El filósofo que quiso detener a la muerte: Foucault y su única visita a España
/Manifestaciones, comunicados... Costa-Gavras propuso algo mejor: junto a Michel Foucault y varios colegas suyos viajarían hasta Madrid en pleno franquismo y forzarían sus detenciones. Así intentarían detener las ejecuciones de varios militantes de ETA y FRAP
El franquismo parecía herido de muerte. Había voces que anunciaban una transición, un cambio político forzado por la presión interior y exterior, aunque en último término también como una estrategia de continuismo político bajo el rostro democrático. Los cargos políticos y familias dominantes se mantendrían igual. Las cuotas de poder cambiarían para que nada cambiase. En varios países europeos hay protestas contra Franco. En Francia, un grupo de intelectuales, entre los que se encontraba Sartre, protestarán contra la pena de muerte (garrote vil) que Franco ha impuesto a cinco personas, dos miembros de ETA y otros tres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico). Participan en marchas y concentraciones, leen comunicados y se reúnen con intelectuales y grupos políticos. Sin embargo, el director de cine Costa-Gavras propondría algo muy distinto: un grupo de ellos, entre los que estaba Michel Foucault, viajaría hasta Madrid y, con su previsible detención, provocarían un incidente internacional, con lo que darían más visibilidad a la protesta. Junto al mismo Gavras viajarán Foucault, Régis Debray, Yves Montand, Jean Lacouture, Claude Mauriac y el sacerdote Ladouze.
«Las dos imágenes que se conservan, tomadas en el aeropuerto instantes antes de partir hacia España, los muestran tensos y expectantes»
Salieron del aeropuerto Charles de Gaulle el 22 de septiembre y, al aterrizar, fueron hasta el hotel Torre de Madrid, donde tenían previsto realizar el acto. Las dos imágenes que se conservan, tomadas en el aeropuerto instantes antes de partir hacia España, los muestran tensos y expectantes. Nada más llegar a Madrid, toman varios taxis y se dirigen veloces, con la prensa ya convocada, al hotel Torre de Madrid. Los periodistas han sido convocados a última hora y sin especificar exactamente qué sucederá. Montand empieza a leer un comunicado en el que denuncia al régimen franquista y lo que está dispuesto a hacer.
El texto decía lo siguiente:
«Diez hombres y mujeres acaban de ser condenados a muerte. Han sido condenados por tribunales especiales y no han gozado del derecho a la justicia. Ni de la justicia que demanda pruebas para condenar. Ni de la justicia que otorga a los condenados la capacidad de defenderse. Ni de la justicia que les asegura la protección de la ley, sin importar la seriedad de las acusaciones. Ni de la justicia que protege a los enfermos ni de la que prohíbe el maltrato a los presos. Siempre hemos luchado por esa justicia en Europa. También hoy debemos luchar donde quiera que se la amenace. No queremos proclamar la inocencia; no pretendemos hacerlo. No pedimos un indulto tardío; el pasado del régimen español no nos permite esperar tanto. Demandamos que los hombres de España respeten las reglas básicas de la justicia, del mismo modo que las respetan los hombres de otros lugares. Hemos venido a Madrid a sostener este mensaje. El asunto es tan serio que hemos tenido que hacerlo. Nuestra presencia pretende mostrar que la indignación que nos conmueve significa que nos sentimos solidarios, junto con muchos otros, con esas vidas amenazadas».
Seguidamente, Debray, intenta hacer lo mismo en castellano, pero un grupo de policías de paisano, que acaba de llegar al lugar, se abalanza sobre ellos, la muchedumbre es dispersada y los siete filósofos activistas detenidos. Con la sala ya despejada, les ordenan permanecer sentados mientras llegan refuerzos. Foucault, sin embargo, se levanta y es zarandeado hasta que se sienta en el suelo. El franquismo, sabiendo lo que podía suponer el encarcelamiento en nuestro país de estos siete hombres, toma una decisión por otro lado previsible. Todos, sin excepción, son devueltos inmediatamente a Francia en el primer avión que sale de Barajas. En total, Foucault y sus amigos no estuvieron más de seis horas en Madrid. Cinco días más tarde, el 27 de septiembre de 1975, fueron fusilados en Madrid, Barcelona y Burgos los presos, al cumplirse las condenas de muerte dictadas contra ellos en tres consejos de guerra. Fueron los últimos asesinatos legales de la dictadura.