Cuando Pío Baroja visitó a Durruti en prisión

«Durruti era un tipo para tener biografía en romance, en un pliego de literatura de cordel, con un grabado borroso en la primera página», afirmó Pío Baroja en El cabo de las tormentas. El escritor había sido alguien incómodo para unos y otros: no se decantó políticamente y de una forma clara por ningún bando pero, de hacerlo, hubiera sido por un tipo de anarquismo no violento, progresista y naturalista. Porque toda su enorme obra puede leerse también como una descripción del anarquismo de la época, que lo llevó a querer conocer a muchas de las grandes figuras de entonces, como en Londres, cuando visitó y pasó varios días en compañía del legendario Malatesta, que entonces regentaba un taller mecánico y, secretamente, mantenía conexiones con grupos libertarios de medio mundo.

Una de las últimas imágenes de Baroja antes de fallecer. Fotografiado por Alfonso

Una de las últimas imágenes de Baroja antes de fallecer. Fotografiado por Alfonso

Una de sus mejores novelas, perteneciente además a La lucha por la vida, está dedicada enteramente a los esfuerzos de los anarquistas. Me refiero a Aurora Roja, aunque toda su obra está sembrada de referencias hacia el anarquismo y los anarquistas, que conoció y, en algunos casos, compartió sus puntos de vista y aspiraciones. En El cabo de las tormentas aparece la descripción de una de las acciones cometidas por Durruti y sus compañeros:

«El cardenal-arzobispo de Zaragoza era un reaccionario de influencia. La ejercía no solo en su sede sino en Barcelona y recomendaba a las autoridades de allí medidas fuertes y duras contra los obreros y los agitadores. Los anarquistas sabían que el arzobispo conferenciaba en Reus con los jefes de la Patronal de Barcelona y daba consejos para atacar a la organización sindicalista obrera. La banda marchó a Zaragoza; se entendieron los directores con una vieja anarquista catalana que vivía allí hacía algún tiempo, la ciudadana Teresa, y entre todos prepararon una emboscada y mataron al arzobispo una tarde que iba a una posesión suya llamada “El Terminillo”. El arzobispo fue muerto en el auto cuando entraba en su finca, donde había establecido una escuela dirigida por monjas. Los anarquistas le hicieron veinte disparos. El arzobispo cayó muerto y quedaron heridos sus familiares y el chofer».

Sin embargo, un hecho menos conocido tanto de su vida como de la del titán del anarquismo español Durruti, fue la relación que ambos mantuvieron.

Durruti, junto a otros compañeros, amigos y militantes anarquistas como Ascaso y «Combina», habían sido detenidos el 2 de abril de 1933 en Sevilla, a la salida del Congreso Regional de Andalucía y Extremadura. No se les acusó de un delito contra la propiedad privada, sino que fueron conducidos ante el juez por un delito de opinión, como autores de un mítin pronunciado a la clausura del Congreso. Inicialmente fueron encarcelados en la cárcel del Pópulo de Sevilla y, posteriormente, marcharon al penal del Puerto de Santa María, en Cádiz.

Buenaventura Durruti, en el centro, junto a Gregorio Jover y Francisco Ascaso (París, 1926)

Buenaventura Durruti, en el centro, junto a Gregorio Jover y Francisco Ascaso (París, 1926)

Baroja visitó inmediatamente a Durruti. Ambos hablaron en privado después de un emocionante recibimiento a Baroja, durante el cual los presos levantaron sus brazos y puños, considerándolo «uno de los suyos». Baroja reaccionó un tanto azorado y con sorpresa.

Antigua cárcel del Pópulo de Sevilla en la que ingresó Durruti y visitó Baroja. Fotografía tomada en los años treinta

Antigua cárcel del Pópulo de Sevilla en la que ingresó Durruti y visitó Baroja. Fotografía tomada en los años treinta

«Ambos hablaron en privado después de un emocionante recibimiento a Baroja, durante el cual los presos levantaron sus brazos y puños, considerándolo uno de los suyos”»

El anarquista, en una carta fechada 3 de junio de 1933, menciona la visita del escritor: «Pío Baroja, cuando vino a verme a la cárcel de Sevilla me decía: "Es terrible lo que hacen con ustedes", y yo le pregunté qué posición cree Don Pío que debemos adoptar nosotros frente a estas arbitrariedades. No supo qué contestar. Luego he leído un artículo de él en Ahora, que es la contestación que no se atrevía a darme a través de las rejas».

Díez, Ascaso, Pérez Combina, Durruti y Lorda en la cárcel de Puerto Santa María (1933)

Díez, Ascaso, Pérez Combina, Durruti y Lorda en la cárcel de Puerto Santa María (1933)

Durruti se refiere a una pieza escrita por Baroja, titulada «Latifundio y comunismo»,  y publicada en Ahora el 23 de abril de 1933:

«Esto pensaba el otro día aquí, en Sevilla, cuando fui a hablar en la cárcel del Pópulo, vieja, sucia y pintoresca, una cárcel del tiempo de Menmée, con los anarquistas presos. Estos se hallan detenidos por haber hablado con violencia en un mitin. Les vi desde el locutorio, a lo lejos, entre las rejas, como fieras enjauladas. Estaban Durruti, Ascaso, Pérez Combina, Zimmerman, Paulino Díaz y otros muchachos jóvenes. Como los anarquistas son discutidores, comenzaron a discutir conmigo. Hablaban con entusiasmo de la revolución que consideraban próxima, y del triunfo del comunismo libertario. Yo presentaba mis objeciones de hombre incrédulo y dogmático. Al salir de la cárcel pensaba:  

—¡Quién sabe si lo que propugnan estos hombres, en vez de ser lo utópico del  futuro, sea en Andalucía algo ancestral y tradicional!».

Baroja y su encuentro con Durruti en Ahora (23 de abril de 1933)

Baroja y su encuentro con Durruti en Ahora (23 de abril de 1933)