Música espacial y afrofuturismo: el legado eterno de Sun Ra
/«El futuro es oscuro, que es lo mejor que puede ser, en mi opinión»
Virginia Woolf
«El futuro está siempre aquí, en el pasado»
Amiri Baraka
Julio de 2014. Plaza de la Trinidad. Festival de Jazz de Donostia. La Sun Ra Centennial Dream Arkestra, dirigida por un ya nonagenario Marshall Allen, se lo pasa en grande sobre el escenario y fuera de él, mientras pasean y bailan entre el público soplando saxos y trompetas en nuestras caras con aire burlón y festivo. Si uno se deja llevar, la tradición carnavalesca y colorista de New Orleans se transforma en motor de un viaje interestelar hacia nuevas galaxias. Pero no todo el mundo parece disfrutar de la celebración, varias personas abandonan indignadísimas el recinto al grito de «Esto ni es música ni es nada. ¡Menuda tomadura de pelo!».
El caso es que yo había llegado hasta allí atraído por un universo musical que, en el fondo, me superaba por todas partes. Generalmente, uno se acerca a Sun Ra a través del jazz, mencionado por un músico al que admira probablemente, y desde esa perspectiva se adentra en su obra, inocente, entusiasta y desprevenido. Busca, prueba y encuentra cientos de grabaciones, disfruta siempre, pero se enfrenta a saltos temporales y estilísticos constantes y caóticos. Todo ello aderezado con una estética abigarrada, barroca y casi circense, que remite a partes iguales al antiguo Egipto como a la carrera espacial. Una cosmología que nos resulta tan inabarcable, tan ajena e incomprensible, que acabamos catalogándola de «excéntrica», divertida o curiosa. Convencidos, en el fondo, de que jamás podrán enseñarnos realmente nada «serio».
«Sun Ra es un ideólogo, filósofo, músico y artista que trasciende el jazz y que desde una firme y comprometida defensa de su identidad afroamericana propone una verdadera revolución basada en la posibilidad de soñar»
Si nos empeñamos en mantener nuestras estructuras mentales tradicionales, veremos a Sun Ra como un músico de jazz peculiar, interesante e incluso valioso, pero seguiremos sin entender nada. Es necesario ir más allá. Sun Ra es un ideólogo, filósofo, músico y artista que trasciende el jazz y que desde una firme y comprometida defensa de su identidad afroamericana propone una verdadera revolución basada en la posibilidad de soñar; soñar un pasado rico y oculto y soñar un futuro mejor para hacerlo realidad. Es hora de hablar de Afrofuturismo. Es hora de que suene la Arkestra y su música del espacio.
EL GRITO LIBERADOR
Tomemos impulso para el viaje. La música del espacio proviene del jazz, pero debe acabar con él para despojarse de su cuerpo y liberar su espíritu a una nueva dimensión. Esa es la clave que apunta el incendiario film The Cry Of Jazz (Ed Bland, 1959). Pieza vital en este artículo e inicio de nuestro periplo estelar…
Rescatado del olvido en 2010 gracias al creciente interés por Sun Ra para su inclusión en el National Film Registry Of The Library of Congress, The Cry Of Jazz es un fascinante análisis crítico de 34 minutos de la historia, presente y futuro del jazz, acompañado por la música de la Arkestra, con una puesta en escena cruda y ágil que recuerda mucho a Shadows de John Cassevetes.
Admito que visto hoy, el film resulta un tanto naive, y su radical visión puede pecar de simplista. Pero la interpretación que hace de la historia, la forma, el contenido y el significado del jazz en relación al papel de la comunidad afroamericana en la sociedad estadounidense es realmente sobrecogedora e impresionantemente vigente.
El jazz es la expresión del grito triunfal del espíritu «negro» (respeto literalmente el término usado en el film y otros textos comentados en el artículo) al sortear todos los peligros y amenazas que acechan su vida. Pero es resultado de una profunda contradicción, entre la libertad y la contención. La contención se manifiesta en la propia manera de funcionar del jazz (a finales de los años 50). El chorus, o línea melódica principal, se repite regularmente, sin llegar a ningún sitio. Ese bucle eterno e inamovible es el reflejo de la falta de progreso y de la imposibilidad de un futuro diferente para el negro. Por otro lado, los cambios constantes introducidos por la sección rítmica respetan unos patrones armónicos y nunca se salen de ahí, por lo que también están condenados a repetirse eternamente. En definitiva, ambos aspectos son restrictivos para el jazz y reflejan la humillación diaria que sufre el negro americano. El sueño futurista americano le es negado y se ve condenado a vivir el momento presente de forma intensa para poder sobreponerse a su falta de esperanzas. Ese disfrute del presente se expresa a través de la improvisación. El solista de jazz se enfrenta a cada cambio e introduce variantes improvisadas de la melodía principal como respuesta, exactamente de la misma manera que lo hace el negro cada día para superar las trabas que la sociedad le impone. Pero nunca puede ver ni imaginar más allá de ese próximo cambio.
Conclusión: la forma bella y elegante del jazz es simplemente un modo «amable» de esclavitud y debe ser superada. El jazz debe morir para que su espíritu sobreviva. El jazz como se ha conocido hasta entonces es solo un anuncio de algo mucho más grande que está por venir. El espíritu del jazz cambiará la música «seria e importante» del mundo, pero no usará las viejas formas para ello. Ahí cobra todo su significado, a modo de banda sonora, la música espacial de la Sun Ra Arkestra.
CIENCIA NEGRA
En un abrir y cerrar de ojos saltamos al presente. Rasheedah Phillips imparte una fascinante conferencia bajo el título «Creación de espacio/tiempo comunitario. Activación de cápsulas cuánticas de tiempo» en la que expone el modo en el que los hallazgos recientes en torno al comportamiento de las partículas elementales (la dualidad onda/partícula de la luz, el principio de indeterminación, el concepto de retrocausalidad…) permiten un entendimiento de la relación espacio/tiempo y pasado/presente/futuro completamente opuesta a la tradicional visión lineal e inexorable de la ciencia occidental y pueden además ser aplicados en nuestra actividad diaria, para ser dueños y construir nuestro presente y nuestro futuro desde su íntima ligazón con el pasado. Lo llama Black Quantum Futurism, filosofía teórica y práctica + colectivo artístico y literario creado en 2014 por Camae Dennis Ayewa (aka Moor Mother) y Rasheedah para «explorar las intersecciones entre la imaginación, el futurismo, literatura, arte, creación multimedia, estética DIY y activismo en las comunidades marginadas». Profusamente desplegada en fanzines, libros, blogs, charlas y espectáculos audiovisuales protagonizados por los recitados poéticos de Rasheedah y los paisajes sonoros electrónicos creados por Moor Mother (autora por su parte de varios discos extraordinarios, en forma de collage sonoro), el BQF es una visión que deriva de la física cuántica y de las tradiciones culturales africanas en torno a la consciencia, el espacio y el tiempo, para hallar y demostrar sorprendentes similitudes y conexiones entre ambas.
En nuestra concepción lineal del tiempo, profundamente integrada en nuestro lenguaje y comportamiento diarios, el pasado es inamovible y el futuro inaccesible hasta que llega a nuestro presente. El devenir del tiempo avanza siempre hacia delante de manera inevitable, y no nos está permitido alterarlo. Pero a nivel atómico y molecular, la materia puede actuar como onda o como partícula en función del observador y atendiendo a criterios de incertidumbre que no necesariamente respetan el orden causa/efecto «lógico». Es posible que una partícula emita una onda que viaje hacia atrás en el tiempo e interaccione con esa misma partícula/onda en un estado pasado. El estado presente de la partícula depende así tanto de las mediciones futuras como de las pasadas.
Quedémonos con este fascinante diálogo entre pasado, presente y futuro y visualicemos sus posibilidades a un nivel macro, al nivel de nuestros cuerpos y nuestras acciones. Comprenderemos entonces que la ancestral noción circular del tiempo en África, reproduce y predice en muchos sentidos el modelo cuántico. El tiempo en la consciencia africana es un compendio de eventos y experiencias (capsulas espacio/tiempo) a modo de magma que fluye del futuro hacia nosotros y es luego engullido por el pasado para volver a realimentar al futuro, y puede por tanto ser creado, almacenado y recuperado. Este intercambio entre cápsulas nos permite crear nuestro futuro, atendiendo al mismo tiempo a las comunicaciones del pasado.
Hace pocos meses descubrí A Pure Solar World. Sun Ra And The Birth Of Afrofuturism (University Of Texas Press, 2016), fabuloso ensayo en torno a la obra de nuestro héroe escrito por Paul Youngquist, y todas las piezas y capsulas empezaron a encajar y hablar entre ellas. El revelador texto de Youngquist abrió mis ojos y liberó por fin mi mente para comprender el enlace de aquel pasado de furia renovadora del free jazz con este presente en el que los discos de Chino Amobi, Mhysa, Matana Roberts y tantos otros artistas negros me parecen los más excitantes, los que hablan de una manera más rica y «real» del presente y ofrecen una visión más deseable del futuro. Afrofuturismo, un cosmos oscuro e infinito en el que todo es posible.
En manos de creadoras y activistas visionarias como Rasheedah, esta visión se convierte en una poderosa herramienta. Su proyecto Community Futures Lab impulsa la reconstrucción física y social de barrios marginales, víctimas de la voracidad fagocitadora de la dichosa, «inexorable» y muy lineal gentrificación. Entre ellos el barrio de Filadelfia en el que Sun Ra residió junto a su Arkestra desde 1969 hasta su muerte en 1993. Convertidos en ondas, viajemos a ese pasado…
VACÍO ESPACIAL
Noviembre de 1974. Se estrena Space is The Place, film dirigido por John Coney y protagonizado por Sun Ra, quien además escribió sus propias líneas de diálogo. Un delicioso delirio de sci-fi Serie B, mezcla imposible de Bergman, Kubrick, Jodorowsky y John Waters con aire de blaxploitation, divertido y al mismo tiempo endiabladamente complejo e inspirador, que relata el aterrizaje desde el espacio exterior de Sun Ra y su Arkestra para traernos su mensaje e invitarnos a unirnos a su revolución. El film es, en esencia, una condensación de su vida y obra. Un legado musical, literario y filosófico inmenso del que aprender eternamente.
La vida; la de Herman Poole Blount, aka Le Sony’r Ra, aka Sun Ra, que vino a este mundo el 22 de mayo de 1914 en Alabama y lo dejó el 30 de mayo de 1993 en Filadelfia. La obra es inabarcable e incomprensible si nos empeñamos en perspectivas lineales y exhaustivas. Recurramos pues al Black Quantum. Las cápsulas espacio/tiempo del propio film, de la vida de Sun Ra y de las nuestras se comportan como partículas cuánticamente entrelazadas. Son un único sistema y las acciones sobre unas tienen consecuencias en el estado de las otras, independientemente de la distancia espacio/tiempo que exista entre ellas.
«No soy real, y vosotros tampoco lo sois. Si lo fuerais no estaríais pidiendo igualdad de derechos y tendríais algún estatus entre las naciones del mundo. Somos mitos. Soy una presencia enviada a vosotros por uno de vuestros antepasados y voy a estar aquí hasta que elija a algunos de vosotros para llevaros conmigo»
En el film, Sun Ra se presenta en un local de activistas por los derechos civiles. «¿Cómo sabemos que eres real?», preguntan incrédulos. «No soy real, y vosotros tampoco lo sois. Si lo fuerais no estaríais pidiendo igualdad de derechos y tendríais algún estatus entre las naciones del mundo. Somos mitos. Soy una presencia enviada a vosotros por uno de vuestros antepasados y voy a estar aquí hasta que elija a algunos de vosotros para llevaros conmigo». Mirar al pasado más ancestral y fijar ese mito propio de la Nación Negra es primordial para Sun Ra. Y se entrelaza en esta secuencia fílmica con sus propios años de activismo en el gueto de South Chicago. Allí formó parte de la sociedad secreta Thmei Research, escribía octavillas y ofrecía charlas en plena calle. En estos fascinantes textos, recogidos en The Wisdom of Sun Ra: Sun Ra’s Polemical Broadsheets and Streetcorner Leaflets (Corbett, 2006), Sun Ra muestra una visión y una lectura radical de la Biblia, a menudo comparada con la de William Blake, identificando en ella el andamiaje que soporta toda la organización social de Occidente. Es la Iglesia y no el Estado quien gobierna realmente la vida del negro y lo neutraliza, al poner este todas sus esperanzas en las palabras de su pastor. Esto incluye a la Iglesia cristiana y a la Nación del Islam, puesto que ambas ofrecen la resignación a la muerte como único método de salvación, empujando al «negro» a aceptar su destino en la tierra eternamente (recordemos The Cry Of Jazz). Thmei y Sun Ra desafían a sus propios líderes espirituales y políticos (Luther King, Elijah Muhammad…) para dar nuevas alternativas al pueblo negro.
«Debemos conquistar a la muerte... y el primer paso debe ser que nuestra vida sea REAL». La ignorancia es la verdadera condena del negro. Es preciso superarla e ir hacia lo que Sun Ra describiría más tarde como «negrura exterior», enlazándola con su visión cósmica. «¿Cómo dejar de ser Negro? Imaginando un futuro y viviendo la vida aquí y ahora para construirlo y CREAR. Crear belleza para combatir a la Muerte». He aquí el germen del afrofuturismo: el mito negro que ofrece Sun Ra, envuelto en ropajes e iconografía del antiguo Egipto, una cultura ancestral negra y africana, que precede a la visión judeocristiana y a las culturas grecorromanas que gobiernan las sociedades blancas y occidentales.
Hay que volver al cero para empezar de nuevo, y ese cero, oscuro y absoluto, está en el espacio exterior. Hacia allí dirigía su mirada un Sun Ra en su niñez y juventud en Chicago, viendo y leyendo ávidamente películas y libros de ciencias, de historia y, sobre todo, sci-fi. Para maravillarse, aprender y también criticar duramente esa visión atolondrada que culmina en Man in Space (1955), emitido desde el Parque de Atracciones de Tomorrowland. Perfecta escenificación de un futuro amable, lleno de hermosos inventos tecnológicos, que oculta hábilmente su propia imposibilidad y el hecho de estar esponsorizado y ajustado por la América de las grandes corporaciones. Un futuro totalmente sumiso a su imperio.
NUEVOS MUNDOS
Pero algunas películas también imaginaron futuros menos halagüeños como consecuencia de la carrera tecnológica desbocada. Entre ellas The Day The Earth Stood Still (Julian Blaustein, 1951), en la que el alien Klaatu, amenazado por los avances tecnológicos de la Tierra, llega en son paz para evitar una catástrofe interplanetaria. Necesita de la respuesta de todo el planeta, más allá de los líderes nacionales, y eso supera el rígido esquema de la Guerra Fría por lo que se ve forzado a abandonarnos sin obtenerla. Su visión y su lenguaje impactaron profundamente a Sun Ra, al tiempo que alimentó toda una corriente de literatura pulp y de creadores como Phillp K. Dick, J. G. Ballard o el propio W. S. Burroughs, enfrentados a la creciente tecnocracia de la sociedad y en cuyas manos la sci-fi se convierte en un modo de resistencia y crítica social. Una ciencia ficción que habla de otros mundos, más allá de la falsedad de Tomorrowland y de la prisión del gueto de Chicago. Mundos imaginados y dibujados por la música y los textos de Sun Ra.
En este punto, las bellísimas imágenes en negativo del film The Magic Sun, dirigido por Phill Niblock en 1968, vienen a mi mente y cobran todo su significado. Sobre un fondo negro absoluto, se superponen primerísimos planos, blancos, confusos e hipnóticos de la Arkestra tocando sus instrumentos en 17 minutos de abstracción sónica. Pura y gozosa Música Espacial. Nada sugiere de manera más hermosa la idea del afrofuturismo que esos instantes de ritmo selvático entre destellos estroboscópicos.
El vacío negro y el blanco luminoso de la música contrastan y al tiempo se fusionan. Socialmente los negros no son nada, el vacío, pero por esa misma condición están asociados al mito y a la música, que son de la misma manera intangibles. De esa Nada, llega el Todo. El espacio vacío de la negritud es el punto de inicio y la puerta de entrada hacia un nuevo mundo, mostrado en una nueva música. «Aquel que no es Negro de espíritu nunca lo comprenderá», nos dice Sun Ra. Es un negro mucho más profundo que el del color de la piel.
Suena la Arkestra, suena en el film de Niblock, suena en la Plaza de La Trinidad y suena especialmente nítido ahora el sintetizador de Sun Ra en discos como Disco 3000 o Live in Nickelsdorf (1984), que compré en aquel mismo concierto de la Trini, como suena el Minimoog del panel de control de la propia nave en el film. El sonido nos transforma, propulsa la nave y nos guía.
NUEVOS SONIDOS
Sun Ra fue un investigador constante de nuevos sonidos y un auténtico pionero en el uso de nuevos artefactos de los que era siempre capaz de extraer sonoridades impensables para las que en principio no habían sido diseñados. El caso del Minimoog es especialmente propenso a ello, dado que sus tres osciladores interiores tienden a variar su pitch ligeramente y no quedar nunca del todo anclados y sincronizados entre sí. Esto provoca una ligera desafinación y una distorsión en forma de sobretonos incontrolables. Estos pueden superar el margen audible y producir otro tipo de efectos sobre nuestros cuerpos y a su vez sobre la propia circuitería, alterando la generación de sonidos audibles, en una retroalimentación infinitamente cambiante. Se dice que en las manos adecuadas el espectro infinito del Minimoog puede transportar a la gente, material y espiritualmente, a nuevos mundos, y Sun Ra poseía indudablemente esas manos.
«La música de Sun Ra trasciende la idea de Pop Espacial para convertirse en Ciencia del Tono (Tone Science) y explorar sus efectos sobre mentes y cuerpos y provocar el cambio social. La música espacial es subversiva y escapa al control institucional»
Curiosamente, los discos producidos por El Saturn Records (discográfica creada por Sun Ra y Alton Abraham en 1957) son bastante low-tech en comparación con sus contemporáneos. La clave está en obtener el tono adecuado para tus propósitos con los medios a tu alcance, a partir de ahí se abren las posibilidades. Liberadoras como las del divertido y en el fondo acertadísimo ensayo de Thomas Stanley (miembro del colectivo BQF), Emancipation 150: the Great Jubilee, en torno a la creación de una nota verde capaz de destruir el dinero en todo el mundo, o espeluznantes como la profunda y desasosegante labor de investigación llevada a cabo por Steve Goodman (aka Kode 9, músico electrónico y fundador del sello Hyperdub) en su libro Sonic Warfare. Sound, Affect, and the Ecology of Fear (MIT, 2009), sobre el uso del sonido como arma de destrucción y herramienta de control de masas.
Para ello, la nota, fundamento de la música occidental, debe ceder su posición de privilegio en favor del tono. La música de Sun Ra trasciende la idea de Pop Espacial para convertirse en Ciencia del Tono (Tone Science) y explorar sus efectos sobre mentes y cuerpos y provocar el cambio social. La música espacial es subversiva y escapa al control institucional.
Finalicemos en este punto nuestro viaje en la nave de la Arkestra. Regresamos al presente, y a la tremenda riqueza musical que aún es capaz de generar a su alrededor. Este artículo se me quedaría cojo si no mencionara al menos Hieroglyphic Being & J.I.T.U. Anh-Sahm-Buhl, We Are Not The First (RVNG Intl, 2015), el maravilloso disco y proyecto colectivo dirigido por Jamal Moss (aka Hyerogliphic Being) y que incluye a Marshall Allen entre sus integrantes. Veinticuatro años después de dejar nuestro planeta, la presencia de Sun Ra no nos abandona y nos habla a través de grabaciones como esta.
Me despido. Vuelvo a la Plaza de la Trinidad, o permanezco allí, y digo adiós a los «indignados» dándoles la razón. Efectivamente, esto no es música. Esto es mucho más.
«Lo posible ya lo hemos intentado y hemos fallado.
Intentemos lo imposible»
Sun Ra