El tornado que casi destruyó Madrid

Eran las seis de la tarde del miércoles 12 de mayo de 1886 cuando se desató el terrible fenómeno:

Ilustración de la época que muestra el aspecto y fuerza del tornado

Ilustración de la época que muestra el aspecto y fuerza del tornado

 «A las seis vino una nube negra, muy negra, de por allá, y otra, muy negra también, por allá —narró más tarde el alcalde de Carabanchel Alto, entonces municipio separado de Madrid—. Las dos se encontraron en el Cerro del Aire y, al chocar, produjeron un ruido terrible, atronador, desencadenando el huracán y produciendo centenares de chispas eléctricas».

Cuando fue ganando magnitud, las calles se despoblaron y toda Madrid vivió presa del pánico, en un tornado que llegó a alcanzar los trescientos kilómetros por hora y que dejó un paisaje de muerte y destrucción a su paso. Comenzó en Carabanchel, pero luego avanzó hasta el mismo centro de Madrid. Para los españoles, la palabra «tornado» era algo nuevo y solamente dos años antes, en 1884, había sido introducida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Durante décadas se recordó por los madrileños como uno de sus días más trágicos y terroríficos, inmortalizándolo el escritor Benito Pérez Galdós más de una década después en su obra Misericordia (1897): «En ellos estoy, Teresa Conejo, como lo estaba cuando te presté los mil reales, y te salvé de ir a la cárcel... ¿No te acuerdas? Fue el año y el día del ciclón, que arrancó los árboles del Botánico...». El tornado arrasó todo a su paso, comenzando por la Pradera de San Isidro y adentrándose en la Puerta de Toledo, Ronda de Valencia, Atocha, Jardín Botánico, Retiro y Alcalá. La estación de Atocha resistió la fuerza del tornado, lo mismo que el Hospital (actual Museo Reina Sofía), donde se atendieron a los numerosos heridos, sobre todo en la adyacente tienda-asilo común en aquellos años y destinada al socorro de los más pobres.

Cientos de casas desaparecieron; en otras los tejados volaron. Cuando todo pasó, cientos de árboles aparecieron vencidos por la fuerza del viento, lo mismo que estructuras de todo tipo y hasta tranvías. En cuanto a las víctimas, sepultadas entre los escombros o bajo el peso de los carruajes destrozados, se contaron hasta 47 muertos, lo que originó que se hablase del «Tornado asesino». Las imágenes que aparecieron en toda la prensa nacional reflejan la magnitud del caos que se originó.

El periódico El Liberal, en una crónica de lo sucedido, afirmó que «Madrid parecía una ciudad muerta, entregada a la furia de los elementos. Muchas calles parecían ríos. De muchas casas volaban las techumbres. En todos los paseos arrancaba el huracán de cuajo los árboles corpulentos y altísimos. Por donde quiera, los destrozos, las pérdidas, las desgracias, los heridos, y los muertos…». Por supuesto, en medio del tornado hubo quien aseguró haber visto la imagen de la virgen o distintos fenómenos sobrenaturales.

Curiosamente, ese mismo día, en el Hipódromo de la ciudad la yegua ganadora se llamada «Tormenta».