Aquellas mujeres que llevaron libros al fin del mundo

Durante la Segunda Guerra Mundial, las llamadas «book woman» estadounidenses cabalgaron hasta zonas recónditas de los Apalaches para llevar libros, soportando climas terribles y sorteando toda clase de peligros

[Fotografías: Kentuchy Libraries and Archives]

Verlas llegar a lomos de sus caballos era una ventana abierta al mundo. En medio de la desolación de los lugares más recónditos, de zonas muy despobladas y sin infraestructuras habitadas por familias que vivían en medio de bosques interminables, aisladas del resto, las llamadas «book woman» se convirtieron en heroínas del mundo de las perdidas montañas de Kentucky como parte del Pack Horse Library initiative, un programa de ayuda y fomento a la lectura creado por el presidente Franklin Roosevelt tras la Gran Depresión que sumió en el feroz paro y miseria a casi la mitad de la población de los Apalaches.

Decenas de mujeres fueron contratadas para hacer llevar libros a esas zonas. Debían ser aguerridas, atravesando zonas a veces inhóspitas a lomos de sus caballos o mulas y con un clima muy duro. En algunos casos, incluso era muy duro para los caballos, e iban a pie. Viajaban en grupos de dos o tres para asistirse entre ellas si les ocurría algo, siendo a veces las únicas personas con las que tenían relación familias que vivían en lugares recónditos y bajo condiciones de vida extremas. El gobierno les pagaba un pequeño sueldo, contando además con la ayuda de las librerías locales y bibliotecas que solían sufragar parte de los costes y hacían donaciones.

«Incluso llevaban postales navideñas, que se imprimían o artesanalmente se recortaban y pegaban como separadores que colaban entre las páginas de los libros, evitando así que fuesen mordidos por los perros»

También, en bolsas o cestos, transportaban periódicos y revistas, teniendo mucho éxito los folletines de relatos breves, libros de historia o revistas de cocina. Incluso llevaban postales navideñas, que se imprimían o artesanalmente se recortaban y pegaban como separadores que colaban entre las páginas de los libros, evitando así que fuesen mordidos por los perros, auténticas jaurías muy frecuentes en esas familias. A veces incluso aquellas mujeres pasaban la noche en esas casas, enseñando a leer a los analfabetos.

A finales de 1938, había 274 «book woman» cabalgando y transportando libros, pero se calcula que llegaron a ser un millar. El programa terminó en 1943, aunque continuaron las librerías móviles, pero el recuerdo de las mujeres a caballo se mantuvo durante décadas.

[Fuente: www.atlasobscura.com]