Una inestable y peligrosa fuerza de choque: Rude boys y skinheads en el Londres de The Who y King Mob
/A finales de los sesenta, hard mods y skinheads se convirtieron en la soñada fuerza de choque de grupos radicales como King Mob, mientras estaban a punto de suceder los primeros ataques racistas contra la comunidad paquistaní. Un sector de los temidos skinheads se declaró abiertamente racista, mientras otro intentó sin éxito cambiar el rumbo. Nos adentramos en el tumultuoso y fascinante momento en que los mods se hicieron más duros y los choques en las calles eran cada vez más frecuentes. Rude boys, parkers, crombies y skinheads en el Londres de The Who
Los ingleses se sentaban ante el televisor y contemplaban cómo un joven guitarrista, de aspecto muy similar a los cientos de delincuentes juveniles de los barrios proletarios de Londres, destruía una guitarra contra un amplificador del que poco después comenzaba a salir humo. Era Pete Townshend, de The Who, la banda que se definía a sí misma como «Maximum R’n’B’» en pósters y entrevistas, líderes absolutos de la turba mod, siempre imprevisible y agresiva. El mundo cambiaba. Comenzaron los entre estos y los rockers, después de que unos años antes los teddy boys fuesen el espectro terrorífico de una juventud desquiciada y salvaje.
«Esta nueva solidaridad entre los jóvenes teds, mods y rockers —se decía en un ensayo publicado en aquella época— se manifiesta mediante una vestimenta uniformada y la hostilidad hacia el mundo de los mayores, una hostilidad que a la menor ocasión desemboca en salvajes explosiones de violencia». Sin embargo, no existía solidaridad alguna entre clanes, sino todo lo contrario: solían odiarse mutuamente. Pero algo estaba pasando. Mientras la izquierda y los intelectuales de medio mundo buscaban al perfecto revolucionario (¿Sería acaso el escritor y enragé Jean Genet?, pensaron algunos. ¿O quizás el negro del gueto?, opinaban otros en Estados Unidos), las subculturas juveniles de navaja y bronca parecían ir un paso por delante.
Heatwave y Rebel Worker, las primeras publicaciones que unieron pop y rebelión
Aquella expresión de rabia casi existencial —un odio de clase que encendía los ánimos en un país que seguía jactándose de haber vencido al nazismo—, inspiró a un joven fan del blues, la anarquía y los teddy boys como Charles Radcliffe, que pronto fundaría Heatwave, la primera publicación europea (apenas una revista fotocopiada con dibujos hechos a mano pero increíblemente potente y original) que unió rock and roll y subculturas juveniles con rebelión política. Pero el origen de aquel fanzine pionero en Europa, de una tradición que se ha mantenido hasta nuestros días, estaba en Estados Unidos, donde la pareja formada por Franklin y Penelope Rosemont, dos surrealistas y libertarios militantes del sindicato IWW, conocidos como los «wobblies», habían creado la revista Rebel Worker, surgida en 1965, y que podía ser la versión en papel de las canciones de Woody Guthrie o Joe Hill.
Los Rosemont jugaban con las ideas del mejor surrealismo (el amor loco y la imaginería de Sade, el compromiso político y el juego infinito), coleccionaban discos, sobre todo del primer blues y folk, y se carteaban con decenas de activistas de todo el mundo. Radcliffe, tras contactar con ambos, se hizo íntimo amigo de la pareja, que acabó visitando Londres en mayo de 1966. La amistad fue más que eso y se convirtió en una alianza táctica: Radcliffe editaría el número 6 de Rebel Worker, que se distribuiría y vendería en Inglaterra aprovechando sus contactos. En sus páginas se conectaba la iconografía del pop con la política y la fascinación por las subculturas (folk, teddy boys, mods, beatniks, provos holandeses...). Fueron días hermosos, de camaradería y planes, pero un par de meses más tarde, en julio, los Rosemonts regresaron a Chicago y Radcliffe, siguiendo la tradición de Rebel Worker pero transformándola en algo más virulento y británico, publicó el primer número de su revista Heatwave, que vio la luz en la fatídica fecha del 666 (6 de julio de 1966): «Quería que se dirigiera directamente al lumpenproletariado, a mis propios puntos de vista, porque creía que tenía un potencial revolucionario», afirmó en su autobiografía.
Comenzaba así una nueva época o el origen del estilo protohooligan y político. En los sucesivos meses, Radcliffe entró en contacto con un grupo de agitadores con los que, durante un corto espacio de tiempo, formó parte de la sección inglesa de la Internacional Situacionista. Ahora todo parecía volverse más políticamente ortodoxo. O casi. Tras varias reuniones, aventuras y desventuras, la experiencia terminó de forma abrupta y amarga: los franceses, con Guy Debord al frente, que desde París dirigía con puño de hierro la organización, eran demasiados franceses. Los ingleses fueron expulsados o invitados a abandonar el grupo. Las referencias y proclamas que habían lanzado acerca de la juventud y el pop como posibles incendios y sus relaciones con los Motherfuckers americanos (una pandilla politizada realmente temible), no entraban dentro de las ideas de los situacionistas de París, para quienes toda forma de pop era una pieza más de la «sociedad del espectáculo».
King Mob: destruirlo todo
«King Mob, en muy poco tiempo, llevó a cabo un sinfín de acciones callejeras, desde ocupaciones por la fuerza de parques hasta el reparto de panfletos a manos de un falso Santa Claus a las puertas del centro comercial Selfridge, odas a Jack el Destripador y al arte radical»
Pintadas en el centro de Londres obra de King Mob y portada de uno de los números de su revista King Mob Echo
King Mob, surgidos entre los restos de los situacionistas ingleses en el barrio de Notting Hill, fueron quienes continuaron la tarea emprendida por Radcliffe. Alguno de sus antiguos colegas entró en King Mob y, con el tiempo, acabarían instigando choques entre tribus, rechazando con violencia la cultura hippie y marchando en las manifestaciones junto a los primeros skinheads que comenzaron a verse por las calles de Londres a finales de 1968 y comienzos de 1969. King Mob, en muy poco tiempo, llevó a cabo un sinfín de acciones callejeras, desde ocupaciones por la fuerza de parques hasta el reparto de panfletos a manos de un falso Santa Claus a las puertas del centro comercial Selfridge, odas a Jack el Destripador y al arte radical en su revista King Mob Echo o decenas de grafitis que unían literatura con crimen y que inundaron el centro de Londres.
Cuando Heatwave salió a la calle los mods estaban siendo muy influenciados por la cultura callejera negra. Entre ellos había una facción muy radicalizada que empezó a cambiar su indumentaria y sus señas de identidad. Su especie de uniforme (botas Doc Martens, vaqueros y camisas con tirantes) era una reafirmación de clase frente al tradicional traje burgués. En realidad, formaba parte de la fascinación por el dandy proletarizado y con contactos en la pequeña delincuencia que simbolizaba el rude boy negro, auténtico personaje de los ambientes jamaicanos londinenses, amo y señor de Notting Hill y los sound systems. Todo esto sucedía entre 1966 y 1968, justo durante el periodo de tiempo transcurrido entre el primer número de Heatwave, la formación de la efímera sección inglesa situacionista y la aparición de King Mob. La transición dio lugar a otro tipo de mods, los hard mods, antecedente del skinhead. La gran mayoría de ellos provenían de barrios proletarios en donde vivía una gran población de inmigrantes de segunda generación. Sin embargo, en su búsqueda de una identidad propia y su pertenencia a una cultura endeudada irremediablemente con los negros, muy pronto comenzaron a hostigar a paquistaníes, gays y hippies, a quienes muchos convirtieron en culpables de su proletarización. Los hard mods empezaron a distanciarse del mismo movimiento mod, radicalizando su estilo y lenguaje en una transición hacia la aparición del skinhead. Una parte de aquellos primeros skinheads, al igual que habían hecho los teds una década antes, cuando habían protagonizado los disturbios racistas de 1958 en Notting Hill, identificaron con los paquistaníes todo aquello contra lo que decían luchar: una sociedad corrupta controlada por narcotraficantes, criminales y proxenetas.
«Aquellos skinheads, cuando todavía el movimiento se debatía entre el racismo o mantenerse fieles a su cultura eminentemente negra, fueron apoyados por King Mob, que alentó combates en pleno centro londinense entre estos y los rockers»
Aquellos skinheads, cuando todavía el movimiento se debatía entre el racismo o mantenerse fieles a su cultura eminentemente negra, fueron apoyados por King Mob, que alentó combates en pleno centro londinense entre estos y los rockers, pero su apoyo no fue incondicional. King Mob no defendía al skinhead como tal, sino lo que este representaba (no asimilación, reafirmación y odio de clase). Si Heatwave había apoyado a los teds y hard mods, King Mob hizo lo mismo con la creciente cultura skinhead. Entre el pacifismo y la cursilería de los hippies y el rudismo hiperviolento de los skins, optaron por mostrar simpatías hacia estos últimos, como si con ellos, con su presencia cada vez más incómoda, quisieran cumplir ese sueño de llevar la violencia al plano de las ideas.
Las tensiones se hicieron cada vez más evidentes. Durante la masiva manifestación del 18 de marzo de 1968 contra la guerra de Vietnam, que acabó en fuertes enfrentamientos con las fuerzas del orden al pasar ante la embajada estadounidense, King Mob marchó junto a grupos de skins. A los gritos marxistas-leninistas de «Ho, Ho, Ho Chi Minh!», King Mob ridiculizaron a los estudiantes provietnamitas respondiendo con «Hot chocolate, drinking chocolate». Los skins, al instante, hicieron algo parecido. Se enfrentaron a los estudiantes, a quienes ridiculizaron con cánticos de «Estudiantes, ha, ha, ha». Al terminar la manifestación, frente a la embajada, un miembro de King Mob pintó una frase que decía: «18 de marzo, empieza la guerra en Inglaterra». La revuelta definitiva parecía inminente.
«Ríos de sangre»
No era algo homogéneo. Algunos integrantes de King Mob participaran activamente en la cultura hippie. Su efímera asociación con hard mods y skinheads fue en realidad como un sueño frustrado. La imagen del skinhead «conectaba con el estilo de los obreros manuales» (vaqueros, botas, camisas y tirantes), afirmarían en 1972 Phil Cohen, antiguo miembro de King Mob, y David Robbins en Skinheads an example. Eran una subcultura amenazante y violenta, la única que parecía entender que el cambio llegaría solamente si se dejaban atrás las tácticas pacifistas, situándose al frente de una revolución que no llegaba.
Pero aquellas primeras ilusiones, mientras todas las posibilidades seguían casi intactas para un movimiento skinhead que aún estaba definiendo su estilo y, sobre todo, su posicionamiento ideológico, acabaron a finales de 1969 cuando grupos skins atacaron la London Street Commune, una comuna conocida como el «Castillo hippie» situada en Picadilly 144 y en la que colaboraban miembros de King Mob. En aquel momento, la prensa comenzó a tratar al skinhead como una subcultura racista que popularizó la expresión «Paki Bashing», en referencia a los ataques contra paquistaníes, cada vez más frecuentes. Ese año fue la primera vez que la prensa, en concreto el Daily Mirror, utilizó la expresión «skinhead».
Cartel motherfucker producido por King Mob, cartel de Notiing Hill publicado en International Times y pintada de King Mob
La violencia era real y cotidiana. Benjamin Bowling, en Violent racism: victimisation, policing and social context, afirma que en tan solo los tres primeros meses de 1970 se contabilizaron hasta 150 casos de ataques de skins sobre paquistaníes en el este de la ciudad. Algunos eran abiertamente racistas; otros, en cambio, no. En medio, un sector se movía en una frágil ambigüedad política. No existía ningún partido político de extrema derecha que los utilizase, como sí sucedería años más tarde. A nadie se le ocurría pensar seriamente algo así por el carácter inestable, desorganizado y arbitrario del skinhead. Sin embargo, en 1970 la prensa aseguró que unos cuarenta de ellos, que paradójicamente seguían escuchando ska y rocksteady, habían acudido a las oficinas londinenses de Enoch Powell, un político ultraderechista que en abril de 1968 había pronunciado un escandaloso y virulento discurso racista titulado «Ríos de sangre» para ofrecerle su apoyo. Algunos skinheads, sin embargo, se opusieron a la generalización mediática que los convertía en un grupo racista, incluso para la prensa contracultural. International Times, el principal periódico contracultural del momento junto a Oz, llegó a contar con una columna, publicada en los números 69-73, titulada Yell y escrita por el pionero skinhead Paul Thompson, que pretendía dar otra visión no racista del movimiento.
Skinheads en la portada de International Times número 65 (26 de septiembre de 1969)
«La comuna fue atacada día tras día por bandas de skinheads, que sin embargo fueron rechazados por los okupas y que fueron protegidos por motoristas del futuro capítulo inglés de los Ángeles del Infierno»
Mientras tanto, Phil Cohen, miembro de King Mob, bajo el pseudónimo de Dr. John, se dirigió a la prensa como portavoz de la London Street Commune. Años más tarde, recordando aquellos días, el propio Cohen declaró: «Yo mismo me llamaba hippie, pero entonces yo era tan intenso que incluso los hippies pensaron que era demasiado salvaje para ellos». La comuna fue atacada día tras día por bandas de skinheads, que sin embargo fueron rechazados por los okupas y que fueron protegidos por motoristas del futuro capítulo inglés de los Ángeles del Infierno. Aquel fue uno de los pocos casos en que los Ángeles del Infierno o aquellos primeros grupos de motoristas forajidos se declararon abiertamente izquierdistas. No sabemos si aquel sorprendente apoyo se debió más bien a cuestiones subculturales: los motoristas, que habían evolucionado a partir de los rockers, identificaban a los skinheads como a sus antiguos enemigos, los mods, con los que una y otra vez se habían enfrentado.
El apoyo de la escena contracultural hacia Picadilly 144 aumentó con el llamativo desalojo policial, en septiembre de 1969, bajo el pretexto del consumo de drogas. Doscientos agentes tomaron la mansión, donde un portavoz de Scotland Yard afirmó haber encontrado «armas y cócteles molotov». The Sunday Times, el mismo mes del desalojo, publicó unas declaraciones de una joven skin que afirmaba: «A nosotras no nos gustan los hippies, el cabello largo, ropa floreada o cualquier prenda que llame la atención».
London Street Commune. Terence Spencer para LIFE
No hay finales felices
Cohen, ya convertido en un sociólogo prestigioso, editaría tres años después el libro Subcultural Conflict and Working class Community, donde afirmó que «mods, parkers, skinheads y crombies, representan todos ellos, en formas diferentes, un intento de reparar algunos de los elementos de cohesión social destruidos en la cultura paternal […]. Mientras los mods plantean una solución “ascendente” (su estilo refinado y su discurso ideológico como metáforas de la superación social), los skins exploran una solución “descendente” (el vestuario lumpen y la rudeza obrera como expresiones de la proletarización)».
Teddy boys y skinheads, durante un tiempo, alimentaron el fuego y los sueños de los radicales. «¿Teníamos alguna relación con los skinheads en la época de King Mob? —se preguntó décadas después Dave Wise, uno de los fundadores del grupo—. Bueno, en la práctica siempre teníamos relación con la gente que bajaba desde Newcastle. Eso de “fetichizar” lo skinhead tenía más que ver con Phil Cohen y era, en realidad, parte de su proyecto de trabajo de radical social que ya nunca se quitaría de encima y, con los años, se fue metiendo cada vez más en él, de tal manera que ahora es todo un experto a instancias del estado. Respecto a nosotros, teníamos relaciones sustanciales con skinheads de manera individual, pero estas estaban relacionadas con el contexto más sencillo de nuestro curro en la construcción y, normalmente, las disfrutábamos, especialmente en aquella obra que estalló en 1982 en una revuelta y que junto a ellos acabamos por destrozarla totalmente».