Ángeles y demonios: La edad de oro de las damas tatuadas
/Hace más de un siglo una insólita generación de «Venus tatuadas» fue pionera en el mundo del tatuaje. Se ganaban la vida en freak shows e hicieron sombra a marineros, criminales y soldados al llenar su cuerpo de serpientes, ángeles y demonios
En la imagen, Anna Mae Burlingston, más conocida como «Artoria», posa a comienzos de los ochenta en una convención de tatuajes. Muestra sus famosas fotografías como la gran mujer tatuada, la artista tatuada más célebre del pasado siglo, o al menos una de las pioneras, desde que su esposo, el legendario tatuador Charles «Red» Gibbons, le cubriera el cuerpo con sus hermosos dibujos. Fallecería poco después, en 1985. Había nacido en Linwood, Wisconsin, en 1893. Tras mudarse su familia a Spokane (Washington), Burlingston, entonces una joven de solo 19 años, conoció y se casó con el artista profesional de tatuajes Charles «Red» Gibbons. Pasados unos años ambos decidieron convertir a Burlingston en la gran mujer tatuada. Lo hicieron para ganarse la vida, planeando mostrar a su mujer como freak show por todo el mundo. Sus tatuajes incluían ilustraciones de ángeles y santos, así como imágenes patrióticas, incluida la de George Washington.
MARINEROS, CRIMINALES, SOLDADOS Y MUJERES
«La casi totalidad de chicas tatuadas de la época actuaba en circos y freak shows que se paseaban por ciudades y pueblos exhibiendo toda clase de “fenómenos”»
El show de «Artoria, la chica tatuada» comenzó en 1919 y, como la casi totalidad de chicas tatuadas de la época, actuaba en circos y freak shows que se paseaban por ciudades y pueblos exhibiendo toda clase de «fenómenos». El espectáculo de las chicas tatuadas era algo absolutamente extraño e insólito, puesto que los tatuajes estaban reservados a marineros, antiguos convictos, soldados o criminales. Y la realeza: una revista de 1898 calculó que una quinta parte de la nobleza británica tenía tatuajes, mientras que The New York Times afirmó que muchas mujeres de la alta sociedad tenían diseños en «lugares inaccesibles», como fueron los casos de lady Randolph Churchill, madre de Winston, que al parecer lucía en la muñeca el tatuaje de una serpiente que cubría con pulseras e incluso se ha sugerido que la propia reina Victoria sucumbió a la moda tatuada. Un ejemplo de lo popular que eran los tatuajes a finales de siglo es una portada fechada en 1870 de la conocida Police Gazette en la que se ve a una mujer con el rostro cubierto por un antifaz en plena sesión de tatuaje.
Artoria, que trabajó para compañías tan poderosas como el circo Barnum & Barley, continuaría actuando hasta mediados de los setenta, como una leyenda del tatuaje, ya enormemente popular.
THOMAS EDISON DESATÓ LA LOCURA
«Samuel O’Reilly inventó la máquina de tatuajes eléctrica. La invención de O.Reilly se basó en la pluma autográfica eléctrica inventada años atrás por Thomas Edison»
Sin embargo, Artoria no fue la primera mujer tatuada dedicada al circo y los freak shows. Ya en 1907, la estadounidense Maud Wagner tenía el cuerpo tatuado y su hija, Lotteva Wagner, fue una conocida tatuadora. Y antes que ella, ya actuaba Nora Hildebrandt, cuyo padre Martin Hildebrandt fue el primer tatuador profesional en abrir una tienda en Estados Unidos, concretamente en Nueva York en 1859. Fue la primera mujer tatuada en ganarse la vida como artista del circo Barnum & Barley. El negocio de Martin Hildebrandt pronto se vio sacudido por las innovaciones tecnológicas. En 1891, en el Bowery, Samuel O’Reilly inventó la máquina de tatuajes eléctrica. La invención de O’Reilly se basó en la pluma autográfica eléctrica inventada años atrás por Thomas Edison. A partir de entonces, el tatuaje se hizo más rápido y barato, más accesible. Con el tiempo incluso hubo mujeres tatuadoras, como la conocida Lady Viola, que también tenía casi todo su cuerpo tatuado. Había muchos otros nombres: La Belle Irene (nombre artístico de Irene Woodward) llegó a ser inmortalizada en museos de cera.
VENUS TATUADAS
«Bobbie Libarry fue fotografiada por Cunningham poco antes de morir siendo ya una anciana, en 1976, en un hospital. Cuando se llevó a cabo la sesión de fotos, Cunningham también tenía una considerable edad (93 años). Ella, por su parte, contaba con 83»
En sus años dorados, la fama de Artoria competía con otras «damas tatuadas», como la estadounidense y artista de circo Betty Broadbent, conocida como «La Venus tatuada», quien aseguraba tener 465 tatuajes, incluido el más grande de aquellos años, una madonna y un niño en la espalda. También fue decorada con imágenes del piloto Charles Lindbergh, banderas patrióticas y emblemas, incluido el águila americana. Broadbent llegó a ser una celebridad nacional, actuando también como jinete de circo.
Otra artista de circo tatuada fue Bertie, cuyos tatuajes también fueron obra de Gibbons, un tatuador que contaba con otro gran compañero de profesión, Fred Harris, quien en 1937 tenía un pequeño estudio de tatuajes en Sussex Street, Sydney. Sus clientes eran casi siempre marineros, pero también contó con algunas mujeres. Un reportaje de la australiana Pix, incluyó fotografías en las que se veía a Harris en acción. Pix, una revista ilustrada, mezclaba reportajes fotográficos con moda, política o cultura. Hasta hubo quien cantó a las mujeres barbudas: Groucho Marx cantó a Lydia, «the Tattooed Lady» en la película de los Hermanos Marx Una tarde en el Circo (1939).
Otras mujeres como Elizabeth Weinzirl se hicieron muy célebres, pero por razones distintas. Weinzirl, esposa de un médico, comenzó a tatuarse a los 47 años, en 1961. Otra veterana mujer tatuada dedicada al circo, Bobbie Libarry, fue fotografiada por Cunningham poco antes de morir siendo ya una anciana, en 1976, en un hospital. Cuando se llevó a cabo la sesión de fotos, Cunningham también tenía una considerable edad (93 años). Ella, por su parte, contaba con 83. Meses más tarde falleció.