Unos incómodos y «obscenos» Hitler y Robert Crumb
/Star fue la revista secuestrada. Una ilustración de un amoroso Hitler o la torpeza de un padre despistado provocaron la ira de los censores
Inicialmente no despertó grandes reacciones. La revista Star, posiblemente una de las publicaciones más brillantes y genuinas de la por entonces incipiente contracultura española, tras su primer número en 1974, en medio de un franquismo que seguía siéndolo pero empezaba a hacer aguas, tenía un alcance limitado. Sin embargo todo cambió. La revista estaba bien editada y sus colaboradores eran periodistas, críticos de rock y aficionados al cómic y la cultura yippie, algunos profesionales y otros aspirando a serlo, pero la mayoría pasará a la historia como una generación de brillantes héroes de la prensa escrita. Sin embargo, en el número 6 comenzaron los problemas legales con la censura, concretamente con los inspectores del Ministerio de Información y Turismo, los gerifaltes de la rectitud y moral nacionalcatólica.
Miguel Farriol Vidal (alias «Farry» o «Farri», en referencia al personaje de los Farry Brothers. Miguel fue un habitual de los pioneros de la agitación ibérica: El Rrollo Enmascarado (1974), Purita (1975) o Nasti de Plasti (1976), entre otros) y Producciones Editoriales, la empresa que ponía el dinero, fueron denunciados y el número secuestrado por los censores que vieron en la portada de Hitler junto a Eva Braun «mal gusto». Nada más lejos de lo que era. La estupenda ilustración mostraba a Hitler como nunca se había hecho, tranquilo y hasta amoroso, reposando junto a su amada Braun, que apoya su cabeza en su hombro. Resultado: multa de cien mil pesetas tras un proceso de casi hechos consumados.
«El caso más sonado y rocambolesco llegaría con el número 13, cuya portada era un dibujo de Robert Crumb»
«Farry», el dibujante que provocaba oleadas de pánico en el franquismo, tenía agallas. Su aventura con Star, abrupta y forajida, había tenido un precedente igual de escandaloso en su predecesora, El Rrollo Enmascarado, surgido un poco antes e igualmente atacado. Fue denunciado como ilustrador de la revista por escándalo público e incluso se le pedían seis meses de arresto mayor, multa de quince mil pesetas y nueve años de inhabilitación especial. Sorprendentemente, ganaron el caso. Sus redactores, lejos de aminorar su provocación, siguieron adelante. El franquismo tenía a Star en su punto de mira. En el siguiente número fueron otra vez denunciados. El caso más sonado y rocambolesco llegaría con el número 13, cuya portada era un dibujo de Robert Crumb, pionero del comix underground estadounidense. Su célebre gato Fritz planteaba equívocos y, en esa ocasión, no se trató de un caso abierto de oficio por la censura franquista sino iniciado por un padre profundamente indignado que se había sentido, además, engañado. Había comprado a su hijo menor de edad una revista en un quiosco pensando que era para niños (aunque venía indicado que era «solo para adultos»), un cómic inofensivo que, al abrirlo, se transformaba en un arma «letal». Ese número, considerado como «pornográfico», desapareció. Aquel padre no era muy avispado. En la portada el gato, que saca la lengua, escapa de unos policías (cerdos) que lo persiguen.
Eduardo Haro Ibars, cronista de la modernidad y la subcultura, en la revista Triunfo dio cuenta del secuestro: «Pero he aquí que un padre de familia, haciendo caso omiso de la advertencia “solo para adultos” que figura en la portada de todos los números de Star, y confundiendo tal vez al gato Fritz con el gato Félix, compró la revista para su hijito, y en vez de encontrarse con el sadomasoquismo habitual de los tebeos y dibujos animados, se encontró, aterrado, con la violencia de la contracultura en su más crudo aspecto. Cursó la consecuente denuncia, y el número fue secuestrado. La revista, según se dice, corre ahora grave peligro de desaparecer o de ser fuertemente multada. Sería triste, pues perderíamos con ella uno de los pocos contactos que con la cultura —sub o contra, pero cultura siempre— manteníamos». Junto a esta noticia aparecía otra que alertaba del incendio de dos librerías a manos de las huestes de extrema derecha. Se vivían tiempos duros y peligrosos.
Definitivamente, Star sufrió un claro acoso y derribo, que se produjo temporalmente dos números después, cuando el número 15 fue prohibido y, por contumaz reiteración «obscena», la cabecera fue retirada durante todo un año. Pero al reanudar la publicación volvió a suceder (secuestro), lo mismo que su número 24. Fue la revista secuestrada.