«No son dos polos de poder en disputa, sino un pueblo contra una dictadura»


Entrevistamos a Rodolfo Montes de Oca, abogado y veterano activista venezolano (Red Anarquista, El Libertario) que está viviendo el difícil día a día de la terrible situación que sufre Venezuela. Agente Provocador quiso entrevistarlo y preguntarle por la represión, el papel del ejército o de los libertarios. «Eso de “ni Maduro-ni Guaidó” fue válido cuando teníamos democracia. En una dictadura la posición debe ser otra», afirma desde Caracas

 

Montes de Oca en su domicilio de Caracas

Montes de Oca en su domicilio de Caracas

Estamos siguiendo con enorme preocupación los sucesos de Venezuela. Por eso es muy importante contar con testimonios directos de activistas que, como es tu caso, tienen una amplia trayectoria en distintos movimientos sociales. Nos parece interesante superar el binomio chavismo-antichavismo, y situarnos en el propio discurso del pueblo, de la misma gente que padece el gobierno y también el desgobierno. ¿Cómo es el día a día ahora mismo en el país?

Sigue siendo complejo y precario, como es desde hace años en Venezuela, sobre todo en las regiones donde los servicios básicos siguen viniendo de forma precaria; luz, agua y el gas son un lujo. A esto se le suma una inflación galopante que se calcula para este año en 10.000.000% según cifras del FMI, lo que significa que existe una perdida total de la capacidad adquisitiva el salario y un desplome total de las Pymes (pequeñas y medianas empresas) que no pueden hacer frente ante el costo del valor de reposición. Esto significa un empobrecimiento acelerado de las condiciones de vida del venezolano, con el salario mínimo más bajo de la región, en un país donde el gran patrono es el Estado. Esto generó que el gobierno implementase una política asistencialista conocida como los CLAP (Consejos Locales de Abastecimiento y Producción Social), donde se entregaban cajas con comida de pésima calidad comprada a bajos precios en México y entregada de forma irregular a beneficiarios, lo que pretendió garantizar lealtad y aplacar el malestar social.  

Represión en a manos de la Guardia Nacional. Fotografía: Reuters

Represión en a manos de la Guardia Nacional. Fotografía: Reuters

Es importante resaltar que el servicio de salud pública colapsó, cosas tan sencillas pero necesarias como un catéter o gasas  para algún paciente no se consiguen, incluso los antiácidos como Malox fueron prohibidos aduciendo que los mismos eran usados para contrarrestar los efectos venenosos de los gases lacrimógenos, prohibidos incluso por Constitución. En el plano laboral, aparte de recibir un salario simbólico, muchos de los beneficios laborales como bono de antigüedad o prima de profesionalización se eliminaron debido a que el Estado realizó una reconvención monetaria e igualó los salarios mínimos a un mismo monto, que paulatinamente aumenta cada vez que se ve acorralado pero que a su vez se traduce en mayor inflación. Como es de esperar, cualquier resistencia desde los puestos de trabajo esta siendo atacada con despidos injustificados, jubilaciones prematuras y hasta la cárcel, como es el caso de Rubén González de Ferrominera o los cuatro trabajadores detenidos en Venalum.   

 «Aquí solo se edita el libro azul de Hugo Chávez o la propaganda oficialista»

En el ambiente cultural la oferta se ha desplomado, cerrando espacios y manteniendo unos pocos de forma precaria con eventos progobierno o vintage, como puede ser la proyección durante un mes en un teatro de la película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. La renovación intelectual propia de los periodos de transformación en Venezuela colapsó desde el 2008. Aquí solo se edita el libro azul de Hugo Chávez o la propaganda oficialista.

Disturbios en las calles. Fotografía: AFP

Disturbios en las calles. Fotografía: AFP

Es una nación con una alta deserción escolar, donde niños deambulan por las calles buscando comida de la basura, las ciudades se han vuelto necesitadas, donde una pequeña élite cercana al mundo castrense o político derrocha sus bienes y ganancias ante una población donde los servicios básicos no funcionan, un país energético que no tiene gas, eso sintetiza el drama. A esto se le suma el terror que de forma sistemática ha venido empleando el gobierno contra los sectores populares y la disidencia política a través de un organismo élite llamado FAES (Fuerzas de Acciones Especiales) de la Policía Nacional Bolivariana, al que tan solo en el mes de diciembre a enero se le adjudicaron 205 asesinatos, el 97% de ellos eran hombres, jóvenes y pobres. Actúan por lo general sin orden de allanamiento, sin identificación y ejecutando órdenes de control de orden público que no son de su competencia.  

Policías en moto disparan a los manifestantes. Fotografía: AFP

Policías en moto disparan a los manifestantes. Fotografía: AFP

«La vida del venezolano no solo es precaria sino que está llena de pánico y de un terror que ha infundido el Estado, y que se está transformando en indignación y rabia»

En un plano macro sigue siendo El Dorado de los colonizadores de las naciones del norte, donde realizan extracción de minerales (oro, bauxita, oro, coltán, etc.) degradando el ambiente y solo dejándonos miseria y destrucción en su andar. Las venas abiertas de Latinoamérica, en Venezuela son hemorragias. Por consiguiente, la vida del venezolano no solo es precaria sino que está llena de pánico y de un terror que ha infundido el Estado, y que se está transformando en indignación y rabia.  

Se habla del ejército como elemento fundamental para decidir el futuro del país. ¿Es cierto? ¿Hasta qué punto? ¿Es la policía un  cuerpo que políticamente tiene el mismo peso?

En Venezuela, desde 1830 el conflicto principal ha estado enmarcado en la puja entre civiles y militares, eso hasta el sol de hoy no ha cambiado, sino que se agravó con la llegada del proceso bolivariano. El ascenso al poder de Hugo Chávez significó también un empoderamiento del sector castrense, no solo en el ámbito de beneficios y equipamientos sino en su posicionamiento en sectores claves y en la administración pública, donde obtuvieron beneficios para influenciar en contrataciones públicas, en la adquisición de dólares preferencial o para brindar servicios que en el pasado eran de exclusividad de los civiles. Un ejemplo es que en Venezuela, las fuerzas armadas cuentan con banco, cadena de televisión, emisora de radio, empresa de traslado de valores, empresa de agua potable, etc; lo que deja entrever que el ejército se convirtió en un factor armado propietario de bienes y servicios. De hecho, el único sector que viene creciendo de forma masiva y sostenida en Venezuela desde 2001 hasta la fecha fueron las fuerzas armadas en sus diferentes componentes (Ejército, Marina, Aviación, Milicia y Guardia Nacional). No obstante, como en todos los lugares, siempre hay favoritismos, intrigas y rencillas que afloran sobre todo cuando hay dinero; a lo que se le suma el escenario de pobreza generalizada y precariedad que afecta principalmente a los rangos inferiores y medios de la jerarquía castrense.

Nos guste o no el ejército en Venezuela es un factor importante debido a que es la Nomenklatura caribeña. Por ejemplo, una de las lecciones de la Rebelión Popular del 2017 es que no se logró una quiebra del Ejército a través del enfrentamiento, lo que contrasta con la promulgación de la Ley de Amnistía de este año que busca sumar a los sectores disidentes de las fuerzas armadas a un cambio. De hecho, desde su promulgación el pronunciamiento de oficiales que reconocen al presidente encargado Juan Guaidó se ha viralizado, lo que se ha convertido en una suerte de chiste ver algún venezolano pomposamente con charretera o uniforme grabando un video desconociendo a Nicolás Maduro. El malestar dentro del ejército parece ser masivo y viene desde el 2017 con la toma del Fuerte Paramacay por parte del capitán Juan Carlos Caguaripano, a lo que se le suma la masiva detención durante el 2018 de diferentes militares acusados de complots que tenían distintos nombres, unos más pomposos que otros, como «Operación Armagedón», «Operación Constitución» o el Movimiento de Transición de Dignidad del Pueblo.

Montes de Oca y su pareja en su domicilio de Caracas

Montes de Oca y su pareja en su domicilio de Caracas

Un hecho inédito fue el alzamiento del sargento mayor de tercera Bandres Figueroa y de 27 soldados de la Guardia Nacional que sustrajeron unos fusiles de Macarao y se refugiaron en el destacamento de la Guardia Nacional en Cotiza. Pero aunque es un factor importante no es un factor determinante, lo determinante se está ejecutando desde el 2017 y es parte del balance positivo de la Rebelión Popular, es el tejido social beligerante que emergió durante ese periodo pero que se fortaleció durante el 2018. Se trata de todas las iniciativas de la sociedad civil organizada que se hicieron cargo de los espacios que dejó el Estado por su ineficiencia y mediocridad. Son los comedores populares, los corredores de salud gratuita, los medios de comunicación emergentes, el aprendizaje en torno a la autodefensa. Ese es, al fin y al cabo, el sector determinante que se está haciendo cargo de Venezuela y que ha socavado con los hechos y en silencio al poder de Nicolás Maduro y su camarilla.

«El SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) y el FAES se han convertido en los principales aliados del poder y en el grupo que ha cerrado filas en torno al proceso bolivariano, son como la Securitate de Nicolae Ceaușescu»

Con relación a la policía o los organismos armados que dependen del Ministerio de Interior y Justicia, la situación es distinta ya que, por ejemplo, el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) y el FAES se han convertido en los principales aliados del poder y en el grupo que ha cerrado filas en torno al proceso bolivariano, son como la Securitate de Nicolae Ceaușescu. Es un sector conocido no solo por inventar cada cierto tiempo operativos «antisubversion» como las tristemente celebres «Operación Gedeon I y II» o el tristemente celebre affaire con el intento de magnicidio del Drone, sino que es el grupo que esta realizando ejecuciones extrajudiciales para controlar la economía criminal de los sectores populares (microtráfico, secuestros, etc.), disputando terreno al hampa.

Lo ocurrido con el grupo del inspector Óscar Pérez del CICPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas), llamado Equilibrio Nacional, fue una situación anómala, de un agente excepcional  con cualidades únicas que junto a un grupo de desertores de diferentes fuerzas se alzaron contra el gobierno. Esto no significa que la policía no jugase un papel determinante en la transición que comenzó desde el 2017. La Policía no se amotinó y no dispersó a las multitudes y optó por una posición pasiva y antirepresiva frente a los manifestantes.

Todo esto nos lleva a concluir que aunque la incorporación de las fuerzas represivas será necesaria para el rescate de la democracia, la transición, con o sin ellas, ya comenzó y existe una quiebra evidente de la cadena de mando, que es precisamente lo que busca el movimiento de tropas extranjeras por la frontera presionando para que un ejército con baja moral y mal alimentado se subleve ante una eventual intervención militar de la principal potencia militar de la región.           

Dos miembros de las temidas FAES. Fotografía: AFP

Dos miembros de las temidas FAES. Fotografía: AFP

LA APARICIÓN DE GUAIDÓ, LA AUTORIDAD Y EL FUTURO

¿Cómo visite la autoproclamación del nuevo Presidente? ¿Qué sensaciones te produce? Desde aquí, existe una sensación de ilegitimidad de un gobierno para proclamar otro igualmente ilegítimo. Desde este punto de vista, el venezolano y la venezolana se ven forzados a tener que «elegir». ¿Es posible elegir? ¿No es acaso la libertad la que está amenazada y en el centro del discurso?

Lo primero que hay que decir es que, aunque no nos guste, desde una perspectiva jurídica con lo que establece la constitución, Juan Guaidó es el presidente encargado de Venezuela debido a una situación irregular generada por el mismo Nicolás Maduro, cuando convocó de forma extemporánea y sin garantías unas elecciones presidenciales. Esto generó la situación irregular de que la Asamblea Nacional, la única institución de los cinco poderes que constituyen al Estado venezolano en asumir las competencias de forma temporal hasta que se convoquen a nuevas elecciones presidenciales. Esta situación genera una doble presidencia en Venezuela, la de Guaidó, con el reconocimiento de la mayoría de los gobiernos del hemisferio sur, y la de Maduro, sin legitimidad popular pero que controla al poder judicial, electoral y moral.

Juan Guaidó, en el momento de dirigirse a la multitud. EFE

Juan Guaidó, en el momento de dirigirse a la multitud. EFE

«Lo ocurrido con Guaidó no es una autoproclamación, sino un escenario anómalo»

Por consiguiente, lo ocurrido con Guaidó no es una autoproclamación, sino un escenario anómalo, previsto por la constitución, donde el presidente de la Asamblea Nacional debe asumir competencias del Ejecutivo hasta que se convoque a nuevas elecciones. Es una situación única en la historia. La verdad es que la presidencia interina de Guaidó para mí es irrelevante. No reconozco más autoridad que la libremente consentida, así que mande quien mande yo soy disidente. Lo que sí me genera sensaciones es el proceso de articulación y de desobediencia que se está generando desde la base. Eso sí me genera sensaciones de placer.


UNA «TERCERA VÍA» PARA VENEZUELA 

¿Existe en estos momentos algo así como una «tercera vía», es decir,  no aceptar el chavismo y a Maduro y, el mismo tiempo, tampoco la derecha internacional y los políticos impulsados por esta?

La verdad es que ahora mismo se está generando un debate interesante en los diferentes grupos de la izquierda anticapitalista; unos afirman que se debe mantener una posición discursiva de «Ni Maduro-Ni Guaidó», que es un remix de la posición del El Libertario que se esbozó desde el 2001 pero que respondía a una sociedad polarizada. En lo personal, soy de los que piensa que eso cambió, que ahora se trata de una multitud de intereses que contaría a un grupo que se enroscó en el poder como cualquier monarquía, que no cuenta con la legitimidad de origen y que su supervivencia atenta contra cualquier proyecto de autonomía y autogestión, esa posición «ni-ni» fue válida desde el 2001 hasta el 2017 cuando teníamos democracia. En una dictadura la posición debe ser otra.

Vista panorámica del barrio de Petare. (EFE)

Vista panorámica del barrio de Petare. (EFE)

«Petare, uno de los barrios más grandes de Latinoamérica, se convirtió en un nuevo Bagdad, y solamente en esa semana hubo 35 muertos, todos de impacto de bala, y casi 700 detenidos»

Los tiempos excepcionales no pueden tener explicaciones mecanicistas ni acomodaticias. Del lunes 21 al domingo 27 de enero se generaron disturbios en los cinturones de miseria y en los sectores populares con acciones callejeras y con la incorporación del hampa como nuevo sujeto beligerante, lo cual es un escenario muy distinto a lo acontecido anteriormente. Se dieron movilizaciones en sesenta ciudades, acciones de saqueo y de ataque de instituciones en diferentes partes. Petare, uno de los barrios más grandes de Latinoamérica, se convirtió en un nuevo Bagdad, y solamente en esa semana hubo 35 muertos, todos de impacto de bala, y casi 700 detenidos, 77 de ellos niños humildes que participaban en las refriegas. Ante eso no se puede ser indolente, y creo que es el sentir mayoritario, ni mantenerse al margen a la expectativa con posiciones acartonadas. Hay que ir al encuentro de los sectores movilizados, fijando posición con ellos. Un muchacho de Mamera, Cotiza  o del barrio José Félix Ribas de Petare no es de «derechas» sino un rebelde con hambre que está cansado del chantaje gubernamental del CLAP, de vivir al borde de la miseria y de trabajar para cada día ser más pobre. Por consiguiente, no son dos polos de poder en disputa, sino un pueblo contra una dictadura.

Cuando se logren establecer condiciones mínimas de subsistencia y de garantías para desarrollar el pensamiento libertario, podremos fijar posición contra estos enemigos históricos, Mientras tanto, nos estamos jugando la libertad y la vida. No podemos esperar y debemos ir al encuentro de los sectores movilizados. Esto no significa que se esté de acuerdo con los partidos tradicionales de oposición, ni con los gobiernos imperiales que buscan su pedazo del pastel en el conflicto, lo que sí es imperdonable es mantener un discurso para mantenerse al margen, es en el fragor de la lucha que emergerá una posible tercera posición dentro de un frente de lucha amplio contra la dictadura. Otro tipo de posición es oportunismo y comodidad intelectual. Eso de «tercera vía» queda reducido al trotskismo, que de igual forma va a las movilizaciones y algunos anarquistas, que aunque amigos, desde mi perspectiva están equivocados en su forma de abordar la realidad. En Venezuela se están rompiendo paradigmas. Incluso la de la ortodoxia anarquista enmarcada en un historicismo que no volverá. Es el momento de quebrar el conjuro y reencantar con heterodoxia nuestro andar.    

¿Cómo crees que se desenvolverá la situación en los próximos días? Se habla de la posibilidad de derramamiento de sangre. ¿Se intenta por todos los medios evitar una situación aún más grave?

El problema con Venezuela no será un final sino un desenlace. Lamentablemente,  el gobierno se ha atrincherado en el poder, cuando la verdad es que la transición ya comenzó y ellos se niegan con tozudez a aceptarla. El próximo escenario tendrá que ver con el canal humanitario y con la negativa del gobierno de recibirla, lo cual generará más fricción a un gobierno embargado internacionalmente que nunca estuvo en la capacidad de brindar soluciones ni mejorar la calidad de vida de sus electores. Existen tres centros de acopio de comida y medicamentos, uno de ellos en Cúcuta (Colombia), otro en la frontera con Brasil y, por último, uno en una isla del caribe que serán escoltados posiblemente por intervención de fuerzas multilaterales y el ejército deberá evaluar si se opone o no, a lo que se le sumará la movilización interna para recibirlos. Eso pasa solo cuando se somete a un pueblo al hambre y al chantaje de una caja de comida.

El gobierno de Estados Unidos juega en tres escenarios que describiré brevemente:

1) Que se declare a Venezuela un «Estado forajido» o un «Estado terrorista», lo que significará un aislamiento total y sumergirá a la población a niveles de pobreza e inasistencia peores que los que tenemos.

2) Que realice operaciones quirúrgicas sobre establecimientos militares y oficinas administrativas como empleo en el pasado en Afganistán, Siria, Sudán, Irak y Libia, lo que terminará con el estadio universitario de la UCV lleno de disidentes.

3) Que se canse de esperar una quiebra en las fuerzas armadas, retire su apoyo y le eche la culpa a la «oposición colaboracionista» y que con esto conserve los electores cubanos de Florida, que al fin y al cabo es lo que le interesa para garantizar su reelección presidencial.    

Los que ven en Venezuela los fantasmas de Siria se equivocan. Un ejército con la moral tan baja y con hambre no se inmolará para un gobierno entreguista y procubano, la salida será negociada y el pragmatismo se impondrá. Este es un pueblo guerrero pero no de mártires. Este gobierno colapsará tarde o temprano y serán los mismos militares quienes facilitaran su huida o lo entregarán a un nuevo gobierno producto de una fuerte movilización popular y de la factibilidad de una huelga general decisiva que facilite el desenlace.    

Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana se enfrentan a los manifestantes. Fotografía: AFP

Miembros de la Guardia Nacional Bolivariana se enfrentan a los manifestantes. Fotografía: AFP


TERROR EN LAS CALLES 


«Nuestro pueblo que cifró unas esperanzas de transformación que fueron defraudadas por una cúpula militar y por políticos que, amparados en una fraseología revolucionaria, acabaron con el erario público»


Háblanos de la represión policial y callejera. ¿Qué radiografía puedes hacernos de las personas que están participando en la protesta?

 Veinte años de supuesta «revolución socialista» no acabaron con las atroces prácticas policiales contra los sectores populares. De nada sirvió la «reforma policial» de la cual tanto se ufanó el gobierno. Hoy es el FAES quien está imponiendo el terror en barrios de Venezuela, realizando redadas y allanamientos sin orden judicial, actuando encapuchados y sin identificación, golpeando y robando a diestra y siniestra, usando a informantes para realizar detenciones a media noche. A diferencia de la Rebelión Popular del 2017, donde hubo víctimas por el impacto de bombas lacrimógenas, las del 2019 todas han sido por impactos de bala: de las 35 muertes de la semana de agitación, 8 son consideradas ejecuciones extrajudiciales, lo que demuestra un patrón represivo distinto y con mayor saña que los años anteriores, por lo cual se considera a este organismo policial como un escuadrón de la muerte. Por último, hacer una radiografía de las personas que están participando en las protestas de Venezuela es hacer una radioscopia de una nación que quiere un cambio profundo y que cifró unas esperanzas de transformación que fueron defraudadas por una cúpula militar y por políticos que, amparados en una fraseología revolucionarIa, acabaron con el erario público. Se trata de una madre que tiene que ver a sus hijos marchar a pie por la frontera, de un abuelo que hace colas interminables para cobrar una pensión que no alcanza, del padre que debe tener múltiples trabajos y no puede llenar una canasta básica alimenticia, la del privado de libertad que no tiene audiencia de presentación, la del paciente sin medicina, la de la embarazada que tiene a su hijo en la calle por que ahora se promueve el «parto humanizado», la del beneficiario de vivienda expulsada de su casa por burlarse del gobierno, es la del joven sin expectativas de futuro, es la del niño que por participar en una protesta se lo llevan detenido de su colegio, es la del universitario que malgasta su juventud para tener un trabajo degradante y la del pana que debe enterrar a su amigo ejecutado por la policía y consolar a una madre destrozada. Es, al fin y al cabo, la de una sociedad tan golpeada y vejada. Por consiguiente, ¿quieren saber un secreto?... pues se los diré en esta entrevista: todos los gobiernos son degradantes, incluso los que se hacen llamar de «izquierda» o «socialistas». Derrocarlos no es una opción, es un mandato.