Por un puñado de lienzos: los trampantojos anticapitalistas de Victor Dubreuil

Tras robar medio millón de francos, el misterioso Victor Dubreuil apareció sin un centavo en los Estados Unidos y comenzó a pintar billetes de dólar en sus cuadros. Acusado de falsificación, sus obras fueron incautadas por el Departamento del Tesoro y se han convertido en cotizadas piezas de coleccionista.


En octubre de 1893, un reportero del New York Herald visitó el estudio de Victor Dubreuil en la Calle 44 para preguntarle acerca de los polémicos cuadros que acababa de exponer en un salón de la Séptima Avenida. El amable francés de cincuenta y un años que le abrió la puerta hablaba inglés con un fuerte acento, parecía sin blanca y compartía alojamiento con su joven sobrino. El periodista le describió como «un hombre corpulento y encorvado, con barba cana y ojos centelleantes bajo el ala ancha de su sombreo negro». Pero ante todo demostró ser un hombre culto, de fuertes convicciones políticas y múltiples talentos. 

El relato de sus vivencias resultaba apasionante. Nacido en el seno de una familia acomodada de clase media, el 8 de noviembre de 1842, fue bautizado como Marie Victor Théodore Dubreuil en la ciudad de Ayron, cerca de Poitiers. A los veinte años se alistó en el ejército francés para luchar en la Segunda Guerra Franco-Mexicana y más tarde en la Guerra Franco-Prusiana. Al regresar a París, consiguió un puesto como director de una modesta caja de ahorros y contrajo matrimonio con Virginie Lenoir, una viuda quince años mayor que él, pero la vida burguesa no estaba hecha para él. Durante la primavera de 1881, ayudó a fundar un periódico de corta duración llamado La politique d'action e inició su notoria carrera como agitador socialista. En un intento por financiar una cooperativa que «haría por Francia y África lo que la Compañía de las Indias Orientales hizo por Inglaterra y la India», Dubreuil robó más de quinientos mil francos del banco para el que trabajaba. Justificó su acción como préstamo, pero les dejó en bancarrota. 

El 29 de octubre de 1881, el periódico parisino La revue économique et financière publicó la noticia de la desaparición de Dubreuil, al tiempo que especulaba sobre su posible huida a Holanda. Pesando una orden de extradición en su contra por falsificación y malversación de fondos, Dubreuil puso el pie por primera vez en Nueva York el 6 de junio de 1882. Para evitar su ingreso en prisión, solicitó la ciudadanía estadounidense y consiguió un empleo a media jornada como mozo de cuadra; aprendió a pintar bodegones, paisajes y retratos para ganarse un sobresueldo, e incluso patentó unos tirantes especiales controlados por poleas. Pero su rocambolesca historia saltó a la prensa gracias a una de sus pinturas, sin duda la más autobiográfica, que retrataba el atraco a un banco.

Dubreuil robó más de quinientos mil francos del banco para el que trabajaba. Justificó su acción como préstamo, pero les dejó en bancarrota. 

Cuando se expuso en público en 1893, ¡No se mueva! fue recibido como una alegoría del pánico financiero y la posterior recesión económica que asoló el país en enero de ese mismo año. A medida que la situación empeoraba, algunos bancos estadounidenses se negaron a abonar en efectivo los cheques de sus clientes por falta de liquidez. El hombre que nos apunta con un revólver luce el mismo tipo de sombrero que acostumbraba llevar el propio artista. A su lado, una anciana ataviada como una lavandera arrambla con los billetes de la caja en lo que se puede interpretar como una llamada a la revuelta proletaria. No es casualidad que, al otro lado del cañón, el espectador adopte el punto de vista del aterrorizado cajero, ni que bajo un libro de cuentas en blanco veamos un periódico del 21 de febrero, aludiendo a la fecha de publicación del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels en 1848. Por si fuera poco, en el envés de uno de los billetes de un dólar que podemos leer la palabra "Unidos", como simpatizando con la lucha de los desposeídos.

Al año siguiente, en septiembre de 1894, un joven contable llamado William Applegate compareció en calidad de testigo ante un Comité del Senado encargado de investigar la corrupción policial de la ciudad de Nueva York. Durante la declaración salieron a relucir los nombres de Dubreuil y su mecenas William Roach, el dueño del establecimiento en el que solía exponer sus cuadros, en relación con los negocios turbios de Jimmy McNally, un hampón de Jersey. Según Applegate, McNally era un derrochador, «y para complacerlo, Roach había contratado a un artista para que pintara cuadros de lingotes de oro, fajos de billetes verdes y cosas por el estilo» para decorar su guarida e impresionar a sus secuaces con espejismos de fama y fortuna. El realismo de aquellas pinturas «realizadas por un anciano que representó un millón de dólares en un lienzo de tres pies cuadrados por una tarifa de veinte dólares» hizo sospechar al periodista del Herald sobre la verdadera naturaleza del encargo y acusó a Dubreuil de pertenecer a la red de falsificadores de McNally y, en última instancia, alentar la codicia de los carteristas. Señalado por la prensa, el pintor decidió defender su inocencia con las únicas armas que tenía a mano: sus pinceles.

No es casualidad que, al otro lado del cañón, el espectador adopte el punto de vista del aterrorizado cajero, ni que la fecha del periódico aluda a la publicación del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels en 1848.

Para El ojo del artista, Dubreuil parece inspirarse en la sentencia del caso Dreyfus, que conmocionó a la sociedad francesa en 1894, equiparando su suerte con la del capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, acusado injustamente de ser un espía alemán. El ojo inquisidor, que aparece al lado de una carta con el membrete del Herald dirigida al autor del cuadro, sugiere que él también fue víctima de la difamación pública que amenazaba con degradarlo. Y si acercamos la lupa al sobre, repararemos en una serie de referencias históricas a la lucha para proteger la libertad individual frente a la autoridad arbitraria de un déspota. La fecha de 1614 recuerda los últimos Estados generales de Francia, una asamblea extraordinaria formada por representantes del clero, la nobleza y el pueblo, que el rey Luis XVI volvería a convocar en 1789 como preámbulo a la Revolución Francesa. En la parte inferior, la estampilla también contiene otra cifra simbólica: 152, la altura exacta en pies de la Estatua de la Libertad, el gran símbolo de estadounidense y obsequio del pueblo francés a los Estados Unidos para conmemorar su independencia, el 4 de julio de 1884.

En su afán por denunciar las injusticias del sistema capitalista, Dubreuil expuso las asombrosas ganancias amasadas por el monopolio ferroviario de la North, South, East, and West Railroad en Dinero seguro, y se sirvió del discurso pronunciado por el candidato demócrata William Jennings Bryan para evidenciar la hipocresía de la clase dirigente. Apropiándose de la máxima «No crucificarás a la humanidad en una cruz de oro», convirtió a Martha Washington en su particular Virgen María antes de abandonar el país por temor a las represalias judiciales. Desde que en 1897 un agente del Servicio Secreto del Departamento del Tesoro había confiscado una de sus pinturas, el cerco policial amenazaba con cerrarse de nuevo y Dubreuil se vio obligado a regresar a Francia. Su pista se pierde definitivamente a las afueras de París, en 1900, contribuyendo a su leyenda de artista subversivo, ladrón de guante blanco y escapista consumado.