¡¡Kamikazes en España!! Cuando el Ejército Rojo japonés pasó por aquí
/Al igual que Uruguay, Argentina, Chile, Alemania, España o Italia, Japón también tuvo su particular guerrilla armada. Se trataba del Ejército Rojo japonés que, según un enigmático informante del diario Arriba, quiso atentar en España en el año 1975.
En agosto de 1975, el diario falangista Arriba publicó una exclusiva que captó la atención de otros medios de comunicación tanto españoles como extranjeros. Se trataba de una entrevista realizada por Alfredo Semprún, redactor jefe de sucesos de ese periódico, a una fuente anónima, supuestamente un agente de la inteligencia francesa. En ella, esa fuente advertía de un peligro inminente para la población española y pedía a los lectores «que cada español se convierta en un vigilante del bienestar de su Patria por cuanto de un momento a otro esa IV Internacional que a todos debe preocuparnos, va a perpetrar una acción terrorista de incalculables consecuencias».
Esa IV internacional a la que se refería el agente francés no era otra que la formada por organizaciones como ETA, FRAP, las Baader-Meinhof, Tupamaros, Montoneros, IRA y Carlos el Chacal que, siempre según ese supuesto espía, «siguen una misma dirección y están más o menos relacionadas y unidas».
A continuación, el diario Arriba informaba de que dos comandos kamizazes del Ejército Rojo Japonés habían cruzado la frontera de los Pirineos «con el fin de cometer una acción monstruosa, clásica en ellos, mediante la cual se pondría al Gobierno español ante una muy difícil situación». Aunque no se tenía certeza de en qué consistía esa operación, se sugería que podría ser «un nuevo Kuala Lumpur», en referencia a una reciente acción llevada a cabo contra el Consulado Estadounidense de ese país y que consiguió la liberación de numerosos miembros del Ejército rojo japonés. La diferencia era que, en el caso español, los presos a liberar serían los de ETA y FRAP. Nada menos que 150 personas.
También se advertía de una posible campaña de atentados en las costas españolas destinada a perjudicar al turismo y de un inminente atentado contra el Pazo de Meirás. Si bien tampoco había pruebas que confirmasen ese hecho, la aparición de unos depósitos de armas y explosivos en El Ferrol La Coruña, Lugo y Santiago de Compostela, había llevado a ese agente de inteligencia francés y al periodista español a semejante conclusión.
A medida que avanzaba el artículo, se iban desgranando más datos sobre el comando, a cada cual más sorprendente. Por ejemplo, que los dos primeros miembros en entrar al país habían sido Cori Hidaka y Kasuka Ohno, dos mujeres que, bajo la apariencia de ser madre e hija de vacaciones en España, habrían sido las encargadas de introducir los explosivos y las armas en el país. A ellas se les habían sumado después otras dos mujeres y nueve hombres que, para pasar desapercibidos en España, se habrían apuntado a cursos de español para extranjeros.
Por último, el artículo afirmaba que los supuestos terroristas japoneses estaban fichados por la Interpol y que tenían problemas con las drogas: «la mayor parte de los componentes de estos tres comandos, siempre según las afirmaciones que se nos han hecho en Francia no tendrán inconveniente en matar a su propio padre, siempre y cuando ello significare una apreciable cantidad de heroína».
Aunque fueron reproducidas en diferentes medios de comunicación, las informaciones de Arriba no eran demasiado creíbles. Tanto es así que la Dirección General de Seguridad emitió un comunicado en que dejaba claro que esas informaciones no procedían de fuentes oficiales y que solo eran atribuibles «al autor de la misma y de su exclusiva responsabilidad».
Fuera por esa advertencia de la policía, fuera por la repercusión internacional del reportaje, lo cierto es que al día siguiente de esa primera publicación, Alfredo Semprún fue ingresado por un edema pulmonar. Aunque la gravedad de la enfermedad le obligaba a estar conectado permanentemente a una bombona de oxígeno, el periodista todavía sacó fuerzas para dictar desde la cama del hospital la segunda parte de su crónica. Aunque era tan delirante como la primera, no llamó tanto la atención y la historia del Ejército Rojo japonés y sus acciones en España, se fue olvidando. Hasta ahora.