Caos en el Louvre o Jordan contra la Mona Lisa
/En 1977, durante la presentación de Jubilee, el director Derek Jarman junto al icono punk Jordan visitó el Louvre. Ambos sembraron el caos y fueron expulsados por alterar el «entorno estético».
Armada y con gesto desafiante y una imagen explosiva: el rayo que le cruzaba la cara, los pelos de punta, cadenas, cuero, bondage. Fue una de las musas punks por excelencia o la inseparable imagen de los primeros pasos del punk inglés en el séquito o contingente ultrapunk de la tienda Sex, un grupo de artistas outsiders, modelos amateurs, gays, transgresores, provocadoras. Su nombre real es Pamela Rooke, pero siempre se la recordará como Jordan, uno de los rostros más conocidos y enigmáticos del punk londinense junto a Johnny Rotten, Soo Catwoman o Siouxsie Sioux.
Su carrera artística es variada y sorprendente. Tras hacerse famosa por sus fotos en el interior de la tienda o vestida de cuero y látex negro, pasó a desempeñar cometidos distintos, como hacer de singular manager de Adam and the Ants cuando estos eran los protegidos de McLaren y explotaban en mil pedazos la imagen del punk al incorporar la estética pirata y corsaria con el rostro surcado por pinturas de guerra. El director de cine de culto Derek Jarman la convirtió en su preferida. Se hicieron muy amigos y juntos idearon la gran película del punk, Jubilee, en la que Jordan hacía de Amyl Nitrate, la punk «antihistórica» y líder de un grupo armado.
Sin embargo, Vivienne Westwood, pareja de McLaren y diseñadora de aquellos artefactos punk en clave de moda, le declaró la guerra. Jubilee estaba a años luz, en cuanto a provocación y rabia, de la mayoría de los subproductos audiovisuales de la época, pero la diseñadora cargó contra el director y le dedicó lo que es la primera «Open T shirt to Derek Jarman from Vivienne Westwood JUBILEE», algo así como un manifiesto antiJarman. Lo llamó despectivamente «marica» y lo acusó de ser un fraude, un manipulador de lo que según ella era el punk. Para Jarman los primeros punks eran conservadores y previsibles, un puñado de adolescentes fascinados con Dadá. Jarman, en 1992, cuando Westwood aceptó ser nombrada integrante de la Orden del Imperio Británico (OBE) de manos de la mismísima reina Isabel II, escribió en su diario: «Vivienne Westwood accepts an OBE, dipsy bitch». Lo cierto es que el idilio entre Jarman y Jordan resistió el paso del tiempo, aunque en aquel tumultuoso 1978, el año de Jubilee y el de la camiseta convertida en carta abierta, la pareja funcionaba como un tándem imparable.
«Frente a la Venus de Milo, comenzaron a ser rodeados por turistas que querían fotografiarse con ella»
DESEMBARCO EN CANNES, TERROR EN EL LOUVRE
En 1977, mientras se publicaban los primeros singles y discos punks, ambos viajaron a Cannes para presentar Jubilee. En París se tomaron la mañana libre tanto él como Jordan, a quien este último describe en su interesantísimo y hermoso libro Croma (1994), publicado en castellano por Caja Negra, como «princesa del punk», se fueron de compras y luego visitaron el Louvre. «Ella era el espíritu de la época. Los fotógrafos se peleaban por tenerla, llegó a la portada de Vogue. Llevaba aquella aureola de púas de cabello rubio como si fuera una corona de agudas espinas de vidrio. Su novedoso maquillaje, el rostro blanco y un ojo rojo con una línea negra a lo Mondrian, se había vuelto mundialmente famoso», afirma. Esa mañana, en el museo, lucía una camiseta destrozada con la palabra «Venus» en su seno. Levaba una minifalda cortísima de encaje blanco, medias verdes y zapatos de tacón de aguja. Nada más entrar, la seguridad del lugar se quedó atónita. Frente a la Venus de Milo, comenzaron a ser rodeados por turistas que querían fotografiarse con ella. Las salas se colapsaron. Jarman llevaba una cámara y grababa todo, pero un guardia de seguridad puso su mano sobre la lente y prohibió que grabase nada.
«Luego ocurrió lo inconcebible: los turistas de aquella inmensa galería se olvidaron de sí mismos y la vida se volvió más importante que el arte»
Entonces, echaron a correr seguidos por varios guardias. Buscaban a la Mona Lisa. «Luego ocurrió lo inconcebible: los turistas de aquella inmensa galería se olvidaron de sí mismos y la vida se volvió más importante que el arte», confiesa. La Mona Lisa, que tenían delante de ellos, perdió su importancia. Los turistas le dieron la espalda para fijarse en la pareja y fotografiar a Jordan. «De pronto, las paredes de la galería se abrieron y fuimos arrestados y conducidos hasta un ascensor secreto que nos llevó zumbando al sótano, donde un enojado curator nos expulsó de la galería por “perturbar el entorno estético”». Inaudito. Jarman no se lo creía. Jordan, mientras tanto, sonreía: «Yo le contesté: pero esta dama es la más famosa del mundo, más famosa incluso que la Mona Lisa», añadió.