Héroes y heroínas de la memoria musical
/Creían que los sonidos y las canciones eran la memoria musical de nuestros antepasados y pueblos. Luchando contra el tiempo y la destrucción, llegaban a lugares remotos con sus cilindros de cera y precarios equipos de grabación para preservar ese tesoro
[Vía American Folklife Center]
El American Folklife Center es uno de los principales archivos mundiales de grabaciones de campo realizadas en cilindros de cera que documentan la música y la tradición de las culturas nativas americanas, entre ellas muchas grabaciones transferidas de la Oficina de Etnología Americana de la Smithsonian Institution. A principios de la década de 1970 era evidente que el tiempo estaba afectando a los cilindros y la duplicación de la preservación era urgente. El renovado interés por las tribus indias americanas y en su propio patrimonio cultural aumentó la necesidad de preservar y catalogar esta extensa colección. El proyecto Save our Sound del American Folklife Center está preservando en archivos digitales miles de grabaciones de audio en peligro de extinción, todas ellas realizadas en diferentes formatos, desde la década de 1890 hasta la actualidad.
En 1928 el bibliotecario del Congreso Herbert Putnam invitó a Robert W. Gordon a convertirse en especialista y consultor en el campo de la canción y la literatura folclórica. Gordon ya había comenzado su misión de por vida de reunir toda la tradición musical del pueblo estadounidense. Lo llamó un «proyecto nacional con muchos trabajadores».
«Gordon viajó desde los frentes de agua de Oakland y San Francisco, California, a Asheville, Carolina del Norte y Darien, Georgia, recogiendo y grabando canciones populares con su máquina Edison de cilindros de cera»
Gordon asistió a la Universidad de Harvard entre 1906 y 1917, y luego la dejó para dedicar todo su tiempo libre a esta empresa de recolección. Apoyándose a sí mismo a través de la enseñanza, la escritura y la subvención ocasional, Gordon viajó desde los frentes de agua de Oakland y San Francisco, California, a Asheville, Carolina del Norte y Darien, Georgia, recogiendo y grabando canciones populares con su máquina Edison de cilindros de cera. Escribió una columna mensual en la revista Adventure, «Old Songs That Men Have Sung», en la que pedía a los lectores que enviasen copias de todas las canciones populares que pudieran recordar. Y contactó a Carl Engel, jefe de la División de Música de la Biblioteca del Congreso, para discutir su sueño y buscar apoyo institucional. Engel creía que las tradiciones de base estadounidenses debían estar en la Biblioteca Nacional. Por este motivo escribió en el Informe Anual de la Biblioteca del Congreso de 1928: «Hay una necesidad apremiante de formar una gran colección centralizada de canciones populares americanas. El lugar lógico para tal colección es la Biblioteca Nacional de los Estados Unidos. Esta colección debe comprender todos los poemas y melodías que han surgido de nuestra tierra o han sido trasplantadas aquí, y han sido transmitidas, a menudo con múltiples cambios, de generación en generación como una posesión preciosa de nuestra gente».
Robert Gordon no fue el primero en utilizar la última tecnología para documentar la cultura tradicional estadounidense, ni Carl Engel fue el primero en reconocer su importancia. Thomas A. Edison inventó la máquina de grabación con cilindro de cera en 1877, que estuvo disponible comercialmente alrededor de 1888. La máquina facilitó el trabajo documental por parte de muchas personas, así como por los empleados de agencias gubernamentales y museos públicos. Estos etnógrafos compartieron una visión común: creían que la historia de la nación estadounidense debía incluir las muchas voces de su población diversa, una noción que más tarde impulsó la creación del Centro Americano de Vida Popular. Creían que el sonido, tanto la canción como la palabra hablada, era una parte vital del registro histórico y cultural.
El antropólogo de Harvard Jesse Walter Fewkes, fue el primero en utilizar la máquina de cilindros Edison para la investigación etnográfica. Las grabaciones de campo hechas en cilindros de cera podían llevarse a un estudio para su grabación. Fewkes usó la máquina de Edison en Maine, en 1890, para grabar las canciones e historias de los indios Passamaquoddy. Estas grabaciones de cilindros de cera, las primeras grabaciones etnográficas existentes, se encuentran en las colecciones del Archivo de Cultura Popular.
Puedes escucharlas aquí:
Entre 1907 y principios de la década de 1940, Frances Densmore recopiló más de mil quinientas grabaciones de miembros de cuarenta tribus. Fue una de las mujeres pioneras en el campo de la documentación etnográfica (incluidas Alice Cunningham Fletcher, Helen Heffron Roberts y Laura Bolton), cuyas colecciones se encuentran ahora en el Archivo de la Cultura Popular. Innumerables personas y varias razas han contribuido a este tesoro de canciones y baladas, el más rico que existe actualmente, aunque mucho ha quedado disperso o no registrado. La Biblioteca del Congreso está interesada en la recopilación de estos versos y melodías populares. La recogida debe hacerse de manera académica y la colección, protegida contra el uso indebido, debe ser de libre acceso para los académicos.