos: conmoción cerebral y visceral. A estas horas me dicen que esta po­bre señora ha muerto El señor ministro de Estado sabrá de esto, parque yo hablo aquí en nombre de los españoles; las reclamaciones diplomáticas yo no tengo que recogerlas.

El Ministro de la Gobernación: ¿El nombre de la señora?

La señora doña Fernanda Brunet, cuarenta y ocho años, calle de Joa­quín Costa, 23.

Además, no quería hablar de un matrimonio, el señor Eugénio Olivier y su mujer (porque no tengo completa seguridad), que en el Metro de Tetuán de las Victorias fueron apaleados a los gritos de «¡Abajo los envenenadores!». Hace años, señores, también se hablaba en Madrid de que se habían envenenado las aguas, pero hace de esto cien años. Yo no quiero decir, no quiero pensar sí es que la Historia de España ha retroce­dido cien años y que la cultura del pueblo español está donde estaba cien años atrás, porque de eso no somos nosotros los responsables.

Un guardia civil recibe un tiro en la mano, prestando servicio en la carretera, en el lugar de Puerta Bonita. Suenan unos disparos y un hom­bre que estaba prestando servicio, cumpliendo con su deber, resulta herido, sin que se sepa de qué.

La tragedia de doña Rafaela Armada de Sanchas es conocida de mu­chos de nosotros. Una señora que va a recoger a una hija carmelita en el convento de la calle de Ponzoño; abre una persona —un hombre o una mujer— su saco de mano, encuentra en él unas señas del convento y no sé si una pequeña cantidad, y eso es motivo para que las gentes arremetan contra ella para que digan que es una envenenadora, la saquen a la calle, la arrastran, la rompan una mano y tenga treinta heridas en la cabeza y un ojo medio perdido; la recoge una ambulancia de la Cruz Roja, que pasa, por casualidad, por el lugar, y lo llevan al Equipo Qui­rúrgico del Dr. Segovia, en la calle de La Flor».