Wild Boys, la banda de pandilleros gays que inspiró a William S. Burroughs
/Sucedió en el Berlín de los años treinta. Vestían de forma escandalosa, usaban navajas y controlaban parte de la ciudad.
No lograron destruir el mundo, pero el imaginario que crearon fue devastador: bandas juveniles de chicos gays y rebeldes, expertos en desaparecer y destruir, y en técnicas de guerrilla urbana. Emboscadas a la policía o encuentros furtivos en sucios baños, en sótanos o en cualquier lugar oscuro y apartado. Y drogas, muchas drogas. Cuando en 1971 la editorial Grove Press de Nueva York publicó The Wild Boys: A Book of the Dead, una de las más célebres y mejores obras de William S. Burroughs, el propio autor advirtió que ni más ni menos se trataba de destruir la civilización occidental. En una ocasión, tras describir todas y cada una de las acciones de guerra absoluta en que se embarcaban sus protagonistas, un periodista le hizo la siguiente pregunta: «¿Podría considerar deseables hechos similares a los que describe en Los chicos salvajes?», y la respuesta llegó fulminante: «Sí, deseables al menos para mí».
Los Wild Boys de la novela, inmediatamente, aparecieron en la cultura pop, en la música y en la literatura, como en algunos discos de David Bowie de los primeros setenta o en el hit de Duran Duran «Wild Boys».
La relación era clara y evidente. Sus mismos protagonistas la reconocieron, pero no así la fuente primera, la de Burroughs: bandas de chicos de la calle, los mismos que vio por vez primera en sus días de visitante por las calles de Tánger, sobreviviendo entre la prostitución y la mendicidad, el pillaje y la obscenidad deliberada. Sin embargo, hubo unos años y una ciudad que se acercaron al imaginario de la novela de Burroughs: Alemania, en los años de la siempre convulsa, ambigua y subterránea república de Weimar, y la ciudad de Berlín como uno de sus epicentros.
Hasta allí fue Daniel Guerin, un conocido escritor anarquista que entonces debía rondar la veintena y que, en septiembre de 1932, viajó hasta Berlín y, sin preverlo, conoció a una banda callejera llamada precisamente Wild Boys. Guerin, quién más tarde sería uno de los principales defensores de la unidad entre comunistas y anarquistas, publicando numerosos libros sobre el tema, quedó fascinando con los Wild Boys e incluso llegó a entrevistar a su líder Winnetou. El resultado fue un artículo titulado «A return to barbarism», publicado un poco más tarde, en marzo de 1933, con los nazis a punto de hacerse con el control del país e iniciar su cruzada criminal.
Winnetou le contó la historia de los Wild Boys. La banda estaba formado por adolescentes gays que practicaban rituales esotéricos de iniciación y poseían un fuerte código de lealtad. Los aspirantes debían pasar terribles pruebas para ser aceptados, incluida la violencia física y la violación en grupo. Algunos eran considerados «reinonas» y «novias» de los más fuertes del grupo y todos tenían apodos tomados de pequeñas novelas, del pulp alemán de entonces, una mezcla entre cultura tribal, sadomasoquismo e intrigas. Usaban sombreros, a veces decorados con plumas, grandes pendientes, extravagantes pañuelos y camisetas, símbolos cosidos a la ropa, ojos pintados, pero también navajas y armas caseras. Los Wild Boys, cuya media de edad era entre los 14 a los 18 años, estaban formados por varios pequeños grupos conectados entre sí y solían reunirse y establecerse en los parques de la ciudad o en edificios abandonados.
El grupo resistió el paso del tiempo, ganándose la vida prostituyéndose o metidos de lleno en la pequeña delincuencia. La mayoría eran carteristas a los que, llegado el caso, no les importaba buscar pelea. Más tarde, algunos, como el que fue su líder Winnetou, entraron en grupos nazis o bien se enfrentaron físicamente a ellos. Pasaban por la cárcel y, al salir, volvían al grupo, a aquel Berlín dividido territorialmente en zonas tribales. Numerosas bandas de Wandervogel, el movimiento que desde algunas décadas antes sirvió de catalizador de una nueva juventud a medio camino entre el boy scout, el naturismo, el vegetarianismo o el romanticismo pero también el progresivo acercamiento al nacionalsocialismo, controlaban el norte de la ciudad y tenían sus propios códigos tribales. Algunos de estos otros grupos eran aliados; otros, en cambio, no, declarándoles la guerra a muerte. Surgían grandes batallas y rivalidades entre líderes.
Toda esa ambigüedad también estaba presente en los Wild Boys de Burroughs, que controlan media ciudad, conocían sus secretos, y podían ser una fuerza peligrosa. Todo esto sucedía en la misma ciudad en que unos meses más tarde sugirían otros grupos, esta vez formados por batallones de asalto y nazis convencidos, y que patrullarían e impondrían su particular terror, y donde los Wild Boys se convirtieron en un objetivo a exterminar.