La Ballena Alegre, sus tertulias y sus ovnis
/¿Qué pueden tener en común José Antonio Primo de Rivera, el poeta Federico García Lorca, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, los hermanos José Luis y Antonio Ozores… y los extraterrestres?
Estamos en Madrid, a principios de la década de 1950. Después de haber dado un largo paseo por el parque del Retiro, decidimos que ya va siendo hora de descansar un poco. Además, sopla un aire frío que nos hace arrebujarnos en nuestro abrigo. Vamos bajando la calle Alcalá en dirección a la fuente de la diosa Cibeles, y según nos acercamos al número 59 comenzamos a escuchar cierto bullicio. Cuando llegamos, las puertas del Café Lion nos reciben con sus faroles a cada lado como dos brazos abiertos, y entramos sin pensarlo dos veces.
El humo llena toda la estancia, repleta de gente reunida en torno a las mesas repartidas aquí y allá, y entre el aroma de los cigarrillos Camel y Bisonte, destaca el del café recién hecho. Pedimos uno, y mientras buscamos una mesa libre con la mirada, el camarero nos indica que tendremos que descender a la parte baja del local, donde presumiblemente hay más espacio, y que él nos llevará el café.
Las escaleras nos llevan hasta otra sala, igual de bulliciosa que la anterior, donde encontramos un sitio libre en el largo sofá que, pegado a la pared, recorre tres de las paredes de la estancia. El humo y la tenue luz nos deja ver lo justo, pero nos llama poderosamente la atención los murales que decoran las paredes. En dos de ellas, una ballena nos mira, sonriente, mientras que en la tercera vemos a dos sirenas en primer término, y una especie de columna de mar embravecido que levanta justo sobre el pico de la ola un barco con un marinero que parece dormir plácidamente. Bajo la pintura, una cartela en alemán reza lo siguiente: Zum Lustigen Walfisch (¡Abran paso a la Ballena Alegre!).
El camarero trae nuestro café bien caliente, y mientras se aleja, prestamos atención a la tertulia que se desarrolla justo a nuestro lado. Un caballero, ya algo canoso y de pelo rizado, muestra entusiasmado una carta, recibida esta misma mañana según dice, y se dispone a leerla a sus contertulios. Nosotros aguzamos el oído, y según va leyendo, nuestra cara va transmutando del más completo asombro a la más terrible incredulidad. El caballero de rizos se da cuenta por primera vez de nuestra presencia, y tras ajustarse la corbata, nos tiende la mano:
—Soy Fernando Sesma —dice—. Y no se preocupe por lo que acaba de escuchar, los ummitas son seres extraterrestres bondadosos que no piensan hacernos ningún daño, al contrario, llevamos recibiendo misivas como estas desde hace tiempo, e intercambiamos información con ellos constantemente.
Lo que habéis leído bien podría haber ocurrido. Allí, en la calle Alcalá, en los sótanos del Café Lion, más conocidos como La Ballena Alegre por los murales que decoran sus paredes (obra del pintor figurativo Hipólito Hidalgo de Caviedes) desde 1931, el año en que se proclamó la Segunda República Española, se venían realizando todo tipo de tertulias, sobresaliendo las literarias, y eran asiduos diversos intelectuales de distinto pensamiento político. Si bien es cierto que los grupos que se reunían solían lanzarse pullas y bromear entre ellos, el respeto reinaba por encima de todas las cosas, e incluso la amistad era común, aunque se ha llegado a comentar que muchos de aquellos asistentes no olvidaban llevar su pistola cargada bajo la chaqueta.
Bajo la luz de los candiles, sentados en aquellas mesas, nunca resultó extraño ver juntos a José Antonio Primo de Rivera y a Federico García Lorca, por poner un ejemplo. Muchos tertulianos afirmaron que ambos eran amigos y solían cenar juntos algunas noches, pero salían del restaurante en un taxi con las cortinillas bajadas, ya que no querían que nadie los viera juntos, como bien relata en su libro de memorias Pepín Bello, íntimo amigo de Lorca, con el que compartió habitación, y compañero durante varios años junto a Dalí y Buñuel en la famosa Residencia de Estudiantes.
En aquel refugio que era La Ballena Alegre, al calor de aquellas paredes, García Lorca debatía sobre trabajos literarios, mientras que el fundador de la Falange se dedicaba a hablar de política con algunos de sus compañeros de partido, como José María Alfaro o Rafael Sánchez Mazas. Parece ser que allí (según dicen los asiduos a aquellas tertulias) gestó el himno de su partido, el conocido «Cara al Sol», aunque muy probablemente forme parte de la leyenda, como bien lo explica el escritor falangista Agustín de Foxá en su libro Madrid, de Corte a Checa.
La revista literaria Cruz y Raya. Revista de afirmación y negación fue una de las creaciones que nacieron en el Lion. Desde su primer número hasta su desaparición con la Guerra Civil, colaboraron con sus textos la plana mayor de la Generación del 27, como los poetas Luis Cernuda, Pablo Neruda, el ya mencionado García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández.
También pisaba mucho aquel maravilloso sótano otro gran literato: el gran Ramón María del Valle-Inclán, donde solía recibir a muchos de sus amigos, como los pintores Anselmo Miguel Nieto o Rafael de Penagos Zalabardo.
Pasan los años, y las reuniones y tertulias de contenido filosófico y político siguen llenando las tardes y noches del Café Lion, pero es a partir de 1950 cuando de la mano de un interesante personaje se introduce un tema muy en boga en nuestro país en aquel momento: la ufología y los temas mágico-esotéricos-platillistas. Aquel personaje era Fernando Sesma Manzano.
Sesma fue el personaje esencial de las tertulias en La Ballena Alegre que giraban en torno al tema ovni. Desde mediados de los años 40 empezó a destacar y a ser conocido dentro de los ambientes ocultistas de la capital, autoeditando algunos pequeños ensayos sobre estas cuestiones, pero no fue hasta la década de los 50, cuando descubre lo que sería su tema más tocado a posteriori: los platillos volantes. En el primer libro que escribe sobre el tema, Los platillos volantes vienen de otros mundos (con un precio de 6 pesetas de aquella época), se limita a transcribir información que venía del ámbito anglosajón, haciéndose eco también de artículos y opiniones ya publicadas por determinados autores estadounidenses como Donald Keyhoe, pionero de la ufología norteamericana.
En aquella época, Fernando era colaborador habitual de la revista Diez Minutos, donde llevaba la sección de astrología, además de escribir una serie de artículos de gran acogida sobre el tema ovni en el Diario Madrid. A raíz de una convocatoria realizada por él mismo en ambos medios, en diciembre de 1954 se constituye la Sociedad de amigos de los visitantes del espacio BURU, a la cual mucha gente se une, y que comenzarían sus reuniones en el sótano del Café Lion a partir de 1956. Entre sus integrantes en aquella época podemos encontrar al famoso dramaturgo Antonio Buero Vallejo, al también dramaturgo Alfonso Paso o a los hermanos Antonio y José Luis Ozores.
CORRESPONDENCIA INTERESTELAR
«¿Cómo ocurrió? De la manera más bizarra posible: comenzó a recibir cartas manuscritas redactadas por alguien que decía llamarse Saliano, y que procedía de un planeta llamado Auco»
¿Pero qué pasaba en aquellas reuniones? ¿De qué se hablaba? Como mencionamos anteriormente, la cabeza visible en aquellas tertulias era Fernando Sesma, y sobre su persona giraba todo. Y él sería, sin lugar a dudas, el primer gran protagonista de toda esta historia, ya que se convirtió en un contactado.
Durante años, los ummitas se pusieron en contacto con numerosas personas. Aquí reproducimos postales supuestamente ummitas
¿Cómo ocurrió? De la manera más bizarra posible: comenzó a recibir cartas manuscritas redactadas por alguien que decía llamarse Saliano, y que procedía de un planeta llamado Auco. Hoy en día podría parecernos absurdo cuanto menos, y muy probablemente en aquella época también, pero pese a ello, el interés por lo que ocurría en La Ballena Alegre se extendió por toda la capital. Según algunas referencias, hasta 300 personas solían ocupar aquel sótano (bien apretados, eso sí) donde aquellos hombres y mujeres encontraron una forma de expresarse, y también, por qué no decirlo, de divertirse, porque la historia de Saliano no parecía excesivamente seria. ¿Extraterrestres, presuponemos que más adelantados tecnológica y científicamente, capaces de cruzar el espacio exterior en sus naves, que contactan con un hombre vía epistolar?
Y así llegamos hasta el año 1966, donde todo el asunto, aunque parezca mentira, acabará por recibir una vuelta de tuerca más… En enero de ese año, Sesma comienza a recibir a través de los medios habituales (correspondencia y teléfono) diferentes comunicaciones de un nuevo grupo de extraterrestres que se presentaban como habitantes de un planeta llamado Ummo, que estaría situado a unos 14 años luz de la Tierra, orbitando alrededor de la estrella enana roja Wolf 424, situada en la constelación de Virgo. A diferencia de los mensajes que Sesma recibía de los auquianos, los mensajes ummitas tenían un contenido más serio y descriptivo sobre los rudimentos y aspectos esenciales de una civilización: cultura, historia, religión, sociedad, ciencia… Las cartas recibidas llegaban repletas de multitud de detalles científicos de primer nivel que llamaron poderosamente la atención a muchos de los contertulios de La Ballena Alegre. Las misivas venían con matasellos de diferentes países y parecían estar redactadas por alguien muy preparado o, al menos, esa era la sensación que se transmitía. Si era una broma, sin duda destacaba por su sofisticación, pensaban los asistentes a aquellas tertulias, a las cuales ya acudía uno de los personajes fundamentales en toda esta aventura: José Luis Jordán Peña.
Jordán Peña nació en Alicante en 1931. Ejerció como psicólogo industrial en una célebre constructora y fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Parapsicología. Se convirtió en una figura clave en la historia de lo heterodoxo, involucrándose desde la década de los 60 en casos míticos de la parapsicología y ufología española como el fenómeno Bélmez, la supuesta abducción del cazador Julio F. o el aquí mencionado affaire Ummo. Como investigador, destacó por su visión fría y racional. A pesar de ello colaboraba asiduamente con medios periodísticos que difundían estas temáticas. De hecho, durante los años 70 y 80 Jordán Peña fue colaborador en multitud de espacios como Más Allá, dirigido por Fernando Jiménez del Oso en RTVE o Medianoche, el mítico programa de radio comandado por Antonio José Alés.
«En el año 1967, es el barrio de San José de Valderas, a las afueras de Madrid, el que recibe la visita de una nave ummita»
Seguimos en aquel año de 1966. Los ummitas anuncian en sus misivas que pronto se dejarán ver. Jordán Peña acude al Café Lion y comunica a los allí presentes haber sido el testigo que el 6 de febrero aseguró haber observado el aterrizaje y despegue de un ovni en los descampados del polígono C de Aluche, en Madrid. Posteriormente, en el año 1967, es el barrio de San José de Valderas, a las afueras de Madrid, el que recibe la visita de una nave ummita. En el primero de los casos se encontraron huellas en el lugar del presunto aterrizaje, mientras que en el segundo se obtuvieron fotografías del artefacto en las cuales se puede observar el símbolo de Ummo )-|-(
El debate en las tertulias crece por momentos. No son pocos los que creen a pies juntillas en la existencia de los ummitas y en que todo aquello es REAL. Las pocas personas que no se muestran demasiado a favor no se atreven a alzar demasiado la voz, aunque planea la idea de que todo pueda ser falso: un complot creado por científicos ocultos, una operación de los servicios secretos, un experimento sociológico… Esas voces disonantes, sin saberlo, no se alejarían demasiado de lo que hoy en día se considera la verdad: la mente detrás de todos aquellos enredos, el cerebro tras el affaire Ummo, cuyo escenario principal fue el sótano del Café Lion, fue José Luis Jordán Peña.
En 1993, tras casi 30 años de engaños, Jordán Peña confiesa. Según aseguró, todo había sido un montaje, un burdo engaño, un experimento sociológico con ayuda de servicios secretos como la CIA o el CESID: «Ummo evoca a Humo. Elegí al azar la estrella Wolf 424 ya que mi objetivo real no era desarrollar un mundo extraplanetario creíble. Redactaba los informes los sábados y domingos por la tarde, y aprovechaba mis viajes al extranjero para enviar desde allí las cartas. Para las fotografías utilizamos la maqueta colgada de un hilo de nailon muy delgado. Usamos una velocidad muy rápida 1/1000 para que el platillo y el fondo de la foto saliesen igual de enfocados, y el platillo pareciese más grande. Llegué a entrevistar a personas que decían haber visto el platillo, pero que no recibían mi remuneración. Empecé a indignarme al ver que la secta Edelweiss marcaba a fuego con mi símbolo a niños. Y luego recibí una invitación anónima desde Cuba, para asistir a no sé qué reunión ummita en casa de Joaquín Farriols, así que decidí cortar el experimento que llevaba haciendo 25 años. Estoy arrepentido de haber creado un experimento inmoral que se ha vuelto contra mí».
Jordán Peña muere en septiembre de 2014, llevándose a la tumba muchos de los secretos que ya nunca podremos conocer, y que hoy en día aún muchos investigadores intentan averiguar. El caso Ummo no morirá, estoy seguro. Mientras, seguiré paseando por la calle Alcalá, tomándonos una cerveza en el pub que anteriormente fue el Café Lion, y levantando mi pinta para brindar: Zum Lustigen Walfisch!