Spanish agitprop! Los lanzacohetes de flyers que combatieron el fascismo
/La cercanía entre las filas enemigas dio lugar a la creación de extraños lanzacohetes o catapultas con flyers desmoralizadores. El legendario guerrillero Quico Sabaté lo replicó para asediar Barcelona con panfletos
Bulos, amenazas, llamadas incesantes a la desmoralización del enemigo. Durante la Guerra Civil, ambos bandos idearon sus propios métodos agitprop. Rudimentarios, en ocasiones hilarantes, de eficacia a veces dudosa, el agitprop de la guerra fue un laboratorio de artefactos y medios que combinaron la mecánica con el sonido. Se desviaban libros de texto educativos para incluir soflamas o panfletos; o caía una lluvia panfletaria sobre las filas enemigas o las poblaciones sitiadas.
En diciembre de 1936 The Times registró uno de los primeros «bombardeos» de panfletos a cargo de los fascistas. «Tres aviones insurgentes cruzan Madrid hoy. Lanzaron panfletos pero no bombas», señalaba la noticia, lo mismo que recogió George Orwell en su clásico Homenaje a Cataluña, en un episodio acontecido al año siguiente en el frente de guerra de Zaragoza: «Un avión fascista vino directamente, demasiado alto para ser tiroteado y en lugar de soltar bombas, lanzó cosas brillantes blancas que llenaron el aire, algunos revolotearon hacia abajo en la posición, eran copias de un periódico fascista, el Heraldo de Aragón, anunciando la caída de Málaga». Fue entonces cuando ingenieros de ambos bandos empezaron a utilizar unos cohetes que lanzaban panfletos. Agitprop guerrillero o nacional, tubos llenos de pasquines que, gracias a la cercanía de la zona de trincheras de ambos ejércitos, llegaban con facilidad a una distancia de muchos metros.
«En otras ocasiones, se usaban unas especies de catapultas con latas que llenaban de pasquines y se lanzaban con una cuerda»
También se fabricaron pequeños «misiles» que, en realidad, iban cargados de papel toscamente impresos que contenían mensajes desmoralizadores, y hasta codiciados paquetes de cigarrillos «antifascistas» que eran atrapados con avidez por los soldados fascistas y que contenían frases contra Franco. Sin embargo, en otras ocasiones, se usaban unas especies de catapultas con latas que llenaban de pasquines y se lanzaban con una cuerda. El riesgo era que el lanzador podía ser tiroteado si no guardaba una gran precaución, ya que este método se usaba cuando la trinchera enemiga estaba a escasos metros. Incluso existieron pequeños periódicos que estaban destinados a su difusión por medio de los lanzacohetes. Este fue el caso de La Voz de España (1938), que tenía cuatro páginas y un tamaño pequeño (17 x 23,5 cm). Se lanzaba a las tropas fascistas con un cohete que podía lanzar hasta sesenta ejemplares de una sola vez. Al mismo tiempo, los fascistas tenían Vértice, que hacían llegar usando el mismo método pero que solamente podían hacer sobrevolar dos o tres ejemplares por lanzamiento.
«Nunca la palabra flyer tuvo un significado más apropiado»
El ejército repúblicano dedicó cuerpos específicos para la difusión de propaganda, como el 5 º Regimiento de Milicias Populares que, entre sus cometidos, estaba la elaboración de propaganda escrita y su difusión y distribución destinaba a la deserción de las tropas fascistas, tanto nacionales como moras o italianas.
Nunca la palabra «flyer» tuvo un significado más apropiado. De hecho, se les conocía así, como «volantes» o «pases entrega» y, en ocasiones, en una jornada de guerra caían varias decenas sobre las trincheras.
«¡SOY QUICO!»
Francesc Sabaté (L’Hospitalet, 1915- Sant Celoni, 1960), más conocido como Quico Sabaté, tuvo en jaque al franquismo. Atracaba y lo reivindicaba, mostrando una osadía inaudita que lo llevó a retar desafiante a sus perseguidores o a pasearse y fotografiarse en medio de Barcelona cuando se había puesto precio a su cabeza, después de tomarse una copa frente al Palacio de Justicia. Su nombre hacía temblar a más de uno, lo mismo que su star, la clásica pistola anarquista. Su osadía, en la España que buscaba reflejar una imagen de «paz social», ponía en entredicho al mismo régimen. Era imparable. Sus atracos «audaces» parecían de película.
«A gran velocidad, los barceloneces ven cómo cae una lluvia de panfletos que lanza desde el interior con ayuda de un pequeño mortero»
Quico, posiblemente inspirado por estos métodos agitprop durante la guerra, usó con regularidad el panfleto o el megáfono para difundir el mensaje anarquista y antifascista, pero también retomó la vieja costumbre antifascista de los lanzacohetes. En Toulouse diseñó un potente mortero o catapulta mecánica que usaría posteriormente para lanzar octavillas y panfletos desde pequeñas elevaciones. Su «golpe» agitprop más sonado sucedió en 1955. El 28 de septiembre Franco llegó a Barcelona en viaje oficial. Quico y su grupo lo sabían, por lo que secuestraron un taxi que tenía el techo abatible. Así, a gran velocidad, los barceloneses ven como cae una lluvia de panfletos que lanza desde el interior con ayuda de un pequeño mortero y que dicen: «Pueblo antifascista: Son ya demasiados los años que soportas a Franco y sus sicarios. No basta con hacer la crítica de este corrompido régimen de miseria y de terror. Las palabras son palabras. La acción es necesaria. ¡Fuera la tiranía! ¡Viva la unión del pueblo! Movimiento Libertario. Comité de Relaciones».