Rutinas

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«Acabo de llegar a casa después de un par de noches en vela cuidando, tengo un rato para tomarme un café mirando al infinito y elegir entre limpiar la cocina o ponerme a escribir. Ahora me vendría de vicio una de esas siestas de 90 minutos que se pegaba Balzac a las ocho de la mañana, o una de las de Thomas Mann después de comer, que paralizaban la actividad de la casa entera para no despertar al gran mago»

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