¡A los leones! La leona «Ana» que desató el caos en Madrid
/En el invierno de 1960 una leona desbocada sembró el pánico en Arturo Soria tras atacar a su domador, el Capitán King, que hacía de gladiador en la película Goliat y los Gigantes. Durante horas fue la reina de una ciudad fantasma. Una pareja de guardias civiles acabó con ella tras dispararle hasta en cincuenta ocasiones
La leona, llamada «Ana», corrió a sus anchas a lo largo de la calle Arturo Soria. Los viandantes, que paseaban tranquilamente en mitad de sus compras o charlaban tranquilamente, gritaban y se metían en tiendas y edificios. El asustado animal, durante minutos, se hizo con esa zona de la ciudad, que se vació en un instante y comenzaron a sonar las sirenas policiales y se alertó a la Benemérita, que tenía un destacamento muy cerca de allí, en una caseta de vigilancia en Ventas. Poco antes había atacado y arrancado un brazo a un domador cubano llamado Joaquín Barranco Hernández, que actuaba con el nombre artístico de Capitán King y participaba en el rodaje de la película Goliat y los Gigantes. Lo hacía disfrazado de romano, en plena lucha (simulada) en la arena contra las fieras en los estudios de la CEA en Ciudad Lineal. Vestía de imponente gladiador y los leones, en un principio cinco, no le reconocieron y se lanzaron contra él, a pesar de las advertencias de su ayudante, que le recomendó ir unas horas antes, entrar en la jaula ya caracterizado e ir acercándose a los animales poco a poco para que estos se habituasen a su vestimenta. Para el cubano, aquel no era su primer incidente con tigres y leones, sino el decimoquinto, pero sí el más grave.
EL FINAL DEL CAPITÁN KING
«Balance: profundas heridas del domador, un brazo amputado, un ejemplar muerto y el consiguiente revuelo»
La Hoja oficial de la provincia de Barcelona, el 14 de noviembre de 1960, publicó una crónica titulada «El miedo a las fieras»: «Todos los periódicos han venido llenos del suceso. En Madrid, el pasado 29 de octubre, un domador, el Capitán King, resultó víctima de agresión por parte de sus leones. Balance: profundas heridas del domador, un brazo amputado, un ejemplar muerto y el consiguiente revuelo. Las informaciones han contenido muchas inexactitudes; que el domador había declarado que iba a haber sangre, que si los leones habían estado dos días sin comer. ¡Vaya fantasías! ¿Es que un hombre que se juega literalmente la vida puede hacer manifestaciones llenas de ligereza? ¿Será verdad que los leones, y en general las fieras, atacan impelidas por el hambre? La sangre corrió sin que nadie pudiera preverlo. Resultó a la inversa: corrió por no haberse tomado ninguna precaución. Y los leones, si atacaron, fue por un motivo elemental: por miedo».
Algunos, los más mayores, recordaban un suceso parecido que mantuvo en vilo el centro de la ciudad y del que ya os contamos aquí lo sucedido. Una mañana de enero de 1928, mientras centenares de vacas y toros entraban ordenadamente para ser sacrificados en una de las naves del Matadero de Legazpi, un toro, en compañía de una vaca, decidió apartarse del rebaño. Entonces, huyeron, libres calle arriba, desbocados. «Un toro bravo desmandado —contó ABC—. Ayer mañana se desarrolló en las calles de Madrid un pintoresco suceso con motivo de haberse desmandado un toro bravo que era conducido por la carretera de Extremadura. El animal, negro, grande y desarrollado de pitones, en unión de una vaca, subió por el puente de Segovia y entró en el paseo de la Virgen del Puerto, provocando la alarma entre los transeúntes que a las ocho de la mañana circulaban por la vía. No obstante los esfuerzos del vaquero que trataba de detener a las reses, estas llegaron a la cuesta de San Vicente [...] y entraron en la plaza de España, donde empezaron a surgir los lidiadores espontáneos, en tanto que otros viandantes emprendían la fuga. La alarma cundía por momentos e iba adquiriendo intensidad, hasta el punto de que al paso del toro y de la vaca se cerraban los comercios y los portales, se levantaban apresuradamente los puestos ambulantes y aceleraban el paso los vehículos [...]». Corneó a varias personas, incluido a un agente de policía, hasta que un popular matador, llamado Fortuna, que por casualidad se encontró con el animal, decidió darle muerte tras mandar a una persona a por su estoque: «Por fin esta rodó por los adoquines al segundo intento, y fue entonces cuando la ovación alcanzó su grado máximo. Las modistas agitaban los pañuelos pidiendo la oreja, y a este movimiento se unieron cuantos habían presenciado el hecho».
En Barcelona, cinco años antes, había pasado algo similar en el Circo Americano, cuando varios leones se echaron sobre un domador argelino llamado Saddek. Para parar la agresión bastaron unos disparos con una pistola de fogueo, que siempre tenía a mano un vigilante que por precaución presenciaba el número circense armado fuera de la jaula.
Mientras el «gladiador» estaba siendo atacado en el foso, los operarios intentaron detener a las bestias lanzando palos y lanzas usados en el rodaje. Un electricista tuvo la idea de hacerle llegar una cuerda y que el malherido Capitán King intentase sujetarla para, de este modo, alzarlo. Entre zarpazos y mordidas, sobre todo por parte de la leona Ana, ya agonizante, logró atarse la cuerda y ser izado, mientras el animal salía de la jaula y atravesaba el plató a toda velocidad, rugiendo hasta alcanzar la puerta y salir al exterior.
LA DOLOROSA LECCIÓN DE «ANA»
«Algún periódico ha comentado que, en cuanto se reponga, el Capitán King dará una buena paliza a sus leones. Solo faltaba eso»
Tras desatar el caos por las calles, varios guardias civiles persiguieron a la leona y dispararon contra ella hasta en cincuenta ocasiones, matándola a la vista de todos. Mientras tanto, el domador, que había perdido el brazo izquierdo, salvó la vida. El periódico ABC publicó un morboso reportaje en el que hizo una reconstrucción de lo sucedido usando un modelo vestido de gladiador. La esposa del domador, que vivía en el extranjero, acudió rápidamente a verlo, lo mismo que su amigo, el antiguo banderillero El Boquerón. Sobre Ana y su muerte, el Capitán King se entristeció. Afirmó que su muerte podía haberse evitado, «con un lazo y un trozo de carne». Estaba dispuesto a volver a la faena en cuanto le dieran el alta, aún sin uno de sus brazos. Otros periódicos publicaron informaciones muy distintas de las intenciones del maltrecho capitán. A diferencia de sus supuestas declaraciones de compasión ante la leona muerta, tenía pensado vengarse de sus atacantes, al menos según La Hoja de Barcelona, que lo disuadía así: «Algún periódico ha comentado que, en cuanto se reponga, el Capitán King dará una buena paliza a sus leones. Solo faltaba eso. Mejor que tome el percance con humildad. Erró y tuvo que pagar. Así pasa siempre, dentro y lejos del circo. No podemos revolvernos contra quien nos dio una lección. Si erramos, bien merecida teníamos la advertencia». Amén.