Enterradme con ira: un funeral político
/Un nuevo artículo de la gran Alana Portero: «Quiero que mi funeral sea un acto de fiereza. Quiero que sea una declaración de lo que fue mi vida. Quiero hacerlo con mis compañeros y compañeras, un acto de amor e ira». El funeral de Mark Fisher, su significado y el manifiesto que se leyó, pasaron a la historia del movimiento y la lucha LGTB
POR ALANA PORTERO (*)
Dentro del sueño americano, la muerte solo tiene cabida como evento pulcro, de superficies cromadas, ascensores para ataúdes y tartas de calabaza en platos blancos. Las liturgias del liberalismo son hiperbólicas cuando se trata de hacer negocio, se regocijan en el vacío, en el plástico que acabará sepultando océanos, en el brillo cegador de materiales destinados a no descomponerse, en sonrisas enlatadas, en la negación de todo lo que pueda ser introspectivo, calmado o reflexivo. El mercado necesita al vacío y el vacío, aceleración.
LA SIMULACIÓN NO SOPORTA LA VÍSCERA
«La simulación no soporta la víscera, la expresión de dolor, la furia o la negación. Toda concesión a lo pulsivo es discordante en el escenario capitalista. Toda concesión al silencio, a la no reacción, también interfiere en lo que la maquinaria espera de nosotras»
Estas liturgias se tornan lácteas y crepusculares cuando hay tejido orgánico de por medio. La simulación no soporta la víscera, la expresión de dolor, la furia o la negación. Toda concesión a lo pulsivo es discordante en el escenario capitalista. Toda concesión al silencio, a la no reacción, también interfiere en lo que la maquinaria espera de nosotras. Solo a través de la asepsia puede incorporarse la muerte al festival del libremercado, ha de llevarse al terreno de lo moderado, de lo familiar, deshacerse de la carne en descomposición con efectividad y sustituir al cuerpo por la idea refinada del mismo. Fotografías, flores, comida, conversación, compañía en el salón de casa, sinfonías como de atardecer, murmullos que acallen el silencio iracundo o doloroso, pero que tampoco se conviertan en lamentos que hielen la sangre al vecindario.
Es 2 de noviembre de 1992 y estamos en la Judson Memorial Church de Nueva York. Hace frío. El templo está atestado. El ataúd con el cuerpo del activista gay Mark Fisher ocupa el centro de la sala. Está abierto. El rostro de Mark está tan cubierto de maquillaje que no puede describirse el color de su piel. Los sarcomas no se ven pero es imposible disimular una calavera que casi ha traspasado los límites del pellejo. Si el horror en que las autoridades convirtieron al SIDA puede contarse con una imagen, es esta.
El funeral religioso transcurre en silencio. Nadie abre la boca. Lloran casi sin respirar. La concurrencia es una romería de cadáveres andantes salpicados de manchas violáceas que apenas se tienen en pie.
«El ataúd abierto de Mark Fisher recorre la distancia entre el templo y la sede del Partido Republicano en la Calle 43. Casi siete kilómetros de procesión que todo Estados Unidos ve en directo»
Una vez concluye la ceremonia comienza el ritual. El ataúd abierto de Mark Fisher recorre la distancia entre el templo y la sede del Partido Republicano en la Calle 43. Casi siete kilómetros de procesión que todo Estados Unidos ve en directo. El olor de los enfermos de SIDA, a los que el personal sanitario se niega a atender en las habitaciones de los hospitales, se aparece en las mesas blancas de la clase media norteamericana como una pestilencia. La respiración fallida de los que morirán por una neumonía complicada interrumpe los cuentos que las familias diseñadas por Reagan leen a sus hijos antes de dormir. El dolor y la furia de millones de personas abandonadas a su muerte cabalga libre por las calles como una amenaza bíblica.
MALDITO SEAS, GEORGE BUSH SR
«Quiero que mi funeral sea un acto de fiereza. Quiero que sea una declaración de lo que fue mi vida. Quiero hacerlo con mis compañeros y compañeras, un acto de amor e ira»
El pavor que provocan los dolientes, el atavismo que supone ese ataúd abierto en el corazón de Norteamérica, impide que autoridad alguna se acerque a ellos e impida el evento. Llegan ateridos al final del camino. Bob Rafsky, histórico miembro de Act Up, amigo de Mark y también en la fase final de la enfermedad, agarra el micrófono y lee un manifiesto que pasará a la historia del activismo LGTB. Tres minutos de amor, dolor, cólera y piedad que sacuden y abrillantan nuestra genealogía. Traduzco algunos extractos: «Rogamos, rezamos, exigimos que esta epidemia termine. Este no es un funeral político por la muerte de Mark. Es un funeral político por uno de sus asesinos, George Bush Sr., cuyo nombre maldice mi lengua. Esta noche el mundo entero nos oirá lanzar esta maldición al presidente, el fantasma de Mark Fisher te perseguirá hasta el fin de tus días, cuando llegue tu muerte, recordarás las nuestras. Yo ya estoy muerto. Mañana perderás».
Al día siguiente, George W. Bush perdió las elecciones presidenciales ante Bill Clinton.
Discurso de Bob Rafsky durante el funeral de Mark Fisher:
ALANA PORTERO (aka «La Gata de Cheshire»). Medievalista, bruja, antropóloga y hacker de género. Ha pertenecido a más de doce sectas apocalípticas y ha sobrevivido a todas. Se sacó un ojo solo para poder llevar parche. Habla una jerga compuesta por más de diez lenguas muertas y ha olvidado cómo comunicarse en el presente, por eso trabaja sola. Consiguió su actual puesto en Agente Provocador asesinando al Agente Fauno, antiguo miembro de la banda negra. También conocida como la Poison Ivy del barrio de San Blas. Muy peligrosa.