El delirante proyecto de una Gran Vía aérea para un Madrid «imperial»
/A las pocas semanas de entrar las tropas fascistas en Madrid, el famoso arquitecto Antonio Palacios presentó a Franco un proyecto para una Gran Vía en las alturas, que se conectaría con el cerro de Garabitas, donde se levantaría una especie de torre Eiffel, junto a una Puerta del Sol rodeada de gigantescas torres plus ultra. La idea le encantó al Generalísimo
Una Gran Vía aérea que atravesaría la Casa de Campo, conectando la estación de Príncipe Pío con el cerro de Garabitas. En total, nada más y nada menos que casi tres kilómetros de pasarelas aéreas cruzando media ciudad, de 85 metros de ancho y que, además, estarían apoyadas en dieciséis mastodónticos pilares en los que viviría gente, gigantescos edificios desde los que se admiraría el futuro de la ciudad «imperial». Sin embargo, lo más espectacular llegaría en el propio cerro, donde una mole de faro de trescientos metros de altura sería nuestra particular Torre Eiffel.
El proyecto, que se llamó «Viar», fue obra del gallego Antonio Palacios Ramilo, uno de los arquitectos más importantes del siglo veinte en nuestro país y autor de muchos de los edificios más emblemáticos de la capital. El Palacio de Comunicaciones o el Círculo de Bellas Artes son obra suya, entre muchos otros. La guerra y sus rigores debieron afectarle, y tanto. Porque en 1939, nada más entrar en la capital las tropas franquistas, propuso a Franco este proyecto que conectaba con la idea que tenía, junto a los principales falangistas, de construir una nueva ciudad que reflejase la «hazaña» lograda al derrotar a la «sierpe roja». Un nuevo Año Cero. Madrid debía levantarse según el modelo de la Italia fascista y los proyectos megalómanos, hilarantes y utópicos de los futuristas.
Palacios vivió con angustia los combates. En 1936 compró con su esposa una parcela en El Plantío para construir su casa, que no logró terminar hasta la posguerra. Vivió, como todos los madrileños, los bombarderos. Para él aquellos años fueron «una forzada reclusión en Madrid». Mientras llovían las bombas, él ya preparaba el increíble proyecto de una Gran Vía aérea. Al igual que los gerifaltes franquistas, veía el nuevo régimen como un imperio duradero de mil años. O al menos hasta el año 2000. Palacios, en un artículo de la revista Horizonte, tituló el proyecto «Hacia el Madrid del año 2000». Por supuesto, era un número especial «Victoria», una joya para fascistas. Hasta aparecía el famoso anuncio de una marca de sombreros que advertía que «los rojos no usaban sombrero».
Su mastodóntico sueño convertiría a Madrid en la «Metrópoli de las Españas»; el este y oeste de la ciudad se unirían por medio de la «Vía Triunfalis», de 40 km, y que llegaría simbólicamente a El Escorial y el Valle de los Caídos.
Pero había más. La Puerta del Sol, despreciada por los falangistas porque entendían que esta había sido el foco de la agitación comunista y del populacho, cambiaría radicalmente: estaría dominada por «arcos imperiales», junto a pasos peatonales elevados, acristalados, utilizables también como terrazas. En esta nueva propuesta destacarían dos torres gigantescas. En los extremos de la plaza se levantarían colosales torres de ciento cuarenta metros, como las del emblema del Plus Ultra, destinadas de forma claramente a los consulados de los países americanos, una veintena en total, que era donde tenían puesta la mirada las nuevas autoridades: «Serán estas Torres, en el porvenir, la nota más característicamente destacada de la heroica Villa Capital de España», afirmó en el proyecto de 1939. El arquitecto había comenzado el proyecto de reforma de la Puerta del Sol dos décadas antes, pero el final de la Guerra Civil le dio la forma definitiva, muy en sintonía con el fascismo. Las calles que partirían de la Puerta del Sol estarían dedicadas a distintos «héroes» de la patria, todos por supuesto del bando vencedor y de la apropiación histórica que el franquismo había hecho de la historia de España. Todo muy similar a las ideas que se ponían sobre la mesa, y en ocasiones hasta se ejecutaban, en Roma y Berlín.
El proyecto entusiasmó a Franco. La Junta de Reconstrucción de Madrid llegó incluso a estudiarlo seriamente. Pero había varios problemas. El proyecto de Palacios para la nueva Puerta del Sol suponía arrasar 161 manzanas, algo casi comparable a la creación de la Gran Vía décadas antes. Lo mismo que el dinero. En medio de una economía de posguerra paupérrima, el arquitecto estimó una inversión de veinte millones de pesetas de las de entonces (1,32 millones de euros actuales). Un absoluto disparate. Al Ayuntamiento se le acumulaban los proyectos, las ideas peregrinas y los alardes arquitectónicos fascistas, como una Casa del Combatiente, Hogar del Cautivo y Casa del Mutilado. Algunos se llevaron a cabo, otros cayeron en el olvido en una ciudad cuya arquitectura debía expresar la nueva Era totalitaria. Palacios no tuvo casi tiempo de ver nada de esto. Falleció poco después, en octubre de 1945, a los setenta y un años de edad, en su casa de El Plantío.