Stéphane Mandelbaum, el pintor asesinado por robar un Modigliani
/Atraído por los bajos fondos, el artista Stéphane Mandelbaum compaginó la pintura con la delincuencia, hasta que fue asesinado por sus cómplices en el robo de un Modigliani.
A principios de 1987, unos niños que jugaban en la zona de Grands Malades cercana a la localidad de Namur y a unos sesenta kilómetros de Bruselas, encontraron el cadáver de un hombre joven en avanzado estado de descomposición. El cuerpo tenía dos impactos de bala en la cabeza y había sido rociado con ácido para dificultar su identificación. Aunque no fue sencillo, la policía descubrió que el cuerpo era el de Stéphane Mandelbaum, de veinticinco años de edad, asesinado, al menos, dos meses antes del hallazgo.
Stéphane Mandelbaum había sido un niño enclenque con una marcada dislexia que le impedía seguir el ritmo de sus compañeros en el colegio, pero con un especial talento para el dibujo y las artes. Hijo de los también artistas Arié Mandelbaum y Pili Mandelbaum, sus padres lo apoyaron en su carrera artística e hicieron todo lo posible para que tuviera una formación académica convencional, cosa que no fue sencilla. A la edad de diez años, el pequeño Stéphane todavía no era capaz de leer y escribir correctamente, y la única forma de solucionarlo fue internándolo en una escuela de pedagogía experimental que, para la tranquilidad de sus padres, dio los frutos esperados.
La mejora en su trayectoria académica permitió que, al cumplir los 18 años, se matriculase en la Escuela de Artes Plásticas y Visuales de Uccle, donde pudo desarrollar sus dotes artísticas, aprender técnicas como el grabado, que utilizaría en su carrera posterior aunque por poco tiempo, porque la laboriosidad y los largos procesos no encajaban bien con la espontaneidad de su estilo. De hecho fue esa urgencia para expresarse lo que hizo que se decantase por el dibujo, creando una prolífica obra en la que representaba a sus ídolos. Personajes como Pasolini, Rimbaud, Bacon o temas relacionados con su historia personal como el nazismo.
Descendiente de judíos por parte de padre, Mandelbaum comenzó a producir dibujos en los que abundaba la iconografía nazi, retratos de jerarcas del Reich, víctimas del Holocausto y escenas de sexo explícito en las que participaban todos los personajes antes mencionados y que no acabaron de gustar a los supervivientes de los campos de concentración y a algunas personas su entorno cercano. No obstante, su abuelo, un polaco superviviente de la Soah, al ver los dibujos de su nieto se limitó a decir: «tiene oro al final de los dedos».
Junto a esa evolución académica y creativa, durante la adolescencia Stéphane comenzó a experimentar una evolución personal. El que fuera un niño débil y retraído se convirtió, gracias a la práctica de deportes de contacto, en un joven fuerte y decidido cada vez más interesado por personajes violentos, por las vidas turbulentas y por los entornos marginales de su ciudad.
El cenit de ese proceso de radicalización llegaría cuando decidió mudarse a Matonge, uno de los barrios más conflictivos de Bruselas, donde entró en contacto con traficantes de drogas, matones, proxenetas, y otros delincuentes con los que, no solo entablaría amistad, sino que se enredaría en la comisión de diversos delitos. Entre ellos, el robo de seiscientas estatuillas japonesas netsuke del apartamento de un coleccionista alemán en agosto de 1986 o la realización de un viaje a Zaire para, además de visitar a la familia de su mujer, comprar arte africano e introducirlo ilegalmente en Bélgica con intención de venderlo en el mercado negro.
En todo caso, el delito que peores consecuencias tendría en su vida sería el que cometió el 12 de octubre de 1986. Junto a otros compinches, Mandelbaum robó del apartamento de una anciana un cuadro de Amedeo Modigliani de 167x72 centímetros que representaba a una mujer pelirroja con un vestido negro. El robo resultó un éxito y la policía fue incapaz de encontrar ninguna pista de los autores. Sin embargo, lo que parecía un crimen perfecto, se frustró por disputas entre sus responsables.
Los encargados en vender la tela robada argumentaron que el Modigliani era falso y se negaron a pagar su parte del botín a Mandelbaum, que no se lo habría tomado bien y habría amenazado a sus cómplices con represalias. Antes de correr cualquier riesgo, sus cómplices decidieron asesinarlo y abandonar su cadáver en mitad del bosque, no sin antes desfigurarlo con ácido. Sin embargo, tras la identificación del cadáver, la policía logró unir las piezas y encontrar la tela que, falsa o no, había sufrido graves desperfectos por haber estado doblada sin ningún cuidado.
Tres décadas después de su muerte, la obra de Mandelbaum ha comenzado a tener el reconocimiento que merece. El Centro Pompidou de París, por ejemplo, dedicó una exposición al artista en 2019 y, poco a poco, los estudios sobre su obra comienzan a ser más numerosos que las decenas de artículos que se publicaron en las secciones de sucesos de los diarios sobre sus delitos y su trágico final. Para los que aún no la conozcan, a continuación se reproducen varios de sus dibujos que algunos críticos han comparado con los de Jean-Michel Basquiat.