Crímenes sin resolver y casas de muñecas
/«No existe en Inglaterra detective alguno tan sagaz como una solterona de edad indefinida, sin nada que hacer durante todo el día». Las palabras de Agatha Christie para referirse a Miss Marple le sentarían como un guante a Frances Glessner Lee, una entrañable anciana aficionada a la criminología que sirvió de inspiración para el personaje de Angela Lansbury en la serie de televisión ’Se ha escrito un crimen’.
Nacida en el seno de una familia adinerada de Chicago (Illinois) en 1878, Frances Glessner Lee parecía predestinada a una existencia placentera y sin estridencias, como correspondía a una dama de su posición. Pero tras heredar la fortuna familiar, cuando ya rondaba los cincuenta años, decidió consagrar el resto de vida a su verdadera vocación: el asesinato. Con una veintena de homicidios milimétricamente planificados a sus espaldas, Frances sembró las escenas de sus crímenes con toda clase de pistas de manera deliberada y, con el paso del tiempo, su ejecución alcanzó tal grado de refinamiento que la mayoría siguen siendo objeto de estudio para criminólogos de todo el mundo.
Habiendo tomado buena nota de las enseñanzas de Thomas de Quincey y Sir Arthur Conan Doyle, nuestra protagonista sucumbió a la fascinación por las truculentas innovaciones de H. H. Holmes y su Hotel de los Horrores: un edificio de tres plantas y más de sesenta habitaciones construido como una trampa mortal para sus inquilinos, con escaleras ciegas que no llevaban a ningún sitio, dormitorios secretos, cuartos sin ventanas, puertas correderas, laberintos y pasadizos ocultos. Al concebir el espacio doméstico como el hábitat natural del asesino en serie norteamericano, las casas de muñecas adquirieron dimensiones aún más reveladoras. En concreto, cada pie equivaldría a una pulgada.
Al concebir el espacio doméstico como el hábitat natural del asesino en serie norteamericano, las casas de muñecas adquirieron dimensiones aún más reveladoras.
Conocidos como en Estudios acotados de muertes inexplicables, las reconstrucciones en miniatura de crímenes reales sin resolver revolucionaron el campo de la criminología forense al permitir un análisis tridimensional de la escena del crimen, aplicando una metodología científica y decidiendo qué objetos estudiar en el laboratorio. A fin de garantizar su precisión, Frances contrató al carpintero de su finca, Ralph Moser, a jornada completa. Cada diorama consumía tres meses de trabajo, cuyas cifras oscilaban entre los 3.000 y 6.000 dólares de la época; el equivalente a unos 40.000 y 80.000 euros actuales. Pero la reproducción a escala no se limitó a la arquitectura, incluyendo también los enseres y el mobiliario: las estancias disponían de puertas y ventanas perfectamente funcionales que se abrían y se cerraban, e incluso contaban con mecedoras en miniatura que se balanceaban para dotarlas de un mayor realismo.
Adoptando un modelo artesanal y tradicionalmente femenino, Frances desafió el ‘modus operandi’ policial dominado por los hombres.
La pericia como miniaturista de Frances la llevó a fabricar ella misma las armas homicidas a partir de pequeñas piezas de bisutería, disponiendo los cadáveres y las trayectorias de las salpicaduras de sangre según las indicaciones precisas del forense. Consciente de que el detalle más trivial podría servir como prueba circunstancial y conducir hacia una pista decisiva, revelar el móvil del crimen o refutar la declaración de algún testigo, confeccionaba a mano la indumentaria de las víctimas o reproducía letra a letra los titulares de los periódicos del día. Seguramente esa obsesión enfermiza por el detalle provenía de la herencia victoriana de las casas de muñecas con las que jugaba de niña. Pero al adoptar un modelo artesanal y tradicionalmente femenino, Frances desafió el modus operandi policial dominado por los hombres, imponiéndose como una de las principales voces autorizadas del Departamento de Medicina Legal de la Universidad de Harvard. que ella misma contribuyó a fundar.
Uno de sus alumnos más ilustres, el novelista Erle Stanley Gardner, creador del célebre Perry Mason, siempre se declaró en deuda con a la investigadora que inspiró el grueso de su obra. Además de las numerosas exposiciones retrospectivas que celebran su legado y del Departamento de la Organización Nacional de Fomento de la Ciencia Forense que lleva su nombre, Frances ha sido homenajeada en teleseries como CSI y más concretamente a través de Jessica Fletcher, personaje principal de Se ha escrito un crimen. «La primera vez que vi sus maquetas me quedé sin aliento –declaró en cierta ocasión el cineasta John Waters– Ni el coleccionista más depravado de Barbies podría superar esto».