«Enfermos, peligrosos y pecadores»: Disparos y machetazos en la Casa de Campo
/El Día del Orgullo Gay de 1979 en Madrid, organizado por el valiente y pionero Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC), acabó con tiroteos y palizas a manos de grupos fascistas.
«La policía detuvo a dos jóvenes y requisó un revólver», informaba El País al día siguiente del acto de celebración del Día del Orgullo Gay, organizado por el Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC), un pionero colectivo gay marcadamente revolucionario que había «incendiado» las luchas sociales con sus manifiestos y discursos que impugnaban la todavía vigente Ley de Peligrosidad Social y las contradicciones de la misma izquierda. Te jugabas el pellejo, la misma vida.
Aquel día de junio de 1979, mientras poco a poco en lugares como Barcelona, Bilbao o Valencia, entre provocaciones y violencia fascista, avanzaba el movimiento gay, el FLHOC tuvo que enfrentarse a las emboscadas y disparos de los fascistas. En un comunicado previo difundido a la prensa y grupos sociales afirmaron que «durante siglos hemos estado ocultos. Nos han perseguido de mil y una formas: la Iglesia, la familia patriarcal, los Estados han sido nuestros verdugos. Es la hora de alzarnos contra toda discriminación, contra todas las formas legales o culturales represoras de la sexualidad en general, y de la homosexualidad en particular. Enfermos, peligrosos, pecadores, hemos sido atacados tanto por la izquierda totalitaria como por la derecha, civilizada o no. Hoy somos, según UCD y su Ministerio del Interior, ilegales».
La investigadora y escritora Gracia Trujillo Barbadillo describe las tensiones y discursos de representación de aquel momento de esta manera: «Existían diferentes posicionamiento ideológicos en relación con el debate sobre el tipo de imagen pública que convenía que diera el movimiento a la sociedad y a los medios de comunicación. La defensa de la “pluma” de los gays era rechazada por un sector del movimiento por considerarla expresión de la diferencia homosexual que combatían, mientras era defendida por otro. El CGAG defendía, en oposición al FAGC, que los travestis ocuparan la cabecera de las manifestaciones en lo que constituía una defensa de esa diferencia y de la necesidad de mayores niveles de visibilidad (de las otras minorías sexuales). En el caso de las lesbianas, existía, en general, un rechazo a la pluma masculina entre las propias lesbianas politizadas y las feministas heterosexuales, como ocurrió posteriormente en los colectivos de feministas lesbianas».
En un principio, se había convocado una manifestación a la que se habían sumado la mayoría de las fuerzas políticas de la izquierda (salvo ORT y PTE), de movimientos sociales (bajo el nombre de Coordinadora de Marginados Sociales) y sindicatos. Pero Madrid había declarado la guerra al mundo gay y lésbico. Tiempo antes, ya se había prohibido un acto gay: las Jornadas de Liberación Sexual que se iban a celebrar en el Centro Cultural de Prosperidad, en el número 51 de la calle Mantuano, que el año anterior ya se habían organizado como actos por el Orgullo Gay por el entonces recientemente constituido FLHOC (que se presentó el sociedad con una charla en la librería de Cuatro Caminos) y que duró tres días, durante los que se proyectaron películas y se dieron encuentros y charlas.
También se sucedían las redadas de gays y lesbianas, y el cierre de locales de ambiente como O’clock, Marilyn, Sacha’s u Otello’s, entre otros.
No hubo manifestación, prohibida a última hora, por lo que se celebró un mitin en el pabellón de agricultura de la Casa de Campo al que acudieron unas mil personas. No fue mucha la asistencia, pero era fácilmente comprensible ante el miedo a detenciones y palizas por parte de elementos de la extrema derecha del ambiente de Fuerza Nueva y los numerosos grupúsculos terroristas creados a su alrededor. «Esta táctica despistante y aparentemente arbitraria, un tira y afloja entre tolerar y reprimir, es típica con los homosexuales», comentó Ángel, militante del FLHOC. «Nos redimen graciosamente de la ley de Peligrosidad Social para caer bajo la amenaza de los artículos 431 y 432 del Código Penal, un cajón de sastre que se puede utilizar contra cualquier individuo que resulte incómodo sea por el motivo que sea».
Los problemas llegaron al terminar el acto. La Casa de Campo se convirtió en un territorio de caza para bandas fascistas. Al terminar las intervenciones, miembros del servicio de orden avisaron a los asistentes que personas de extrema derecha, provistas de armas, se habían infiltrado con la intención de provocar incidentes. Debido a ello se pidió que la gente se dispersara en grupos. Previamente, antes de concluir el acto, pequeños grupos de ultraderechistas habían intentado infiltrarse. En una de estas ocasiones, el servicio de orden consiguió retener a uno de los agresores. Este llevaba consigo un carnet de la Hermandad Nacional de Antiguos Caballeros Legionarios, con el número 1596 y expedido a nombre de Julián de la Fuente Roldán. Una vez concluido el mitin, junto a la estación del metro de Lago, un grupo de ultraderechistas atacó a algunos de los participantes en el mitin. Uno de ellos resultó herido en la cabeza. Sin embargo, gays y miembros del servicio de orden pudieron acorralar a varios de ellos, que acabaron sacando una pistola y disparando al aire. Varios de ellos fueron detenidos, el resto pudo huir.
En los sucesivos meses, Madrid viviría un aterrador historial de atentados y palizas a manos de la ultraderecha. La policía requisó un revólver, cuatro machetes y varias porras.