La España del baile salvaje
/En los años treinta se desató la fiebre de los maratones de baile. Danzad, Danzad malditos se hizo realidad en Madrid o Barcelona, pero la policía intervino.
Las reglas ya las sabemos: el triunfo se lo llevaba la última pareja que siguiese en pie, exhausta y al borde del colapso, en medio de un ambiente fantasmal. Los otros competidores, tras tirar la toalla o desplomarse, los contemplaban con desidia desde unas gradas generalmente poco frecuentadas. El show, tras las primeras decenas de horas, era cansino y, a veces, lamentable. El primer día, el público asistía, pero luego la asistencia menguaba. Los rostros de los bailarines daban lástima. Podían descansar solamente durante quince minutos cada hora y la alimentación era escasa. Los triunfadores no podían casi hablar, absortos en un cansancio descomunal.
Los maratones de baile, tras ponerse de moda en Estados Unidos, vivieron una efímera moda en España, después de que una década antes se presentasen como concursos de «resistencia» al baile y, posiblemente, los más célebres tuvieran lugar en el teatro Olympia de Barcelona, entre 1931 y 1934, bajo el nombre de Marathon Dance Sprint, así como en 1932 en el Price de Madrid.
En Barcelona, el precio por participar era de dos pesetas y fueron organizados por el promotor Cavalieri Mucci. Fue allí donde en 1931, como era de prever, el público español apoyó con gritos y palmas a la pareja española, liderada por los hermanos Muñoz, que quedó a solas en la pista junto a profesionales de este tipo de shows de toda Europa. España, sin embargo, fue derrotada.
En Madrid también se organizaron maratones de baile presentados como campeonatos de resistencia. Se celebraron en el Price y, a diferencia de Barcelona, contaron con el respaldo de la prensa y de público, quizás porque iban acompañados por actuaciones musicales en vivo. Sucedió en enero de 1932 y ese mismo año, en diciembre, como espectáculo de Nochebuena. La diferencia, con respecto al espectáculo celebrado en Barcelona, fue que los medios de comunicación lo vieron con simpatía. En términos generales fue descrito como una algarabía alegre, aunque posiblemente el periodista acudiese al Price en los momentos iniciales y no presenció los penosos momentos finales.
En enero de 1932, la revista Crónica describió el ambiente: «En el momento en que nuestro gran humorista Bellón toma estos apuntes del natural, las parejas “supervivientes” llevan más de trescientas horas de baile continuo, sin más descanso que el reglamentario: quince minutos por hora, plazo que los bailarines aprovechan para dormir y hacerse dar masaje, y para tomar un leve refrigerio cada cuatro horas... Las parejas que sucumben van siendo recogidas casi como Bellón lo indica: “en una espuerta...”. Las que aun luchan siguen en la pista, con la esperanza de llegar a la “hora mil” y de ganar los premios... Y el público entra y sale, y, según parece, se divierte mucho con este espectáculo».
El Price presenta un lleno casi absoluto. La emoción aumenta, las parejas se van quedando solas: «Mucho público. Atmósfera enrarecida por el humo de los cigarrillos. Polícromas banderitas internacionales. Luces. Aplausos. Bataneo chirriante de las gramolas en los intermedios de la orquesta», afirma. La orquesta era generalmente acompañada por algunas actuaciones de flamenco.
Pero la campaña contra estos concursos fue en aumento. Mundo Gráfico, en su edición del 21 de marzo de 1934, publicó un reportaje en el que hablaba del evento barcelonés como «espectáculo repugnante»: «Una autorización excepcional, que no dejaba de tener sus motivos, ha hecho posible que sobre la pista del Olympia se reprodujera un lamentable espectáculo, recusado en anterior ocasión por el público por repugnante, por depresivo para la personalidad humana: un campeonato de baile de resistencia. Pero el escándalo con que ha terminado la nueva prueba permite asegurar que en adelante ya no habrá excusa para justificar la repetición».
Al parecer, la tensión se respiraba en los instantes previos, momento en que las parejas debían comer y prepararse para la dura prueba que vendría a continuación: «Los bailarines comenzaron a desconfiar de los organizadores de la prueba. La alimentación parece que no se ajustaba a lo ofrecido. Hubo protestas. Amenaza de plante. Palabras gruesas. Golpes. Fue el primer síntoma de descomposición. Se arregló el asunto». Mucci fue detenido por organizar un espectáculo que las autoridades calificaron de «cruel». La guardia de asalto se apostó frente al teatro Olympia una vez que el show se canceló. Se militarizó el baile. Las fuerzas de orden lo clausuraron temporalmente.
Cuando esto sucedió, las parejas que quedaban llevaban bailando ininterrumpidamente 509 horas.