¡Fuego y destrucción! El Final según Basil Wolverton
/Inspirado por un furibundo predicador de una pequeña iglesia, el legendario dibujante Wolverton, al que Robert Crumb rendiría tributo, describió el inminente Apocalípsis en su escalofriante Libro de las Revelaciones
Nadie puede conocer más fielmente cómo será el final que aquel que tiene contacto directo con Él. Recibe sus comunicaciones mediante iluminaciones, es infalible. Es una especie de traductor de La Palabra, del Verbo. Basil Wolverton, gran figura del cómic mundial y referente de dibujantes del comix underground estadounidense como Robert Crumb, dibujó esas visiones, el aspecto desolador del Armagedon: los aviones caen del cielo, los mares se desbordan y arrasan ciudades, olas de fuego, tsunamis, explosiones que acaban con la raza humana. Recientemente, el número 9 del maravilloso fanzine Manchas y Ruido, nos puso sobre la pista de Wolverton y una cohorte extraña y alucinada de dibujantes bíblicos. Su Libro de las Revelaciones es el Apocalípsis bíblico ilustrado magistralmente. Wolverton estuvo activo entre 1938 y 1974. Su estilo hizo mella en la escena de comix underground de los años 60. Robert Crumb y Ed «Big Daddy» Roth, por ejemplo, fueron indudablemente influenciados por el estilo de Wolverton. Sin embargo, ambos alcanzaron una popularidad que él nunca tuvo.
LA RADIO Y SU REVELACIÓN
«Armstrong pondría las palabras, Wolverton dibujaría el castigo y las llamas, lo que esperaba a la humanidad por desobedecer a Dios»
Wolverton aprendía por su cuenta. Cada año su estilo era más retorcido, pero cuando parecía que su universo ya estaba a suficientes años luz del resto de mortales, apareció Herbert W. Armstrong, el iracundo predicador de una pequeña iglesia, una secta de portavoces del final llamada Worldwide Church of God y que el dibujante descubrió por casualidad mientras retocaba unos dibujos e iba pasando el dial de la radio. Los mesías, personajes pendencieros, furibundos predicadores, abundaban, pero las palabras de Armstrong le conmovieron e impresionaron tan profundamente que comenzó a cartearse con este, que seguramente en un principio se mostraría suspicaz y desconfiado ante el arte del dibujante. Sin embargo se hicieron muy amigos, hasta el punto de que entró formalmente en la iglesia, se ordenó Ministro en un tiempo récord y ambos trabajaron juntos: Armstrong pondría las palabras, Wolverton dibujaría el castigo y las llamas, lo que esperaba a la humanidad por desobedecer a Dios.
TEMED LA IRA DE DIOS
La trayectoria de Herbert Armstrong era similar a la de otros tantos predicadores independientes que lideraban y lideran grupos de fanáticos en Estados Unidos. Había sido rechazado en numerosas ocasiones por la Iglesia cristiana oficial y condenado al ostracismo. Su megalomanía asustaba: se creía un verdadero profeta. Rechazaba la Trinidad, defendía el angloisrealismo, que es la idea según la cual los descendientes de Europa occidental son una «tribu perdida» de Israel, el pueblo elegido de Dios. Y sobre todo advertía de la inminencia de un final catastrófico que caería como una tormenta de fuego sobre Gran Bretaña y Estados Unidos, los paladines del pecado.
«El Apocalípsis de Durero filtrado por el pánico al holocausto nuclear del siglo veinte»
Durante dos décadas (1953-1974), Wolverton publicó más de seiscientas ilustraciones de este tipo en la revista The Plain Truth, aunque su obra magistral, aquella que condensa su trabajo e ideas es el Libro de las Revelaciones, un recorrido vertiginoso por los horrores venideros.
Sin embargo, parece ser que la ortodoxia de Wolverton y su dependencia de las ideas de Armstrong no eran tan fuertes. En su vida personal practicaba unas muy particulares creencias que se distanciaban de la secta. No era por otro lado nada raro; nunca había sido un ortodoxo en nada. Su mundo era demasiado rico en matices. Cualquier organización o grupo cerrado lo hubiera considerado un disidente. «Las ilustraciones de Apocalipsis fueron creadas en la cima de sus habilidades –cuenta Greg Rozeboom en la estupenda web wearethemutans.com-. Sería fácil pensar, dado su poder, que estaba completamente sumergido en la influencia de Armstrong y la Iglesia de Dios Universal. La realidad es que Wolverton estaba ocupado trabajando creando arte completamente secular y al mismo tiempo dando nueva vida al final de los tiempos. Esto incluyó algunos de sus trabajos más conocidos para la revista MAD, así como historias de terror para cómics como Weird Chills y Weird Tales of the Future. A pesar de la presión de Armstrong para involucrarse más con la iglesia y trasladarse a California, Wolverton se quedó en Vancouver. El mundo de la publicación de cómics también compitió por su tiempo y lo presionó para que se mudara a la ciudad de Nueva York. Se resistió a ambas influencias, física y espiritualmente. Permaneció, en un sentido muy importante, virgen. En última instancia, el poder de estas imágenes no puede atribuirse al mero fanatismo. Según todos los informes, el cristianismo, tal como lo practicaba Wolverton, era en gran parte humanista, y beber, bailar, escuchar música y entretenerse moderadamente eran parte de su vida. No es evidente hasta qué punto Wolverton abrazó la ideología racista relacionada con el anglo-isrealismo. Nunca lo denunció públicamente». Jose Haz, en Manchas y Ruido, lo define magistralmente: «El Apocalípsis de Durero filtrado por el pánico al holocausto nuclear del siglo veinte».