Un rey de reyes: Chorrojumo, el «Príncipe de los gitanos» que reinó en La Alhambra
/Durante años, Chorrojumo (alias «Príncipe de los gitanos») fue el granadino más universal. Su retrato apareció en miles de postales y cuadros, tuteando a reyes y emperadores.
«Hoy ha fallecido en esta capital el popular gitano Chorrojumo, estimadísimo por su peculiar donaire, que le conquistaba generales simpatías –cuenta La Correspondencia de España el 11 de diciembre de 1906–. Paseando esta tarde por el camino del Cementerio se sintió indispuesto, falleciendo repentinamente. Chorrojumo era un tipo conocidísimo y atrayente para cuantos extranjeros visitaban la Alhambra. Siempre vestido con el típico traje de los gitanos, único que usaba, se encontraba a todas horas ofreciendo sus retratos a los visitantes. Titulábase “Príncipe de los gitanos”. El famoso Chorrojumo sirvió de modelo a los más afamados pintores de Europa, calculándose en muchos millones el número de las tarjetas postales que con el retrato del clásico gitano habrían circulado por Europa y América. La reina de Inglaterra y las hijas de los condes de Connaugth, cuando recientemente vinieron a Granada, conocieron a Chorrojumo y obtuvieron fotografías instantáneas del popular gitano».
Por entonces, el granadino Mariano Fernández Santiago, que así se llamaba, tenía 82 años. El apodo era la contracción de la locución «chorro de humo», en un proceso dialectal característico del habla andaluza oriental, ya que el gitano trabajaba además de herrero. También lo conocían como «Señor de los bosques de la Alhambra», ya que solía apostarse frente a La Alhambra vestido de esta manera para ganarse unos dineros con los turistas, que se fotografiaban junto a él. Posiblemente fue uno de los personajes españoles populares más fotografiados de todos los tiempos. A comienzos de siglo su imagen circulaba por media Europa en miles de postales.
Su fama era enorme. Muchos de los mejores pintores europeos le brindaron retratos. Una vez que vino el emperador de Alemania Guillermo II, «Chorrojumo» se permitió preguntarle por la familia y tutearlo. Al ver la extrañeza de los acompañantes, exclamó: «¡Como tos los reyes sernos primos por eso nos tuteamos!». Al Kaiser le hizo mucha gracia. Tuvo descendencia, que intentó ganarse la vida con la fama de su padre, algo que no sucedió. A su padre le habían salido decenas de imitadores y la competencia era feroz. La Hoja Oficial del Lunes, en 1955, recordando personajes ilustres, afirmó que «Con Chorrojumo puede afirmarse que murió la (dinastía) cañí granadina, porque su hijo «no estaba a la altura de las circunstancias. Carecía de prestancia y de acierto en la conversación. No pudo heredar el aire de sultán destronado que caracterizaba a su padre. Tuvo, pues, que abandonar el catite, chaquetilla de alamares, faja y vara y rasurarse las patillas y dedicarse a tocaor de guitarra; con tan mala fortuna, que raro era el día en que, por (gracia), no le rompía el instrumento cualquier juerguista con parné que, naturalmente, después del berrinche le indemnizaba para que pudiera seguir buscándose la vida perra. Lo que él decía amargamente: “¡A lo que hemos llegao los reyes!”».
Uno de sus imitadores más célebres fue un antiguo guardia civil llamado Enrique García que, además, tenía extrañas ideas. Durante toda su vida intentó que el ayuntamiento granadino le permitiera socavar el subsuelo de los solares de la antigua casa de los juzgados en Plaza Nueva, donde aseguraba que se escondía una cantidad fabulosa de lingotes de oro guardados en un arca de hierro. Jamás logró cumplir su sueño.