Nunca el infierno fue tan bello: las ilustraciones de William Blake para la Divina Comedia de Dante

Las impresionantes acuarelas que William Blake hizo de La Divina Comedia de Dante muestran parte de su particular cosmogonía. Rechazaba a un Dios vengativo que solo sueña con hacer el Mal

 

Tras la enorme belleza de La Divina Comedia de Blake, se escondía la hostilidad del gran creador inglés hacia las ideas que Dante en su obra. Para él, Dante había acabado aceptando las estrechas convenciones del catolicismo oficial. Mostraba a un Dios vengativo y sanguinario, algo muy poco «cristiano» y piadoso, lo que no aceptaba. En su visión del infierno, la de Dante, solamente hay Mal y más Mal: «Dante veía demonios donde yo no vi ninguno, solo bondad», dirá. Estamos en el terreno de las visiones: él (también) lo ha visto, pero ambos han visto cosas distintas.

Blake dejó inacabado el proyecto, llegando a realizar cien acuarelas. No le dio tiempo. Empezó a trabajar en ello en 1824 gracias a un encargo de Linnell. En diciembre de 1826 su colega Crabb Robinson lo visitó y vio su trabajo, que le impresionó: «Mostraban un poder para agrupar y verter gracia e interés en los más monstruosos y repelentes conceptos, cosa que nunca habría esperado», afirmó maravillado.

Estamos en los últimos momentos de su vida y, de pronto, Blake abraza lo colorido con una majestuosidad enorme, y hasta parece que este no iba a ser su último proyecto. Existen una serie de bocetos de lo que iba a ser, al parecer, El Manuscrito del Génesis a la manera suya, como había hecho con El Libro de Job, su último trabajo concluido, un manuscrito iluminado donde la historia bíblica se pasaba por la visión impresionante de Blake, para quien la salvación solamente está en nosotros mismos, en nuestro interior, es ahí donde habitan nuestros enemigos.

Su muerte estaba cerca y él lo sabía. Pero para él aquello no era el final, solamente una liberación de un cuerpo anciano en una mente cada vez más joven. Esto era la Mortalidad, nada más que eso. En sus últimos años volvió una y otra vez a la Biblia, auténtico talismán para descodificar sus extrañas y sofisticadas visiones que le acompañaron durante toda su vida. Su universo era solamente suyo. Había creado su propio Sistema. En una carta de 12 de abril de 1827 da una de las claves de su antifatalismo: «La Imaginación vive eternamente», lo mismo que sus obras.