Black Metal Apache
/Cuando los agentes de policía emprendieron la persecución y, finalmente, detención del apache y anarquista Jean-Jacques Liabeuf, no podían imaginar lo que se encontrarían. Acorralado y rodeado, sacó su navaja y exhibió brazaletes y protectores, provistos de afiladas puntas de hierro, en ambos brazos con los que evitaba que alguno de ellos quisiera «echarle el guante». La imagen dio la vuelta al mundo, ocupó portadas y fascinó a muchos apaches.
Hasta entonces, los apaches de París, el Ejército del Crimen que tanto conmocionó a Francia y toda Europa (incluso cruzaron el charco y muchos huyeron y se refugiaron en Argentina, donde la prensa habló de «plaga apache»), habían diseñado y puesto en circulación todo un amplio arsenal de quincalla amenazadora, cuchillos fabricados por ellos mismos, anillos con cuchillas, puños americanos a los que les dotaban de más accesorios para causar dolor.
Liabeuf, sin saberlo, adelantó en setenta años a las huestes del black metal, la primera hornada de bandas de trash y black metal (Slayer, Bathory, Venom, Burzum…), cuya imagen incorporaría elementos casi idénticos, brazaletes de cuero a los que añadieron clavos y toda una imaginería de terror y agresión con la que desde entonces el estilo sería conocido internacionalmente. Aquellos primeros metaleros extremos se apropiaron de la antigua tradición, entre la historia y la leyenda, la literatura y el terror, de titánes de la tortura y el masoquismo presentes en antiguos libros de relatos de horror sucedidos siglos atrás, personajes obsesionados con el cuero, el dolor y las cadenas. Pero Liabeuf, a diferencia de muchos mitos construidos a partir de relatos de escritores, fue real, muy real.
Pero ¿quién era realmente Liabeuf?
Liabeuf nació el 11 de enero de 1886 en St. Etienne. Su oficio fue zapatero, pero muy pronto abrazó el anarquismo, en medio de un país sacudido por las bombas y la violencia. Comenzó a pasar pequeñas temporadas en la cárcel por hurtos de poca importancia, pero entonces St. Etienne era casi un pueblo. En París, donde se vivía un clima de agitación total, los apaches se enfrentaban a los agentes en duros enfrentamientos. Hasta allí fue, y entró en contacto con anarquistas partidarios de hacerles frente al gobierno y la policía, que había desplegado sus propias brigadas antiapache, la célebres Brigadas Tigre.
Posiblemente estaba siendo seguido, cuando en julio de 1909 fue detenido acusado de proxenetismo, algo que negó en todo momento. Liabeuf, lo repitió una y otra vez, no era ningún chulo. Los agentes le habían preparado una trampa. Posteriormente, descubrió una red integrada por policías que extorsionaba a las chicas de la zona, que continuamente sufrían agresiones sexuales y chantajes.
Liabeuf, al salir de prisión en el mes de diciembre, se moverá por los bajos fondos, estableciendo alianzas con otros apaches y… alimentando su deseo de vengarse. El izquierdista y escritor Gustave Herve, que también será perseguido, dirá de él:
«Un buen día los burros de buenas costumbres lo detuvieron y condenaron a tres meses de privación de libertad y cinco de suspensión de residencia. Este apache era todo lo que quieras pero no un chulo ¿Se habían equivocado los de buenas costumbres? Puede ser. ¿Acaso mintieron, levantaron un falso testimonio para vengarse de la mujer con la que encontraron a nuestro hombre? Es probable, la mayor parte de los burros de "buenas costumbres" se anotan está honorable profesión de chulos, y no retroceden a la hora de levantar un falso testimonio para desembarazarse de un rival».
Liabeuf reunió algo de dinero, unos cien francos, con los que compró un revólver. Pero, además, hizo algo extraño: se fabricó una especie de coraza de cuero a la que añadió puntas afiladas de hierro y se fue en busca de los policías que lo habían difamado.
Al dar con los agentes, se desató un combate a muerte durante el que hirió y mató, y también él estuvo a punto de morir.
Milagrosamente sobrevivió e inmediatamente toda Francia esperó un veredicto previsible: la condena a muerte. «La pena de muerte no me asusta, pero no soy un chulo».
Sin embargo, decenas de intelectuales protestaron. En Francia, la guillotina empieza a ser ya considerada «cruel» y poco «moderna». Las imágenes de él armado con sus increíbles brazaletes y protectores cruzó el charco. The Washington Post, años más tarde (1914), recogió una noticia donde afirmaba que varios criminales habían imitado al francés y fabricado sus propios brazaletes antipoliciales. La fotografía que publicó no daba lugar a dudas. Liabeuf tenía sucesores. Pero el periódico, además, advertía que se habían alistado como soldados franceses: «El ejército francés esta reclutando a jóvenes desesperados que reciben el nombre de "apaches"», afirmaba. La Primera Guerra Mundial reclutaba a sus ejércitos en los bajos fondos.
Una publicación ácrata ocupó su portada con la imagen de un apache que imita a Liabeuf.
Herve, una vez más, salió en su defensa: «Si lo matan habrá más sangre alrededor de la guillotina que debajo de ella», advirtió. Y así fue.
Durante la madrugada del 1 al 2 de julio de 1910 fue guillotinado.