Canet Rock 78 y el cartel acusado de blasfemia
/Tres años después de la muerte del dictador, Canet Roc sufrió los ataques de la ultraderecha y de las autoridades afines al franquismo, que encontraron blasfemo el cartel de la edición de 1978.
El 26 de julio de 1975 se celebró la primera edición de Canet Rock, festival que se anunció como 12 de horas de música i follia. Organizado por La Trinca, la sala Zeleste y sin solicitar la preceptiva autorización gubernamental, alrededor de 25.000 jóvenes disfrutaron de las actuaciones de, entre otros, Maria del Mar Bonet, Pau Riba, Companyia Elèctrica Dharma y Orquestra Plateria. También estaba prevista la actuación de Jaume Sisa, pero unas declaraciones del cantante en las que se declaraba anarquista provocaron que el gobierno le prohibiera actuar durante todo ese verano. Como la sanción solo impedía actuar, el cantautor galáctico asistió como público al evento y, al final del festival, cuando la gente se retiraba del recinto, interpretó El setè cel para unos pocos espectadores y las cámaras de Francesc Betriu que, un año más tarde, estrenaría un documental sobre el festival.
El éxito de ese primer Canet Rock hizo que los organizadores repitieran al año siguiente. En 1976, el festival perdió la K del final para denominarse Canet Roc, algo que no acabó de convencer a los críticos de La Vanguardia, que llegaron a escribir: «Por cierto, observamos que en la fiebre catalanizadora en curso se le ha suprimido la última letra del enunciado, en la propaganda oficial, de manera que se lee en realidad “Canet Roc” y resulta que “roc” será un vocablo muy catalán pero tiene un significado muy distinto [“trozo de piedra”] del que se pretende distinguir como “música rock”. De manera que por muy plausible que sea el espíritu legitimizador (sic) de la lengua catalana, no estará de más evitar excesos que no son otra cosa que lo que se conoce como “ficar-se de peus a la galleda”. Después de todo, no cuesta nada aceptar un neologismo como “rock” cuando significa algo que no se puede decir con ningún otro vocablo».
Aunque con una afluencia de público menor que la del año anterior, la de 1976 también fue un éxito, por lo que un año después, se celebró una nueva edición. La de 1977 sería recordada por, entre otras cosas, la actuación de Pau Riba con Peruchos. El músico catalán interpretó una especie de poema musical que fue silbado por el público y despellejada por la crítica. Tanto es así que en 1998 Riba publicó Astarot universdherba, un disco en el que se contenía la actuación y que incluía copias en papel de esas críticas negativas arrugadas y pisadas personalmente por el músico.
A pesar de los esfuerzos de los implicados, la de 1977 no fue una buena edición. Además de la mala experiencia de Riba, el número es espectadores había descendido de nuevo porque, según los organizadores, el público prefería ver a esos grupos en salas como Zeleste, en el centro de la ciudad, que en un descampado de Canet, al sol con todas las incomodidades que ello supone. Por eso y con objeto de recuperar el terreno perdido, la edición de 1978 presentó algunas novedades, comenzando por la filosofía del evento, sintetizado en un aforismo latino que decía «Contrita contradictio. Virgo inseminanda», que vendría a significar, «Completada la contradicción. Hay que inseminar a la virgen».
Según la organización, la razón para ese lema era que «de alguna u otra forma, todos entendemos, o por lo menos sentimos, que estamos viviendo en una época caótica que está sufriendo importantes cambios, más o menos trascendentales, que se desarrollan en todos los sentidos e inciden en todos los campos. Es un momento de crisis ideológica y total revisión de todos los dogmas y postulados. Los sistemas de funcionamiento y los “modus vivendi” están en su punto máximo de decadencia, porque se ha conseguido todo menos la salud física y mental. La vida nos ofrece infinitas posibilidades, pero todas ellas carecen de magia, de sentido. Vivir es morir en el peor sentido».
Además, añadían que «el día 2 [de julio] es luna nueva: la luna nueva corresponde al momento en que todas las cosas están vacías y las fuerzas de la Naturaleza en reposo. Por otro lado, esta luna nueva corresponde a Virgo, la tierra virgen, signo de pureza inviolada y puerta de todos los misterios. Es, por tanto, el mejor momento para la concepción de una nueva historia. Además, la luna nueva de Virgo cae entre la luna llena de Acuario y la luna llena de Piscis, signos respectivos de la era que empieza y la era que acaba. El día 2 es, por tanto, el punto cero, por derecho y por la cara»
De hecho, la selección de los artistas del festival –entre los que estaban Blondie, Nico, Ultravox, Bijou, Tequila, Los Masturbadores Mongólicos, Música Urbana, Teta Atómica, La Banda Trapera del Río, David Allen y Kevin Ayers que, finalmente no actuó porque se había roto un dedo–, se había hecho en base a criterios astrológicos: «Nico es una cantante de la era Piscis por su forma de música, por su entorno […], Kevin Ayers, un poco como Nico... David Alien, supercósmico, en relación con la inseminación de la tierra, con la era virgen, con Acuario…», explicaban desde la organización.
Partiendo de esos conceptos, Pau Riba diseñó un cartel que sintetizaba todo ese universo astrológico. En él aparecía una virgen de Filippo Lippi sobre la que caía una gota de lo que se suponía era semen que se desprendía del rótulo de Canet Roc. Un precioso póster que fue arrancado de las calles de Barcelona por sectores de ultraderecha que, además, realizaron amenazas telefónicas a los organizadores.
Por su parte, la delegación gerundense de Pax Christi, movimiento católico internacional por la paz, se pronunció a favor del afiche, argumentando que «la derecha ha realizado una lectura equívoca del cartel», e invitando a la Generalitat a que se pronunciase sobre si también deberían ser retirados cuadros semejantes de Salvador Dalí. Asimismo, señalaban que «el cartel ha de mirarse con ojos del espíritu, con ironía y procurando entender el misterio. Es un auténtico bálsamo en medio de la basura pornográfica fomentada por el dinero a espaldas de los hombres, hijos de Dios y herederos del cielo a través de Cristo».
A pesar de ese apoyo y aunque hacía ya casi tres años que había fallecido Franco, muchas de las leyes e instituciones franquistas seguían en vigor. Por ello, lejos de dejar pasar el tema, el gobernador civil de Barcelona, Santiago Belloch padre, y otras fuerzas vivas de la ciudad, entre las que se encontraban el obispo y el jefe de la policía, se reunieron en casa de Belloch. Allí discutieron cuál era la mejor vía para proceder contra Riba y los organizadores, argumentando que el cartel era blasfemo y «atentaba contra la convivencia social».
«Al final entró la mujer del gobernador y les hizo ver que cualquier cosa que hicieran redundaría en mi favor y daría alas a los que estaban de mi parte», recordaba Pau Riba, que destacaba que cualquier cosa que hicieran iba a magnificar un problema que «bien mirado, no tenía tanta importancia. Aunque en el cartel aparecía una virgen de Filippo Lippi, en realidad la modelo era una monja que se había fugado con él. O sea, que no era tan virgen».
A pesar de todo, diseñador y organizadores fueron juzgados y condenados a pagar una multa de 500.000 pesetas, cantidad bastante elevada, habida cuenta de que el presupuesto de Canet Roc 78 era de ocho millones de pesetas.