¡Un vampiro en la Costa del Sol!
/La rocambolesca historia de un “playboy” alemán en Benidorm que alcanzó la fama como asesino en serie, soñó con ser una estrella del pop y se convirtió en un monstruo del celuloide
El 26 de agosto de 1964, Mary-Ann Peterson, una turista estadounidense de 22 años que recorría Europa haciendo autoestop, se convirtió en la primera víctima del Vampiro de la Autopista. Encontraron su cuerpo desnudo cerca de Karlsruhe, en un arcén de la autobahn que atraviesa el sur de Alemania. Había sido estrangulada y todos los indicios apuntaban a un móvil sexual, por lo que la policía alemana se apresuró en detener a un vecino de la zona sobre el que pesaban varias acusaciones por acoso y estupro. Sin pruebas sólidas en su contra, fue puesto en libertad y con el paso de los meses archivaron el caso. Hasta que en 1966 aparecieron dos cadáveres más: los de Gerda Oed y Eleanor Friday, dos estudiantes muertas en circunstancias similares a orillas del Rin el 20 de mayo y el 13 de junio respectivamente.
Las autoridades desplegaron un operativo especial para atrapar al principal sospechoso y se intensificaron los controles de carretera. Buscaban al propietario de un deportivo de color rojo con matrícula de Stuttgart que había sido visto circulando por la zona momentos antes de los asesinatos. Conociendo la predilección del Autobahnmörder por las turistas, a la Interpol le pareció plausible que hubiera huido del país para refugiarse en la Costa del Sol. Al fin y al cabo, como lamentaba en su portada el ABC, «muchos automovilistas protestan porque el ‘vampiro’ hace muy difícil disfrutar del primer atractivo de las autopistas alemanas: recoger a las simpáticas viajeras que, con la mochila al hombro, reclaman la asistencia del prójimo motorizado». Y qué mejor lugar para pasar inadvertido que Benidorm, donde miles de alemanes acudían cada año atraídos por sus playas luminosas, su clima privilegiado y las palmeras como símbolo omnipresente de un paraíso mediterráneo.
Un extranjero de casi dos metros con fama de “playboy”, vestido como un hippy y que se teñía el pelo de rubio hasta parecer casi albino no podía tramar nada bueno
«Al parecer, no hay duda sobre la identificación de Waldemar Wolhfahrt como el Vampiro de la Autopista» anunció La Vanguardia el 9 de julio de 1966. En el pueblo todos le llamaban “Tex” debido a su gusto por los sombreros vaqueros, y su aspecto era tan inconfundible que no tardaron en dar con él en uno de los chiringuitos del puerto. Como no llevaba la documentación encima, los agentes le acompañaron hasta su Mercedes descapotable de color rojo y procedieron a registrar el vehículo, que coincidía con la descripción facilitada por la Interpol. Fue entonces cuando encontraron un revólver en la guantera y se lo llevaron esposado al cuartelillo.
Años más tarde, la escena se repitirá en una película. «Permítame la indiscreción ̶ se excusa el comisario en la película ̶ ¿Usted qué se dedica?». A lo que Waldemar responde: «Realmente no tengo profesión definida. Mis rentas son considerables y mi afición más usual es la taxidermia. En disecar animales consumo la mayor parte de mis jornadas». Así de culpable parecía a ojos del mundo entero, y más aún para la policía franquista: un extranjero de casi dos metros con fama de playboy, vestido como un hippy y que se teñía el pelo de rubio hasta parecer casi albino no podía tramar nada bueno. Tampoco ayudó demasiado que le sorprendieran en posesión de un arma de fuego para la que ni siquiera tenía licencia.
Wolhfahrt cumplió un mes de prisión en Alicante mientras los medios de comunicación ponían a la opinión pública en su contra. Los más sensacionalistas hurgaron en su pasado, acosaron a su familia y le tacharon de invertido, maltratador, proxeneta y traficante de armas. Hubiera sido el chivo expiatorio perfecto de no ser por los numerosos testimonios que confirmaron su coartada: el día que asesinaron a la última víctima, “Tex” fue visto pavoneándose por Benidorm a lomos de un caballo alquilado. Por suerte todavía conservaba el recibo que le situaba a 1.600 kilómetros de la escena del crimen, por lo que fue puesto en libertad el 3 de agosto. Su inocencia se confirmó diez días más tarde, cuando un motorista descubrió el cuerpo sin vida de Anna Rosemarie Wilfing en el tramo de la autopista que va desde Saarbruch a Mannheim. El Vampiro había vuelto a actuar. «Tal vez tenga un doble en la Costa del Sol —aventuró el fiscal encargado del caso— Al fin y al cabo, todos los alemanes se parecen».
Lo primero que hizo Waldemar fue convocar una rueda de prensa para anunciar que emprendería acciones legales por las escandalosas calumnias publicadas en su contra. «Lo único que lamento de este enorme jaleo de mi detención, siendo inocente, ha sido el tremendo disgusto que mi encarcelamiento ha provocado a mis padres», declaró para limpiar su imagen pública. No sería fácil. Hacía tiempo que le habían colgado el sambenito del Vampiro, a imagen y semejanza de Peter Kürten, el vampiro de Düsseldorf, y decidió sacarle partido a su favor. Al preguntarle por sus planes de futuro, reconoció que siempre había soñado con ser famoso y dedicarse al mundo del cine, «en papeles de 007», y que su intención era regresar cuanto antes a Benidorm, «localidad de la que conservo un recuerdo maravilloso». Y lo hizo con un disco debajo del brazo, aunque su canción no fue demasiado bien recibida entre los lugareños que seguían sin fiarse de aquel extranjero que usaba gafas de sol incluso por la noche.
Hacía tiempo que le habían colgado el sambenito del Vampiro, a imagen y semejanza de Peter Kürten, el vampiro de Düsseldorf, y decidió sacarle partido a su favor
Muy pronto sus aspiraciones como estrella del pop se desvanecieron y Wohlfahrt buscó en el cine su siguiente dosis de fama. La encontró de la mano de José Luis Madrid, un cineasta de segunda fila y cierta experiencia en coproducciones con el extranjero que le ofreció protagonizar El vampiro de la autopista (1970). La jugada promocional resultó bastante torpe pero, bajo la apariencia de una simple película de vampiros, la película introdujo notables paralelismos con el caso que le hizo célebre. En ella le vemos alquilar un Mercedes de color rojo a su llegada a Stuttgart, siendo acusado injustamente de los crímenes cometidos por el chupasangres del título, todo ello aderezado con la suficiente desnudez como para justificar el ridículo título en inglés de The Horrible Sexy Vampire.
Para mayor confusión del espectador, interpretó ambos papeles, siendo a la vez víctima y verdugo de su propia carrera como actor bajo el alias de Wal Davis, que le llevó a participar en varios largometrajes de Jess Franco, como Virgen entre los muertos vivientes (1973) o Mujeres en el campo de concentración del amor (1977). Y a reincidir en derroteros semiautobiográficos con El pez de los ojos de oro (1974) a las órdenes de Pedro Luis Ramírez, interpretando a un autoestopista extranjero en cuyo camino se cruza otro asesino en serie.
Nunca conoceremos la verdadera identidad del Vampiro. A Wohlfahrt le perdimos el rastro para siempre en 1980, a bordo de en avión que desapareció al poco tiempo de despegar del aeropuerto de Barcelona acabando presuntamente en el fondo del Mediterráneo. Ambos se esfumaron, rodeados de misterio.