El glam al pomodoro de Renato Zero

Prácticamente desconocido en España, Renato Zero acaba de cumplir 70 años convertido en una leyenda de la música italiana, en la que comenzó hace más de cinco décadas con una propuesta en la que cabía glam transgresión, ambigüedad sexual, barroquismo y rock.

Renato Zero es uno de los artistas más originales y sorprendentes del panorama artístico italiano. Compositor, cantante, bailarín, escenógrafo y hasta diseñador de su llamativo y ultraceñido vestuario, este romano lleva cinco décadas demostrando que el glam, el barroquismo y la provocación no es algo exclusivo de grupos y artistas anglosajones como T-Rex, New York Dolls, Roxy Music o Elton John.

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Nacido el 30 de septiembre de 1950, el pequeño Renato tuvo una infancia bastante convencional junto a su padre policía, su madre enfermera, su abuela y sus tres hermanas. También era convencional su interés por las estrellas del cine y la música, con la salvedad de que, a diferencia de otros niños, Renato no quería ser un mero espectador sino una de esas estrellas a las que admiraba. Así, en 1964 debutó como cantante en el Ciak de Roma y, tres años después, grabó su primer single con una versión de 98.6, canción popularizada por Keith. Sin embargo, mientras que el artista estadounidense vendió varios millones de discos, Renato apenas facturó unas pocas copias.

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Lejos de desilusionarse, Renato comenzó a frecuentar el local más moderno de Roma, el Piper, en el que conoció a otros artistas que como él, despuntarían en los años siguientes. por ejemplo, Mia Martini o su hermana Loredana Berté, de la que sería un gran amigo hasta que una serie de desavenencias entre ambos hicieron que estuvieran años sin hablarse. En el Piper también conoció a estrellas consagradas que actuaban en su escenario, como Rita Pavone, para la que trabajó como bailarín. Gracias a esos nuevos contactos, Renato comenzó a participar en programas de televisión, grabó algunos discos publicitarios para una compañía de helados sin que su nombre apareciera en la portada, trabajó como actor en películas como Roma, Casanova o Satyricon de Fellini y formó parte del elenco de la versión italiana de Hair.

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Fellini, Hair, el Glam, el music hall… Los referentes de Renato no eran precisamente un ejemplo de sobriedad. Algo que a finales de la década de los sesenta y principios de la de los 70, provocaba bastante rechazo por parte de los espectadores o la gente con la que se cruzaba por la calle, que no dudaba en dedicarle insultos o comentarios despreciativos como «sei uno zero», frase ofensiva de la que el artista sacó el nombre con el que sería conocido a partir de entonces.

Libertad creativa

Renato Zero, que no pasaba desapercibido en la noche romana, acabó llamando la atención del sello RCA que le propuso un contrato. A pesar de las ganas por grabar sus composiciones, el cantante no aceptó firmar hasta que la discográfica aceptó sus condiciones, entre las que se encontraba disponer de libertad creativa en el estudio, en sus espectáculos y en su repertorio.

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Esta última exigencia, aparentemente anecdótica, tal vez fue la más difícil de aceptar por parte de la compañía. Mientras que las otras dos se arreglaban con más o menos presupuesto, dejar que Renato Zero eligiera libremente sus canciones podía provocar no pocos dolores de cabeza a los ejecutivos. Entre los temas que abordaban sus composiciones estaba la sexualidad no normativa, la pedofilia, la prostitución masculina, las drogas, la violencia o la identidad de género en una época en la que no se había popularizado ese término.

Con todos esos materiales, Renato Zero grabó su primer disco, No, mamma, no!, en la actualidad una cotizada pieza de coleccionista que puede llegar a alcanzar los 300 euros pero que su momento fue un tremendo fracaso. Nadie quedó satisfecho con el producto. Para el público más veterano, las canciones sobre hombres que se maquillaban o sexo no normativo eran una obscenidad; para los los jóvenes contestatarios y progresistas canciones antiabortistas como la que daba título al disco les dejaban completamente descolocados.

Ajeno a esas polémicas y convencido de que su propuesta era valiosa y tenía recorrido, Renato Zero publicó en 1974 Invenzioni y, un año más tarde, Trapezio en los que, lejos de atemperar su estética y la temática de sus canciones, los fue acentuando cada vez más. Una estrategia que se demostró acertada cuando, en 1977, lanzó Zerofobia, LP en el que se contenía uno de sus éxitos más populares: Mi vendo. A pesar de ser una historia sobre prostitución y ambigüedad sexual, Mi vendo entró en las listas de éxito italianas permaneciendo en ellas más de cincuenta semanas.

Del éxito al desinterés

Convertido en un ídolo en Italia, Renato Zero consideró que era el momento de fundar su propio sello, Zerolandia, y conquistar otros mercados como el español. Con apoyo de RCA, que seguía encargándose de la distribución de sus trabajos, el artista intentó que su siguiente LP, Zerolandia, se vendiera también en nuestro país. De hecho, se llegó a distribuir el single con las canciones Triangolo / Sesso o esse, dos temas muy bailables que hubieran sido un llenapistas en cualquier discoteca pero que no acabaron de funcionar. Ni siquiera programas como Aplauso, en el que una actuación del Renato Zero de esa época hubiera eclipsado la de los mismísimos Kiss, le dieron cabida al artista.

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En todo caso, la falta de interés del público español no fue un problema. Triangolo llegó a estar en el número tres de las listas italianas y las ventas fueron tan buenas que, para su siguiente trabajo, EroZero, alquiló una de las carpas de la familia circense Togni y recorrió el país presentando su nuevo espectáculo. Por si no fuera suficiente, también estrenó una película titulada Ciao nì y volvió a intentar la aventura española con el single Il carrozzone / Baratto.

Esta vez el disco sí tuvo cierta repercusión. Entró en las listas de éxitos en el número 47 de 50 posiciones y Los Domingos de ABC lo reseseñó diciendo «Renato Zero. Italiano, sus canciones son espectáculos totales en los que Renato oficia de mimo, actor y cantante. Calidad ante todo y, a veces, com en esta ocasión, posible impacto comercial». Eso fue todo y así ha sido desde hace más de cuatro décadas. En la hemeroteca de El País, apenas se menciona a Renato Zero dos veces, una de ellas en una crítica de Jordi Costa, gran conocedor de la música italiana. El diario La Vanguardia tampoco es una excepción y apenas aparece dos o tres veces, una de ellas porque lo cita Raffaella Carrà en una entrevista y otra porque Umberto Eco lo menciona en uno de sus artículos junto a otros importantes artistas italianos.

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Consagrado como artista desde finales de los 70, el cantante lleva desde entonces sin parar de grabar y actuar. Después de EroZero, su LP de 1979, y hasta la actualidad, Renato Zero ha publicado más de treinta discos –sin contar las recopilaciones–, la mayor parte de los cuales ha dado lugar a giras multiitudinarias. Por si esto no fuera suficiente, sus temas han sido cantados por la mismísima Mina en Nº 0, en 2015 se le dedicó una exposición retrospectiva con vestuario, fotografías, audiovisuales y en la película Il Divo, Paolo Sorrentino imaginó a Giulio Andreotti junto a su esposa Livia, viendo por televisión una actuación del artista en la que cantaba uno de sus temas clásicos, I migliori anni della nostra vita. La escena, que mostraba al hombre más poderoso de Italia disfrutando del que en el pasado había sido el más transgresor, confirmaba que Renato Zero es, sin discusión, una figura clave del país transalpino.

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