Una pantera negra en el Madrid franquista

Militante de los Panteras Negras en una mesa de propaganda (1969). Fotografía: David Fenton

Militante de los Panteras Negras en una mesa de propaganda (1969). Fotografía: David Fenton

En 1967 Roberta Alexander, militante de Panteras Negras, dio un mitin en la universidad madrileña contra la guerra de Vietnam. El acto acabó con cargas, banderas comunistas y disturbios en las calles del centro. Tras cantar «We shall overcome» en los sótanos de la DGS fue expulsada del país


Es un capítulo insólito de la disidencia franquista en el corazón del franquismo: una militante negra de los por entonces recién constituidos Panteras Negras que dio un mitin en una universidad madrileña y que, durante varias semanas, tuvo en jaque el franquismo. Su testimonio nos habla de los famosos «saltos» (quedadas con intención de manifestarse que duraban minutos hasta que llegaba la policía armada y dispersaba a sangre y fuego), pero también del ímpetu de los estudiantes radicalizados, que no dudaron en tomar el campus y manifestarse ante las instituciones de Estados Unidos en Madrid para protestar por la guerra de Vietnam, convertida en la gran causa internacionalista de la segunda mitad de los sesenta.

DEL PACIFISMO DE BERKELEY AL MADRID DE LOS GRISES

Roberta no era una recién llegada a la militancia. Antes de entrar en los Panteras había participado en el Free Speech Movement, el movimiento por los derechos civiles surgido en Berkeley. Sin embargo, su visita a España en plena dictadura fue una experiencia que le impactó. No sabía nada de nuestro país. Estaba fascinada por la Guerra Civil y el papel de las Brigadas Internacionales (su tío había pertenecido a la Brigada Lincoln, formada totalmente por negros), pero poco más.

Roberta Alexander durante un acto en Alemania. Fotografía: Rebelión

Roberta Alexander durante un acto en Alemania. Fotografía: Rebelión

No viajó sola. La acompañaban dos amigas, todas ellos comunistas. Tras una gran travesía en barco (salió de Nueva York y, después de hacer escala en Dover, llegaron a Le Havre, Francia, desde donde tomaron un tren y se plantaron en Madrid), llegó como estudiante de intercambio de la Facultad de Filosofía y Letras, lo cual le daba cierta protección. Al fin y al cabo era extranjera nacional de un país como Estados Unidos, con el que a partir de 1960 el franquismo, consciente de la necesidad de buscar una apertura económica, firmó un acuerdo comercial. Franco intentaba «normalizar» sus relaciones internacionales. Entre otras cosas, el pacto supuso la publicación de numerosos escritores estadounidenses a través del Servicio de Informaciones de los Estados Unidos de la Embajada (John Dos Passos, Ernest Hemingway, William Faulkner, Erskine Cladwell, John Steinbeck, James T. Farrell, Pearl S. Buck o John P. Marquand, entre otros). Nada más llegar, fue recibida por Carlos Blanco, marxista, escritor, crítico literario y director del programa de intercambio. Entonces Roberta no sabía que él sería fundamental en los sucesos que estaban por venir. Las primeras semanas fueron extrañas. Estaba decidida a implicarse en el activismo político a pesar de la represión, pero no lograba dar con grupos izquierdistas. «Al principio no pude encontrar a la gente política, porque los estudiantes tiraban unas octavillas y desaparecían, había una manifestación y desaparecían, no era capaz de averiguar quién estaba detrás, conocer a alguien», contó a Luis Martín-Cabrera, en una entrevista publicada en Rebelión en octubre de 2011. Carlos Blanco, secretamente, organizaba a los estudiantes, que planeaban un boicot a la visita de Ronald Reagan a Madrid. Irían hasta el aeropuerto a recibirlo con pancartas, pero finalmente el viaje se canceló. Sin dudarlo, algunas mañanas colocó varias mesas informativas a la entrada de la facultad que denunciaban la guerra. Fue entonces cuando, para presionar al gobierno español para que no renovase sus acuerdos con Estados Unidos en el uso de sus bases militares en España, sobre todo en Torrejón de Ardoz, se organizó una campaña contra la guerra de Vietnam y el imperialismo que daría comienzo el 28 de abril.

Mujeres militantes del Partido de las Panteras negras (1969). Fotografía PBS

Mujeres militantes del Partido de las Panteras negras (1969). Fotografía PBS

 LA PANTERA NEGRA QUE HABLÓ A LOS ESTUDIANTES MADRILEÑOS


«Te tienes que marchar por detrás de esos matorrales, tenemos un taxi esperándote; lo mejor es que te vayas un par de semanas a Andalucía hasta que se olviden de ti»

Roberta, aunque con reservas, aceptó hablar en un mitin en la universidad. La idea era hacerlo solamente de Estados Unidos pero no hacer referencia alguna a Franco. Fuera, algunos grupos quemaban banderas de Estados Unidos, mientras la sala estaba a rebosar (entre 400 y 500 personas). Todos miraban hacia la puerta, a la espera de ver entrar a las fuerzas del orden. Roberta habló emocionada. El público, que tenía delante a una auténtica pantera, estalló en una gran ovación.

Al terminar, llegó lo que parecía casi inevitable:

 «Me estaba ya preparando para marcharme cuando un pequeño grupo de estudiantes, encabezados por Fini Rubio, se me acerca y me dice: “Te tienes que marchar por detrás de esos matorrales, tenemos un taxi esperándote; lo mejor es que te vayas un par de semanas a Andalucía hasta que se olviden de ti”. Aquello no parecía un plan muy prometedor [risas]. A mí no me había dado por pensar mucho más allá, no se me había ocurrido pensar que pasaría después del discurso, hasta que estos estudiantes me dijeron que tenían un taxi esperando por mí. En este sentido, era bastante ingenua. Sabía que el plan de Andalucía no iba a funcionar, por eso me fui a mi pequeño apartamento y después le hablé a mi amiga, Karen Winn, que todavía vivía en una pensión. Karen era rubia y Carol Watanabe de origen japonés. Las dos me habían ayudado a poner las mesas para la petición de firmas, pero no habían pronunciado ningún discurso. La mujer de la pensión de Karen nos dijo que la policía había venido a buscarnos y que les había dicho que volveríamos en cuatro horas para que tuviéramos tiempo de escaparnos. Hicimos las maletas rápidamente y llamamos a Carlos Blanco y le preguntamos: “¿Qué hacemos ahora?”. “Veniros inmediatamente a mi casa”, nos dijo. Agarramos un taxi justo a la hora de la siesta y, de repente, en la radio se escucha algo sobre “la chica de color, la rubia y la japonesa de Berkeley que han insultado a la hospitalidad española”. El taxista debía ser un tipo legal, porque miró por el retrovisor y se dio cuenta de quiénes eran sus clientas. Nos dejó en la casa de Carlos Blanco, donde pasamos 2 o 3 días. En casa de los Blanco se hizo evidente que no se iban a olvidar simplemente de nosotras, así que decidimos volver a nuestros respectivos lugares de alojamiento. Regresé a mi apartamento y allí me estaba comiendo un yogur cuando llamaron a la puerta dos hombres vestidos de paisano y dijeron: “¿Eres tu Roberta Alexander?”, lo cual era poco menos que una broma. Dije que sí y me dijeron que quedaba bajo arresto, pregunté por qué y me dijeron: “No sabemos por qué, la Embajada Americana nos lo ha mandado”».

Las protestas en la prensa comunista española en el exilio. Arriba, los estudiantes (algunos con el rostro cubierto) se manifiestan. Abajo, cargas de los agentes disolviendo la marcha (LPE, 15 de mayo de 1967)

Las protestas en la prensa comunista española en el exilio. Arriba, los estudiantes (algunos con el rostro cubierto) se manifiestan. Abajo, cargas de los agentes disolviendo la marcha (LPE, 15 de mayo de 1967)

DISTURBIOS EN EL CENTRO: EL PUÑO NEGRO SOBREVUELA LA CAPITAL

Roberta estaba detenida, primera y última vez que una pantera negra fue arrestada en la España franquista. Sin embargo, mientras era conducida a comisaría en varios puntos de Madrid sucedían más cosas. El Diario de Burgos, en su edición del 29 de abril, narra así lo que pasó:

Manifestación estudiantil en Madrid «contra la política de los Estados Unidos en el Vietnam»

Parece que fueron jóvenes norteamericanos los que llevaron la iniciativa de la organización

Madrid (Cifra).— Esta ma­ñana se han reunido varios centenares de estudiantes en la Facultad de Ciencias Po­líticas y Económicas para manifestarse en contra de la política norteamericana en el Vietnam. En el aula donde tuvo lu­gar la reunión se habían desplegado banderas de Viet­nam del Norte, retratos del presidente Johnson y eslóganes contra la política y la acción de los Estados Uni­dos en el Suroeste asiático. Se leyeron recortes de pe­riódicos extranjeros sobre «bombardeos de población civil», declaraciones de Ho-Chi-Minh, del inglés Bertrand Russell y de un gru­po de llamados Intelectuales españoles que se adherían al acto. Una estudiante norte­americana de color, proce­dente de la Universidad de Berkeley, Roberta Alexander, que se encuentra en Espa­ña en régimen de inter­cambio universitario, se pro­nunció contra la interven­ción norteamericana en el Vietnam y se refirió a las discriminaciones raciales en Estados Unidos. Entre los asistentes a la re­unión se observaba un nú­mero elevado de estudiantes norteamericanos que realizan sus estudios en España en virtud de convenios estable­cidos para intercambio es­tudiantil. Se tiene entendido que ha sido de estos grupos de es­tudiantes de donde ha sur­gido la directiva para la preparación y organización de estas manifestaciones con­tra la política de su propio país en el Vietnam, buscan­do la colaboración de algu­nos estudiantes españoles. La estudiante Roberta Ale­xander había publicado re­cientemente una carta en el New York Herald Tribune en la que pretendía justifi­car los disturbios de Ma­drid. Confirmantes de la car­ta eran otras estudiantes norteamericanas Carol Batanave y Karen Win. Esta procede de la Universidad californiana de Berkeley y ha manifestado a una agencia extranjera en Madrid: «No intervendremos en la mani­festación porque si el pelo ru­bio se destaca demasiado», aunque admitió que estu­diantes americanos habían intervenido en la organiza­ción de esta manifestación contra los Estados Unidos, por su política en el Viet­nam.

Roberta Alexander a la izquierda de la imagen con el puño en alto

Roberta Alexander a la izquierda de la imagen con el puño en alto

«Un centenar de estudiantes quemaron unas bande­ras norteamericanas que lle­vaban pintadas y unos re­tratos dibujados del presi­dente Johnson»


Al acabar esta reunión, alrededor de un centenar de estudiantes encabezados por otros que llevaban pancar­tas contra el presidente Johnson y la política de los Es­tados Unidos, se dirigieron hacia la explanada de la Fa­cultad de Filosofía y Letras, donde quemaron unas bande­ras norteamericanas que lle­vaban pintadas y unos re­tratos dibujados del presi­dente Johnson. El humo producido por la hoguera se aproximó al grupo de la fuerza pública de servicio normal de orden, momento en que los estudiantes se dispersaron sin que hi­ciera falta requerimiento ni intervención de la autoridad. Por la tarde, alrededor de las ocho, algunos centenares de estudiantes, fraccionados en grupos reducidos, se situa­ron en los alrededores de la Embajada de los Estados Uni­dos sita en la calle Serra­no en un intento de ma­nifestación. La fuerza pú­blica custodiaba la repre­sentación política y, ante la actitud de algunos de los grupos de no disolverse a la vez que proferían gritos de «imperialistas», se vio obli­gada a dar algunas cargas. Los incidentes se fracciona­ron a lo largo de la calle de Serrano y afluentes a ella como, por ejemplo, el cruce de la citada calle con Goya, donde un pequeño gru­po pegó fuego a unos cuan­tos periódicos. También aquí la fuerza pública se vio obli­gada a intervenir, al igual que también lo hizo ante la actitud de otro grupo situa­do en la confluencia de las calles de Serrano y Hermosilla y en la de Claudio Coello con la Goya. Se sabe que a consecuencia de todas es­tas algaradas, la Policía ha realizado diversas detencio­nes. Las algaradas, de otro la­do, afectaron al tráfico de la zona, siempre muy inten­so y más a la hora en que aquéllas se produjeron con lo que hubo diversos tapo­namientos en la circulación. A primeras horas de la no­che, la normalidad se ha­bía restablecido totalmente.

Roberta pronuncia un discurso en un acto celebrado en Estados Unidos, tras su regreso de Madrid, contra la guerra de Vietnam y las bases estadounidenses en España (España Popular, 15 de agosto de 1968)

Roberta pronuncia un discurso en un acto celebrado en Estados Unidos, tras su regreso de Madrid, contra la guerra de Vietnam y las bases estadounidenses en España (España Popular, 15 de agosto de 1968)

SUENA «WE SHALL OVERCOME» EN LA DIRECCIÓN GENERAL DE SEGURIDAD

Continúa el relato la propia Roberta en su entrevista:

 «Aunque parezca increíble caminamos desde mi apartamentito en Callao hasta la Puerta del Sol y en mi memoria incluso paramos para tomar un café. Qué raro, ¿no? Ahora me parece increíble, pero así es cómo lo recuerdo y cómo lo he contado, caminando con la policía franquista hasta la Puerta del Sol. En fin, me metieron en la Dirección General de Seguridad y realmente era como bajar a las mazmorras de un castillo. Me pusieron en una celda a mi sola y para aquel entonces estaba empezando a asustarme un poco, aunque Carlos nos había dicho que si nos arrestaban iba a estar pendiente de nosotras, era la única conexión que tenía con el mundo exterior que nos pudiera proteger en ese momento […] Me acuerdo de que alguien empezó a cantar una canción que me sonaba del movimiento, pero como soy de una generación norteamericana posterior, no la reconocí inmediatamente, pero empecé a tararearla con él y uno de los guardias vino enfadadísimo a decirme: “¿Por qué cantas esa canción?” Y ahí me di cuenta de que era “La internacional”. Mientras estuve detenida fingí cuanto pude que no podía hablar español, les decía, “no sé que es eso” y se iban. No me pasó nada ni físicamente ni en ningún otro sentido. Después alguien se dio cuenta de que había una americana en los calabozos. Yo no vi a otros prisioneros, pero aquello estaba lleno, porque habían detenido a un montón de gente justo antes del Primero de Mayo, eran arrestos preventivos. Entonces alguien empezó a cantar “We shall overcome” [el himno del Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por Martin Luther King], ¡no pudieron hacernos callar y eso que cantábamos en inglés! Creo que era en inglés».

Vídeo de una reciente conferencia de Roberta Alexander sobre los Panteras Negras:

La embajada logró presionar para su puesta en libertad. Estuvo en arresto domiciliario a la espera de su deportación, que sucedió a comienzos de mayo. Una decena de grises la acompañó hasta el tren que la llevaría hasta Irún. En la estación de Madrid, al parecer, hubo algunas cargas contra estudiantes que se acercaron a despedirse de ella y protestar por su expulsión. En la frontera de Irún los agentes comprobaron que habían cruzado la frontera. Ya en Hendaya, un grupo de personas la esperaba con algo de dinero y el contacto de amigos en París, que también la ayudarían. En la capital francesa concedió una entrevista a la CBS y, ya en su país, su caso fue portada en Los Angeles Times.

Tiempo después, escribió una carta al director del Diario Ya, que se publicó en su sección «Verlo y... contarlo». Una estadounidense simpatizante del régimen había escrito una carta acusándola de deslealtad y traición. La respuesta es esta:

Roberta, la segunda por la izquierda, puño en alto durante una conferencia sobre black power. Fotografía: Joe Kendall

Roberta, la segunda por la izquierda, puño en alto durante una conferencia sobre black power. Fotografía: Joe Kendall

Muy distinguido señor:

Escribo esta carta como respuesta a la carta publicada en su periódico el catorce de junio que se refirió a la «mala conducta» mía y de las otras dos chicas expulsadas de España. No creo que entienda bien la señora que escribió la carta nuestra posición en cuanto a la guerra de Vietnam. Yo creo que el pueblo americano tene­mos que expresar nuestras opiniones siempre. Decimos que tenemos una democracia, pero hay que tener en cuenta que la palabra democracia no tiene ningún sentido sin la libertad de expresar opiniones diferentes. Los que criticamos el papel de los EE. UU. en la guerra y los que protestamos antes las injusticias de nuestra socie­dad no somos «defectos sociales» sino los verdaderos patriotas y demócratas. Pienso que el pueblo vietnamita, como todos los pueblos del mundo, tiene el derecho de determinar su propio gobierno sin la intervención militar de los EE.UU. ¿Quién reci­be las ventajas y quién paga el pre­cio de la guerra? El joven negro puede luchar en el Vietnam contra gente de color, pero en su propio país vive como un ciudadano in­ferior. Por eso protesto contra la guerra. Sólo espero que la gente del mundo, so­bre todo la gente americana, examine de nuevo y piense un poco más la política de nuestro país en Vietnam.

ROBERTA ALEXANDER

Roberta durante una entrevista para televisión. Fotografía: Smithsonian Folklife

Roberta durante una entrevista para televisión. Fotografía: Smithsonian Folklife