«Por favor, mantenga la violencia al mínimo»: La Mirada Punks y las pandillas ultraviolentas
/Bandas punks de cholos con bandanas y armas. En los inicios del hardcore en Los Ángeles, con grupos como Circle Jerks, Black Flag o Suicidal Tendencies, mientras los «pit monsters» se adueñaban de las salas, decenas de fans del punk y el skate montaron pandillas urbanas y se armaron hasta los dientes. La Mirada Punks o Los Angeles Death Squad fueron algunos de los más célebres clanes punks
La película había terminado y, en las inmediaciones del cine, se produjo un enfrentamiento entre pandillas rivales. La trifulca acabó con un muerto. Corría el año 1980, la ciudad era Los Ángeles y la película el clásico slasher Viernes 13. Nunca se aclaró del todo quienes habían sido los responsables de aquella muerte pero todo apuntó a La Mirada Punks, una peligrosa banda formada por punks y habituales de los shows que cada noche tenían lugar en locales reconvertidos en salas de conciertos o discotecas destartaladas.
Estaban liderados por Santino, que había tomado su nombre de la película El Padrino, pero que ya era conocido en la ciudad por haber sido uno de los reyes de la tabla en el Skate City Skateboard Park. Sin embargo, tuvo que dejar su gran pasión debido a un crecimiento excesivo para su edad. A los 17 años era enorme y pesaba 200 libras.
Sin embargo, Viernes 13 parecía una broma, un alarde de sangre con pocos vínculos con clanes y tribus actuales. El año anterior, todo el país vio The Warriors (Los amos de la noche en España), la película de culto dirigida por Walter Hill, se estremeció ante la visión de ciudades controladas por bandas violentas como si fuese una zona de guerra, una jungla tenebrosa con sus propias reglas. Unos pocos, aquellos que se veían reflejados en las aventuras y desventuras de Cyrus, el líder de los Riffs, Swan, el «jefe de guerra», las Baseball Furies («Furias del béisbol») o el resto de bandas (Boppers, Hi-Hats, Saracens o Electric Eliminators), quedaron fascinados: aquello describía su vida. Era como un espejo de ciudades como Nueva York o Chicago. La película, que mantenía lazos ocultos con la historia remota y los dramas griegos, estaba basada en una novela, The Warriors, de Sol Yurick, publicada en 1965, y que a su vez se inspiraba en un acontecimiento histórico real y sanguinario: la Anábasis de Jenofonte, una historia de mercenarios y multitudinarios combates en la antigua Grecia. Lo que hizo Yurick fue trasladar el escenario y la época a la ciudad de Nueva York de los sesenta.
Una película inspirándose en un libro publicado más de una década antes y que, a su vez, se inspiraba en las guerras griegas. Lo mismo pasa con esta historia: punks que se convierten en pandilleros y que, con el tiempo, firman alianzas con organizaciones criminales. Eso para los que sobrevivieron. Algunos, hábilmente, se apartaron a un lado cuando todo se hizo grande y real, muy real. Otros, sin embargo, cayeron acuchillados o tiroteados. Unos pocos se profesionalizaron pero no olvidaron la banda sonora con la que crecieron: grupos de adolescentes que hacían una música furiosa y que juraron hacer arder el mundo.
LA DECADENCIA DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
«Una nueva generación de punks bailaban de una manera muy agresiva, llevaban botas de motorista y bandanas, y los shows solían interrumpirse por continuos amagos de pelea. Algunos colgaban de sus chaquetas objetos punzantes y hasta anzuelos de pesca»
La ciudad había visto surgir el punk en 1977 de la mano de la revista Slash y de bandas como The Weirdos, The Screamers o Germs. La Mirada Punks no eran los únicos dedicados a luchar por cada esquina. La lista era extensa: The Burbank Punks Organization, Long Beach’s Vicious Circle, FFF (Fight For Freedom), East Side Punx o Los Angeles Death Squad (LADS), entre muchas otras, todas formadas por jóvenes punks.
«Al inicio del concierto en The Starwood, un tipo por megafonía anunciaba el show y decía: “Por favor, mantenga la violencia al mínimo”»
A comienzos del mismo año en que se estrenó Viernes 13, en marzo, se publicó Group Sex, el primer disco de Circle Jerks, una joya de poco más de quince minutos que desencadenó la locura. Fue entonces cuando comenzó a verse una nueva generación de punks que bailaban de una manera muy agresiva, llevaban botas de motorista y bandanas, y los shows solían interrumpirse por continuos amagos de pelea. Algunos colgaban de sus chaquetas objetos punzantes y hasta anzuelos de pesca. Nada que ver con la primera escena de la ciudad, conectada con galerías de arte y nada violenta. Todo ese ambiente aparece capturado en The Decline Of Western Civilization, dirigida por Penelope Spheeris y uno de los grandes documentales sobre los inicios del hardcore. Aunque se estrenó en 1981, las imágenes pertenecen a aquella época de transición (1979-1980). En una de sus escenas, Circle Jerks, una de las bandas protagonistas de la película, junto a otras como Black Flag, ofrecen un concierto en directo que es una colosal explosión de furia y agresividad punk. El público se mira entre sí con gesto serio y desafiante, mientras sobrevuela una sensación de amenaza y tensión. Hay tumultos, empujones y puñetazos al aire. El público va de un lado a otro mientras los músicos, una y otra vez, se bajan del escenario, intentando apaciguar los enfrentamientos cuando estos comienzan a ser serios. Keith Morris, su vocalista (y también primer vocalista de Black Flag y Off!), en la última canción se lanza directo al foso entre decenas de personas que se golpean entre sí. Llega un momento en que no vemos a Morris, que ha desaparecido en la bronca.
Morris vivió el nacimiento de los pandilleros punks angelinos. «Conocía a muchos chicos de las bandas de punk rock, pero no aprobé nada de eso —contó en una entrevista—. Había suficiente negatividad en lo que estábamos cantando, con la música tan volátil como era. Cuando la gente saltaba, el codo volaba ocasionalmente, un puño bajaba y alguien era golpeado, todo eso podía convertirse en un baño de sangre».
«Cuando la gente saltaba, el codo volaba ocasionalmente, un puño bajaba y alguien era golpeado, todo eso podía convertirse en un baño de sangre»
El cambio fue paulatino. Muchos shows acababan con la aparición de la policía, que solía reventar las fiestas y conciertos, desatando así la previsible violencia. La fama de brutalidad de la policía angelina contrastaba con las fantasías más o menos violentas, por medio del sarcasmo en las letras y la actitud, frecuentes entre los punks. Pero era un juego. Sin embargo, entre la fantasía y la realidad, en aquella ciudad, había una delgada línea. Los punks convivían con aquel mundo y habían crecido en un ambiente de enfrentamientos entre antiguas y ultraviolentas bandas, como los Bloods o los Crips, que controlaban zonas de la ciudad. Luego, a medida que arrancó la década, la violencia urbana se fue trasladando a la escena punk. De pronto, todo se hizo real. Las amenazas se cumplían. Las venganzas eran implacables. Muchos competían por aumentar el nivel de intimidación y se retaban grupos de fans. James Genocide, uno de los fundadores de LADS (Los Angeles Death Squad), narra el momento en que todo cambió:
«En 1980 fui a ver a Circle Jerks y TSOL en The Starwood, en Hollywood, California. En aquellos días podías ver dos bandas por ocho dólares. Había un par de sets por noche, con dos bandas en cada uno. El primero empezaba a las ocho de la tarde y el siguiente a las diez. Muchos de los clubs en Hollywood, como The Starwood, The Whisky o The Roxy lo hacían así. Recuerdo haber visto varios shows en una noche en varios clubs durante aquellos días... Dejábamos un garito cubierto de sudor por el show, nos volvíamos a poner la chaqueta de cuero, nos metíamos en el coche que estaba helado e íbamos al siguiente club, así pasábamos toda la noche.
Así que estábamos de vuelta en The Starwood, donde comenzó esta historia. El club en sí tenía una gran organización. Podías ver un espectáculo y luego tu entrada te daba derecho a pasar el rato en la discoteca punk rock que tenían fuera, lo que también era un espectáculo en sí mismo. En mi primera noche allí, entre los primeros y los últimos shows, vi a una chica atacar a otra, golpearle el culo y luego arrastrarla por la pista de baile tirándole del pelo... ¡Bravo! Saludos y alegría por todas partes. Cuando el espectáculo estaba a punto de comenzar, sonaba un aviso para que todo el mundo acudiera y se pusiera alrededor del escenario o apoyados en las paredes. En el centro se abría un hueco enorme. El escenario era alto, perfecto para el slam. Al inicio del concierto en The Starwood, un tipo por megafonía anunciaba el show y decía: “Por favor, mantenga la violencia al mínimo”. ¿Habrá violencia? Me dije. ¡Oh! Esto iba a ser bueno, pensé […]. En el intermedio, al acabar TSOL, antes de que aparecieran Circle Jerks, había numerosas escaramuzas entre la audiencia... Nunca había visto algo así en ningún espectáculo al que hubiera asistido antes. Era bastante interesante para mí. “Participación del público”. Los Circle Jerks salieron, y ¡Wow!... ¡Eran jodidamente geniales! Se convirtieron en una de mis bandas favoritas, sobre todo por la forma en que controlaban al público con cada canción. El público realmente reaccionaba ante ellos […]. Rápidamente se hizo evidente que la violencia era definitivamente una parte de esta escena y comencé a confiar en el consejo de mi madre: “Hay fuerza en la suma” o “Asegúrate de manteneros unidos pase lo que pase”. Tenía razón, cuando estás en apuros es genial tener un amigo a tu lado con el que poder contar. Por eso me hice amigo de todos los “Pit Monsters” de la época como John, de Circle One, un tipo con un corazón de oro pero claramente un “Warrior”».
EL PUNK QUE SE HIZO PREDICADOR
«Una noche, durante un concierto en Hollywood, se enfrentaron decenas de Circle One y La Mirada Punks. Usaron sus puños, navajas y botellas»
John, el perfecto «Warrior» y líder de Circle One. Pero antes, en la prehistoria de las bandas surgidas de la escena punk angelina, hubo otro Círculo, The Circle, el culto secreto creado por Darby Crash entre sus seguidores y cuyo símbolo era el círculo que aparece en el primer disco de su banda Germs. Poco después fue cuando apareció el alto y musculoso John y Circle One. El nombre, a diferencia del clan de Crash y los Germs, no tenía nada que ver con tendencias sado y filosofía nietzschiana, sino con pandillas callejeras de violencia extrema. Su cabecilla era su cantante John Macias, un enorme skinhead con fama de hooligan. Macias imponía su presencia por medio de la fuerza bruta. Entraba con los puños al foso que se creaba nada más comenzar los shows. Apartaba al resto a patadas. El pogo era cada vez más agresivo y habían peleas, sobre todo con la aparición y proliferación de la música Oi! y los numerosos skinheads.
Inicialmente, Macias había formado un pequeño colectivo llamado P.U.N.X., cuyo objetivo era evitar que las entradas de los conciertos costasen más de cinco dólares. Solían parar por la Wig Factory de Hollywood, en La Brea. A su grupo de amigos, que eran varias decenas, se les conoció como La Familia. La mayoría eran adictos al speed y golpeaban a chavales con pinta new wave o a quien se les antojase. Uno de sus rivales era La Mirada Punks. Tras el Oki-Dog, una concurrida hamburguesería de Fairfax, había otro lugar de reunión conocido como «Punk Park». Allí, al igual que en los frecuentados aparcamientos de The Whisky, se producían peleas. Una noche, durante un concierto en Hollywood, se enfrentaron decenas de Circle One y La Mirada Punks. Usaron sus puños, navajas y botellas. Salieron mal parados. Dos de ellos fueron hospitalizados, pero los choques se repitieron, hasta que Santino, frente a frente con un Macias que se sentía superado en número y al borde de la muerte, le obligó a huir y abandonar la ciudad.
Poco a poco Macias, cuando todo se descontroló, fue transformándose en un ferviente creyente cristiano. Su ortodoxia era ejemplar: intentaba que los chavales punks de la calle, la mayoría enganchados a toda clase de drogas, cambiaran de vida. Ofrecía ese cambio si previamente se entregaban a Jesús.
La transformación fue casi inmediata. En 1984 en el documental Another state of mind, lo vemos escuchando a un predicador trajeado y biblia en mano en la llamada «P.U.N.X. House», un local con aspecto de casa okupa destinado a los «Patriotas de Jesucristo». Escucha la monserga sobre el demonio y sus pérfidos trucos, del vicio y la corrupción del mundo moderno ante una audiencia de chavales punks sin hogar que se ven desesperados y perdidos. Su rastro se perdió durante años, reapareciendo a comienzos de los noventa. Predicaba en Santa Mónica, pero no le dio tiempo de adoctrinar a los nuevos punks ni convertir a muchas más almas. En 1991, tres días después de lo que sería su último concierto, un policía acabó con su vida de un disparo.
MOHAWKS EN TELEVISIÓN
«Sangre en el suelo, saludos con el brazo en alto… ¿Está el punk rock de acuerdo con el movimiento nazi?»
Mientras proliferaban las pandillas, Black Flag se convertían en emblema de un nuevo movimiento que estéticamente iba cambiando. Aparecieron los primeros mohawks, cada vez se veían más chaquetas negras de cuero y la presencia de chicas en los conciertos punks era menor. La violencia, al frente del escenario, aumentaba. En 1980, la famosa presentadora Rona Barret, en su programa The Tomorrow Show, entrevistó a Chuck Dukowski, bajista de Black Flag, a quien le preguntó sobre la violencia en el punk. No era la primera vez que Dukowski, que lucía un mohawk, contestaba preguntas de este tipo. Barret habló de los incidentes sucedidos poco antes en el Bace Hall, cuando la policía suspendió una de sus actuaciones, mientras la banda improvisaba a duras penas una accidentada «Police story». Los punks recibieron a los agentes con el brazo en alto al grito sarcástico de «Sieg Heil!». Hubo cargas y botellazos. «Sangre en el suelo, saludos con el brazo en alto… ¿Está el punk rock de acuerdo con el movimiento nazi?», preguntó una escandalizada Barret. Respuesta de Dukowski: «No, la policía es el movimiento nazi».
Poco después, a finales de enero de 1981, el BAM (Bay Area Music) Magazine de San Francisco fue tajante: «La violencia de Black Flag debe parar», rezaba un artículo que relataba peleas y choques entre fans durante un concierto de la banda en The Starwood. La revista aseguraba que en la Baja California se multiplicaban los cultos de jóvenes punks seguidores de Adolf Hitler, las bandanas y las esvásticas. Más tarde, el pánico ante el punk en Los Ángeles se convirtió en esperpento. En la KABC, un programa titulado We destroy the family enfrentó en un intenso debate a padres y madres consternados ante la conversión de sus hijos e hijas en punks. Hay imágenes de bandas en directo, como Fear, cuyo cantante mira a la cámara y grita: «¡Asesinad a vuestros padres y madres!».
LOS CHOLO PUNKS Y LA CIUDAD FANTASMA
«Tenían armas pesadas, manejaban a la perfección la navaja y planificaban sus salidas nocturnas como incursiones en un campo de batalla»
Junto a La Mirada Punks (que a comienzos de la décadas de los ochenta pareció que se disolvían, pero volvieron a renacer con mucha fuerza alrededor de 1985), The Burbank Punks Organization, surgidos en 1978 en el instituto y escuela secundaria de Burbank, fueron una de las bandas más numerosas y también temidas. En sus mejores tiempos, los primeros ochenta, aseguraron contar con entre trescientos y quinientos miembros. Su imagen era la de skaters preparados y dispuestos al enfrentamiento físico. En ocasiones, para protegerse de otros grupos, establecieron alianzas con otras bandas como FFF (Fight For Freedom). En 1985 tuvieron su minuto de gloria: salieron en Los Angeles Times en un artículo titulado «Los punks blancos, un nuevo puzle en la escena pandillera».
En abril de 1978, dos Mirada Punks acuchillaron y mataron a tres Crips. Casi una década más tarde, la potencia del fuego era mayor: cuatro jóvenes (dos de Mirada Punks y otros dos de East Side Punx) acabaron con media docena de Crips usando AK-47 y M16. Tenían armas pesadas, manejaban a la perfección la navaja y planificaban sus salidas nocturnas como incursiones en un campo de batalla que, entre 1983 y 1986, se convirtió en un verdadero drama.
A todo esto muy pronto se sumaron las «cholo gangs», bandas latinas de crossover como Suicidal Tendencies y muchas otras. Tocaban muy rápido, sus influencias eran bandas de thrash y punk e hicieron de la playa de Venice su fortín. Las pandillas de ese tipo también fueron habituales en zonas como Long Beach o Santa Mónica. Algunos miembros de la primera formación de Suicidal Tendencies, como su batería, pertenecían a Venice 13, una de las pandillas violentas más organizadas y potentes. Los mexicanos punks de Venice tenían un estilo muy particular. La mayoría eran skaters, solían llevar bandanas casi siempre azules, gorras de skate con visera subida, calcetines blancos subidos hasta la rodilla, pantalones cortos por debajo de la rodilla, camisetas blancas de tiras o camisas de franela y mucha decoración de calaveras o esqueletos como danzas macabras, conectando así el mundo de la Baja California con la cultura mexicana y su popular culto a la muerte.
«“Suicidals” o “Suicidals maniacs”, formaban una pandilla en sí misma. Todos eran de Venice y lucían el estilo cholo-skate-punk»
Venice 13 surgieron en Oakwood, conocida como «Ghost Town», una zona de Venice donde era habitual escuchar disparos o presenciar ajustes de cuentas. Desde los sesenta llevaban luchando contra los temidos Crips, afroamericanos y muy organizados. Había treguas, encuentros entre «generales» y hasta «conversaciones de paz». Pero la «paz» era casi siempre precaria e inestable. Junto a Suicidal, en Venice, también estaban Beowülf, Los Cycos (otro grupo de Mike Muir, cantante de Suicidal), No Mercy (grupo thrash cuyo guitarrista era Mike Clark, luego también en Suicidal) Excel o Neighborhood Watch. En realidad, los fans de Suicidal, conocidos como «Suicidals» o «Suicidals maniacs», formaban una pandilla en sí misma. Todos eran de Venice y lucían el estilo cholo-skate-punk.
Muchos jóvenes no aguantaron la presión y dejaron la ciudad. Eso fue lo que le sucedió en 1983 a Scotty Wilkins, cantante de Verbal Abuse: «Estaba con el LADS, Los Angeles Death Squad, otra banda punk —cuenta en American Hardcore: A Tribal History—. Las armas empezaron a ser frecuentes. Recuerdo que estaba sentado frente al Palacio Perkins en Pasadena, con algunos tipos de la FFF, cuando comenzaron a repartir armas. Entonces dije: “Os veo más tarde”». No volvió a aparecer y se trasladó a San Francisco.
Lo que relata Wilkins fue frecuente en muchos adolescentes que estudiaban en Fairfax o Hollywood y que eran asiduos a los conciertos de punk. Su lugar de reunión habitual fue el Oki-Dog. Se cuenta que, en sus inicios, Bad Religion formó parte de LADS, muy activos entre 1980 y 1985. Vicious Circle, otra pandilla, estaban liderados por Jack Grisham, vocalista de los populares TSOL, que cuenta su historia en su autobiografía An american demon. Uno de sus integrantes más famosos fue Pat Brown, que sería inmortalizado por el grupo Vandals con su canción «The legend of Pat Brown»
La Mirada Punks sigue existiendo a día de hoy, pero al igual que otras muchas bandas, a medida que sus miembros iban siendo detenidos empezaron a hacerse fuertes también en las prisiones. Los Nazi Low Riders, una organización supremacista blanca, los contrató para cometer asesinatos por encargo, atacar objetivos o cometer robos especialmente violentos. Nada nuevo bajo el sol, aunque sin banda sonora. Predicadores furiosos, fanáticos arios y antiguos punks controlando las calles de la ciudad fantasma.