Nazi scum! La segunda batalla de Waterloo
/El día en el que un concierto de Skrewdriver, celebrado en pleno centro de Londres, provocó una de las grandes batallas entre neonazis y grupos antifascistas. La ciudad vivió en estado de alerta. La consiga era clara: «El fascismo no puede ser tolerado en las calles»
El 18 de Junio de 1815 se disputó la que se conoce como la Batalla de Waterloo, la lucha por la Europa Moderna. Era la última vez que las aspiraciones de Napoleón Bonaparte quedaban aplastadas. A pesar de contar con una gran habilidad estratégica, no fue capaz de derrotar a los ejércitos aliados, los angloholandeses y los prusianos. Un abanico de más de 130.000 hombres peleó aquel día. La restauración del Imperio no podía ser tolerada, la paz en Europa estaba en juego. «A cada cañonazo, hombres y caballos caían como la hierba bajo la guadaña del segador», afirmó el capitán Alexander Mercer en su diario de campaña. Aquel día marcó el punto y final de una contienda entre Francia y Gran Bretaña que duró cerca de veinte años. Francia estaba cansada de la guerra, del derramamiento de sangre. Oficiales, soldados y mariscales eran reacios a pelear. Napoleón era una fuerza agotada. Estaba enfrentado a una coalición europea hostil. No podía prevalecer. Finalizada la batalla, el Duque de Wellington afirmó haber presenciado una «de las cosas más bonitas y más reñidas que haya visto uno en su vida», a pesar de la pérdida devastadora que supuso el enfrentamiento militar.
Lo que no se imaginarían los protagonistas de la contienda es que habría una segunda parte 177 años después, aunque por supuesto no iban a ser los mismos protagonistas. La disputa ya no era en el Sur de Bruselas, si no en el mismísimo centro de la capital inglesa. No fue una batalla con ambiciones imperialistas, sino de ideologías antagónicas surgidas en el siglo veinte. No se contó con cerca de 130.000 hombres, pero hubo más de dos mil personas implicadas. Tampoco hubo cañonazos, sino ladrillos, botellas y diversos objetos a disposición de cada uno. Aquella jornada se convirtió en una referencia, algo histórico en contra del neo-nazismo europeo con un claro mensaje: el fascismo no puede ser tolerado en las calles.
EL CONCIERTO QUE ENCENDIÓ LA MECHA
El 12 de Septiembre de 1992 el centro de Londres presenció una de las más largas y sangrientas batallas entre la extrema derecha y el antifascismo desde que Kevin Gateley fuese asesinado en Red Lion Square en 1974. Previamente, en la década anterior, se sucedieron varias batallas, como Lewisham en 1977 o Conway Hall en 1988. El grupo, Anti-Fascist Action (AFA) se enfrentó a un renovado Blood & Honour (B&H, entonces la principal red de promoción de música neonazi y grupo político en Gran Bretaña y Europa) en un enfrentamiento público que causó más de un estrago en el tráfico, el cierre de de Charing Cross, Waterloo y la mitad de una docena de estaciones de metro cerca del río Támesis. Alrededor de dos mil personas estuvieron involucradas en unos enfrentamientos que empezaron en torno a las 15:00 horas y que no finalizaron hasta caer la noche de aquel día. Los números oficiales dejaron un saldo de cuarenta y cuatro detenidos y más de una veintena de heridos.
«Esta vez B&H esperarían la visita de los antifascistas y evitarían los errores de antaño. Tramaron un plan y enviaron grupos de hooligans y miembros de seguridad neonazis a Waterloo para atacar a los antifascistas»
El origen de la batalla fue la actuación de la banda de rock neonazi Skrewdriver, el grupo con el que Ian Stuart llevaba años capitaneando la escena de rock nazi en Europa. El poder de atracción de la banda en todo el continente llamó la atención de un promotor musical llamado John Kurt, interesado en dar un enfoque comercial a toda la escena de B&H, algo que no era difícil cuando se superaban audiencias de tres mil asistentes en el caso de la antigua Alemania del Este. La elección de Waterloo era una provocación. La banda contaría con un apoyo considerable al ser el evento en el mismo centro de Londres, pero había otro motivo más importante: en 1989, año en que se celebró el conocido festival de Oi! The Main Event, los antifascistas habían reventado el show, ocupando el punto de redirección de los neonazis (a sabiendas de que los antifascistas intentarían evitar que se realizase el concierto, intentarían despistarlos con un segundo lugar de reunión y de realización del show) en un intento de interrumpir la entrada al concierto. Esta vez B&H esperarían la visita de los antifascistas y evitarían los errores de antaño. Tramaron un plan y enviaron grupos de hooligans y miembros de seguridad neonazis a Waterloo para atacar a los antifascistas. La organización quería realzar su perfil público y los organizadores nacionales, a pesar de las protestas, finalmente decidieron organizar el concierto masivo en Londres. Por motivos de seguridad, la organización neonazi no daba información de sus eventos a la prensa nacional, pero esta vez sí lo hicieron, aunque su máxima preocupación era mantener en todo momento la transmisión de información cara a cara sin dársela a nadie ajeno de la organización. De este modo, se anticipaban a los posibles boicots de los antifascistas.
Parecía que el evento iba por buen camino. Mil doscientas entradas habían sido vendidas por toda Europa (las entradas solo se vendían por un mensaje directo que autorizaba la organización) con la promesa de «devolverle el dinero si no le encantó». Una pequeña armada de skinheads-nazis provenientes de Suecia, Irlanda, Italia, Francia, Suiza, Alemania y Estados Unidos, entre otros, desfilarían por las calles de Londres. Cientos de carteles anunciaban el concierto en ciudades como Newcastle, Mánchester, Bristol, Birmingham, Nottingham e incluso Glasgow. Tenían práctica en conciertos masivos. Tres años antes, Stuart llenó las instalaciones del Albert Hall en un concierto «sin interferencia comunista», como comentó a Evening Standard. Todo parecía estar preparado al milímetro.
PREPARANDO LA DEFENSA
«Al final es posible que sea la Batalla de Waterloo»
Dos semanas antes de la celebración del evento, con la estación de Waterloo como punto de redirección, la AFA (la organización antifascista) empezó a sospechar que B&H podía tenderles una trampa. Si estaban dispuestos a un enfrentamiento físico, no contarían con apoyo, siendo conscientes de que aquel día estarían actuando por su cuenta y que corrían el riesgo de ser superados en número.
El 6 de Septiembre se iba a celebrar el segundo AFA Unity Carnival, lo que significaba una oportunidad para la organización antifascista de tener acceso directo a miles de simpatizantes y militantes a los que alertar de la importancia de oponerse al evento. Concluida la feria, se asignaron organizadores regionales por todo el país y se distribuyeron 15.000 panfletos. También fueron convocados cerca de cien personas en puestos clave de seguridad, a los que se informó del tiempo y los puntos de redirección y lo que se esperaría de ellos durante aquel día, manteniendo todo tipo de información entre las personas autorizadas. La AFA, dos días antes, emitió un comunicado de prensa: «Estaremos intentando causar tanta interrupción como sea posible en el concierto de B&H el sábado. Esperamos poder hacer esto pacíficamente si es posible, pero estamos decididos a hacerlo igualmente en el caso de una confrontación física. Al final es posible que sea la Batalla de Waterloo». La organización advirtió a la prensa que tomaría cualquier medida necesaria para parar el concierto: «B&H solo tiene una agenda: el terrorismo contra cualquier persona opuesta a ellos. Estamos preparados para encontrarnos cara a cara», añadieron.
En la mente del liderazgo de la AFA se había asumido que no se contaría con gran apoyo y que actuarían por su cuenta. Lo que no sospechaban es que ciertas estructuras políticas y partidos proclamarían los acontecimientos de Waterloo como suyos. La Anti-Nazi League anunció en el South London Press que esperaba «movilizar una presencia suficientemente grande para pararlos, dando detalles del lugar» y «hacerlo pacíficamente». Aunque realmente la Anti-Nazi League no tenía intención de estar allí, tan pronto como los militantes recogieron el testigo, el Socialist Workers’ Party (partido que fundó la organización en 1977) ordenó a la Anti-Nazi League movilizarse en apoyo a la marcha en Thornton Heath, en la periferia externa del sur de Londres. Paradójicamente, el Socialist Workers’ Party reclamaría Waterloo como una victoria de la Anti-Nazi League.
Aunque los principales protagonistas de aquella confrontación estaban bastantes claros, no se puede hablar de un conflicto homogéneo. Tanto un bando como otro, aumentaron sus filas según transcurría el día: en el ala derecha, B&H se vio reforzado por la presencia de hooligans del Millwall, del West Ham y de los Headhunters del Chelsea (Andy Frain, reconocido hooligan dentro de los Headhunters, los cuales tenían vínculos con la escena de B&H, declaró que iba a asistir ya que quería pegar a «los rojos»), el British Movement y miembros de Combat 18; por la otra parte, la AFA contó con Red Action, que se movilizaron en grupos pequeños y darían grandes resultados, miembros de la Anti-Nazi League, así como grupos anarquistas y negros que no toleraban a los nazis.
«SE ACABÓ EL CONCIERTO, BASTARDO NAZI»
La noche antes del concierto, Ian Stuart estaba en un pub de Burton-upon-Trent, en Staffordshire, cuando fue atacado por un grupo de negros. Uno de ellos le estampó un vaso en la boca, dejándole con tres dientes menos y lesiones que necesitarían puntos de sutura. El ataque terminó con una advertencia: «Bien, se acabó el concierto, bastardo nazi». A pesar del suceso, Ian Stuart daría el concierto. No quería defraudar a nadie. Faltaban menos de veinticuatro horas y el ambiente ya estaba caldeado. Esa misma noche la BBC2 emitió un reportaje sobre B&H y el concierto planeado, a la vez que avisaba de la convocatoria de la oposición. Los medios de comunicación estaban expectantes. Revistas como Evening Standard y Select, y periódicos como el South London Press, Daily Star, The Scotsman, Weekly Journal, Mail On Sunday y The Guardian, entre muchos otros, y medios de televisión como Sky News y BBC, iban a estar presentes con sus respectivos reporteros.
El día de la batalla la policía parecía estar relajada. La escala del conflicto se midió con la intervención de teléfonos y el uso de inteligencia general, pero en esta ocasión la comunicación telefónica entre las figuras clave de AFA era muy deficiente. El objetivo primordial de la policía era mantener a los dos bandos separados en todo momento. Los primeros movimientos los realizaron los neonazis del British Movement, que aseguraron un pub de Yorkshire Grey en Eltham, en el sureste de Londres, donde inicialmente planeaban celebrar el concierto. Allí, cerca de sesenta miembros se movilizaron. A los neonazis se les convocó en el intervalo de las 17:30 a las 18:30 horas. Los líderes del AFA sabían exactamente lo que se requería aquel día: crear tanto caos como fuese posible. Un gran pub irlandés en Kilburn había sido seleccionado como punto de reunión por dos motivos: permitía el acceso directo a Waterloo vía Bakerloo Line y, debido a su localización, no daría problemas a la policía para observarlos sin ser vistos.
Alrededor de las 15:20 horas, un equipo avanzado de cerca de ciento cincuenta corresponsables de seguridad del AFA, todos ellos miembros de Red Action, hicieron acto de presencia en la explanada de Waterloo, pero fueron atacados por sorpresa por un gran grupo de neonazis de B&H, British Movement y hooligans del West Ham, Millwall, Portsmouth y los Headhunters del Chelsea, que estaban bebiendo en un bar cercano a la estación. La intención de aquel día era evitar la entrada a la explanada, lo que significaría que los skinheads-nazis tenían que estar despejados en la zona de la estación. Pensar en atacar un pub no era recomendable, incluso siendo superiores en número. Otro plan era conducirlos desde el interior del pub, por medio de bombas de humo. El ruido ensordecería, el humo causaría confusión y las cámaras de seguridad no captarían movimiento alguno.
Golpearles en la explanada habría sido algo inmediato, una victoria rápida habría establecido el tono del día. Justo entonces se recibió información de que otro grupo más pequeño había sido visto en otro pub de la estación. En cuestión de segundos, la AFA asaltó el pub. Vasos de cristal, botellas y platos de cocina volaron como armas arrojadizas dentro del local. Los neonazis huyeron temiendo por sus vidas. Eran las 15:25 horas y dos ambulancias llegaron para recoger a sus primeros clientes del día: tres skinheads-nazis (uno de ellos se rumoreaba que era un oficial de policía con ropa de calle). La Policía de Transporte Británico no tenía la garantía de mantener a las dos partes apartadas. La AFA había llegado y la batalla de Waterloo había comenzado.
En un intento por restaurar el orden, la policía empezó a hacer enormes redadas, acordonando la estación con líneas de policía y echando a militantes, ancianos, turistas y fascistas hacia las salidas de la estación. Una vez fuera, los seguidores de B&H fueron atacados, lo que forzó a la policía a dejar la estación para intervenir. Cada minuto que pasaba era reforzado por docenas de antifascistas que venían a Waterloo en autobús o metro. Eran ya las 16:00 horas y el objetivo de la AFA de ocupar la estación estaba conseguido. La parte complicada ahora era mantenerlo. La estación sería punto de reunión para los antifascistas mientras que sería inservible como punto de redirección para la oposición.
GUERRA ABIERTA EN LONDRES
A las 17:00 horas ya se hacía notar una presencia de mil antifascistas en la explanada de la estación. Se desencadenaron peleas dentro y fuera de la estación. Quedaba bastante claro que la policía no tenía el control, así que poco después de esa hora Waterloo fue cerrada a petición del gerente de la estación. La decisión se tomó para evacuar y mantener a los dos grupos aparte, aunque este hecho produciría el efecto contrario. Debido al cierre de la estación, no habían cámaras de seguridad, por lo que un grupo de unos cien antifascistas arrasó alegremente las calles laterales, mezclándose y dispersándose cuando la situación demandó. Un encuentro cara a cara por las inmediaciones era probable y así sucedió: un pequeño grupo de cincuenta casuals de extrema derecha fueron atrapados bajo una pasarela. Aunque estuviesen rodeados por docenas de policías, el asalto frontal era inevitable y los ladrillos y las botellas empezaron a llover sobre ellos.
«Elementos hooligans del Arsenal, QPR, Chelsea y Millwall aparecieron por las calles y la policía ordenó cerrar la estación de Charing Cross»
Con la estación de Waterloo cerrada, los militantes antifascistas empezaron a preocuparse ya que la policía podía acorralarlos. La mayoría decidió salir de la zona. Esto significó que se podía sortear a la policía y volverse a infiltrar dentro de la estación, pero ya no era solo eso: con el cierre de la estación empezaron a sucederse peleas por los alrededores de la explanada. En las inmediaciones se detectó un coche con dos skinheads-nazis dentro e inmediatamente les lanzaron piedras. Algunos fascistas desperdigados y grupos pequeños fueron atacados rápidamente. Uno de ellos intentó hacerse menos visible, uniéndose a la cola de una parada de autobús, pero fue identificado y golpeado. Fue entonces cuando llegó un gran número de neonazis. Elementos hooligans del Arsenal, QPR, Chelsea y Millwall aparecieron por las calles y la policía ordenó cerrar la estación de Charing Cross.
Las escaramuzas se sucedían sin cesar. Había continuos lanzamientos de botellas y ladrillos. Los fascistas estaban desconcertados. Con las estaciones cerradas no sabían donde se ubicaba el punto de redirección y mucho menos donde se iba a celebrar el concierto. Más adelante, los líderes neonazis elegirían prudentemente un nuevo punto de redirección en Victoria. En aquel momento, con la estación cerrada y con atascos de tráfico en Waterloo, la única opción viable para dirigirse a Victoria era intentar cruzar el Río Támesis por cualquiera de sus puentes. La policía, en vez de dirigirles por el Puente de Waterloo, intentó desviarles fuera, por la parte posterior del complejo de South Bank, hacia Concert Hall Approach. Cuatrocientos antifascistas les cortaron el paso en el cruce de Belvedere Road. Los fascistas retrocedieron horrorizados y, aprovechando el momento, los antifascistas cargaron de nuevo. Se empezaron a lanzar piedras de aceras y botellas, y la policía empezó a cargar a ciegas. Uno de los hooligans del Millwall murió de un ataque al corazón.
Grupos de skinheads-nazis atacaron a los antifascistas, pero, a mitad de camino, aparecieron cerca de trescientos comunistas (muchos de ellos miembros de Red Action). Los fascistas huyeron. Tras llegar a un acuerdo con los militantes de extrema derecha, la policía escoltó a los fascistas hasta la estación de Temple donde un tren les estaba esperando. Luego, cerca de quinientos miembros de B&H se movilizaron y fueron escoltados, tomando autobuses directos a Yorkshire Grey en Eltham, donde se produciría finalmente el concierto.
Pese a todo el conflicto que se vivió en las calles de Waterloo, el concierto siguió adelante. Skrewdriver tocó junto a las bandas nazis No Remorse y los suecos Dirlewanger. El ambiente era eléctrico. Más aún cuando policía y manifestantes intentaron parar el concierto antes de la primera actuación. Cuando Ian Stuart salió con su banda, estaba fuera de sí. Atacó al IRA y al partido Sinn Féin, a los judíos, homosexuales, negros, paquistaníes y a todos los «enemigos» de Gran Bretaña, al cuerpo de policía, al Congreso Nacional Africano y Nelson Mandela («un sucio viejo terrorista que hace explotar a la gente blanca», dijo). Rindió tributo a Rudolf Hess, al que describió como un «héroe de la raza blanca», y proclamó su apoyo al Loyalist Prisoners Aid, Ulster Defence Association, a partidos neonazis como el British National Party, British Movement o National Front, y al Ku Klux Klan.
RECUENTO DE HERIDOS
Al día siguiente, el Mail on Sunday informó de al menos cuarenta y cuatro arrestos y, según The Guardian, hubo siete policías heridos, aunque los simpatizantes de B&H se llevaron la peor parte de las bajas hospitalarias. El resultado final fue el siguiente: cuarenta y cuatro detenidos, de los cuales treinta y uno eran antifascistas y ocho hooligans del Millwall, siete policías heridos y diecisiete personas hospitalizadas, en su mayoría miembros de extrema derecha.
La AFA hizo sentir su presencia en Waterloo interrumpiendo el punto de redirección anunciado, pero fracasaron a la hora de enfrentarse a los neonazis en una batalla abierta para parar el concierto planeado. Para la AFA, sin embargo, supuso una aplastante victoria. Logró dar un golpe certero a B&H en Inglaterra, aparte de lanzar un aviso a la extrema derecha, aunque los fascistas por su parte reclamaron «una victoria moral». En el ala izquierda, junto a aquellos como la Anti-Nazi League que intentaron reclamar el mérito de lo sucedido, hubo otros grupos que fueron más críticos. The Leninist, el periódico del «oficial» Partido Comunista de Gran Bretaña, describió Waterloo como un «éxito relativo», afirmando que «hubo una división entre quienes peleaban y no peleaban. Era difícil decir quién era quién». La Revolutionary Internationalist League fue mucho más allá y se vio obligada a admitir que «esta movilización fue radicalmente diferente de algo que hemos visto en Gran Bretaña por muchos años… Waterloo nos mostró, por un lado, la fuerza de la militancia y el potencial de las fuerzas antifascistas que aparecieron en gran número y, por otro, la absoluta incompetencia, estupidez y negligencia criminal de los líderes de la organización». Para la Revolutionary Internationalist League hubo «ausencia de organización». A su vez, la prensa de la AFA no se dirigió a la derecha derrotada, sino a la izquierda liberal: «Las tácticas favorecidas por la Anti-Nazi League y otros grupos antiracistas liberales han sido eclipsadas por la victoria de ayer. A diferencia de ellos no creemos en demostraciones simbólicas o en convocatorias de prohibiciones estatales… Si el movimiento antifascista en Europa ha implementado una política de “No Platform For Fascists” con el mismo compromiso como hicimos ayer, Rostock sería todavía solo una pequeña ciudad en Alemania».
Aunque las ambiciones de B&H no habían sido aplastadas, el British National Party avanzaba. Eso significaba ser objetivo de la AFA, que pelearía en dos frentes: haría frente al «respetable» euronacionalismo del British National Party y, además, se opondría a la progresiva comercialización del neonazismo.