El príncipe indio que fue cantante y fascinó a Germán Coppini
/El misterioso Kuldip Singh, conocido como el «Príncipe de la Luz», fue nuestro cantante pop más místico. Aseguraba ser una especie de Alí Babá de la canción. Germán Coppini le rindió tributo
Fomentaba el misterio. Era un Alí Babá de la canción, alguien del que poco o nada se sabía. Era el «Príncipe de la Luz». Tras la voz (grave y sensual) asegura que se escondía un linaje mítico. Era un príncipe lejos de su tierra, proveniente del gurú Nanak, fundador de la religión Sikh. En España su estilo, imagen y la hábil creación de un personaje que apareció y se esfumó casi fantasmagóricamente, creó escuela. Músicos de todo tipo le rindieron pleitesía a Kuldip Singh, que había nacido en Cachemira y, siendo niño, recorrió Europa, América, Asia y que en Estados Unidos, donde estudió hasta la adolescencia e ingresó en una universidad californiana, comenzó su carrera como artista de la canción y el espectáculo.
En varias entrevistas o en las biografías que su compañía difundió, afirmaba que Groucho Marx lo había escogido y que incluso protagonizó varias películas de las que poco se sabe y en las que hacía de Aladino. Lo que sí es cierto es que LIFE reflejó el atractivo del cantante en un reportaje en que se hablaba del extraño indio de linaje celestial que había llegado listo para dominar la canción estadounidense. Son los años primeros años sesenta. La industria musical busca nuevos talentos. En la costa este se vive una prerevolución del amor. Playas, surf, cantantes. Conoce a Rocío Dúrcal, que por entonces prueba suerte fuera de España.
Kuldip se lo pasa pipa en la nueva ola, hasta que sus padres se enteran de su estilo de vida un tanto alocado y deciden que debe sentar cabeza. Kuldip, que ya comenzaba a tener una cierta fama, abandona el país y decide instalarse en la España gris del franquismo para estudiar medicina. Sus padres creen que este radical cambio lo alejará de la fiesta y la promiscuidad, pero al poco el sello Hispavox le publica su primer Ep en el que se presenta como un sultán pop.
«Posiblemente fue el cantante que en España más lejos llevó un halo de misterio y misticismo que quizás no fuese cierto»
En España se hizo muy famoso en los años del inicio del pop y con varias compañía tras el nuevo fenómeno de la música «moderna». Grabó catorce temas entre 1965 y 1967, donde destaca el twist «Alí Babá» o una oda al barbarismo con «El Salvaje», pero se hizo célebre como intérprete de éxitos como «Ojos de España» de Al Martino, así como una horrible canción patriótica que grabó originalmente un antiguo sargento estadounidense titulada «Balada de las boinas verdes». Fue fotografiado junto a su antigua amiga Rocío Dúrcal. Su aparición estelar en el programa musical Nosotros, con sus penetrantes ojos y rodeado de hinduismo pop, lo lanza a la fama. En 1969, la prensa española lo tacha de fraude. Su pasado mítico no se lo cree nadie. Se cambia de nombre para reinventar su carrera, pero resulta un fiasco. Su single, comercializado con el nuevo nombre de Grant Morgan, es mediocre y todos saben que se trata de Kuldip: «Lo único que continúa teniendo es cara dura», dice un periódico. Su rastro se pierde a comienzos de los setenta, pero Germán Coppini lo rescató para su primer disco ya en solitario y que tituló en su honor El Ladrón de Bagdad, que curiosamente editó Hispavox, la misma compañía que lanzó a Kuldip.
Posiblemente fue el cantante que en España más lejos llevó un halo de misterio y misticismo que quizás no fuese cierto. O puede que sí. También creó escuela. A finales de los sesenta apareció otro cantante exótico llamado Mack Porter, que asegura pertenecer a la dinastía de Ghana. Quiso triunfar en España, pero a diferencia del «Príncipe de la Luz» no lo logró.