La bomba de Malasaña
/Una explosión sacudió la calle San Andrés, en Malasaña. Tras el artefacto, colocado en un contenedor de basura situado en el número 23 de la calle, justo en la esquina con Manuela Malasaña, estaban varios ultraderechistas que querían atacar El Parnasillo, un local frecuentado por izquierdistas y de estética afrancesada (todo remitía a Francia: las lámparas, la caja registradora National 1906, los ventanales y hasta la pintura en la barra de las nueve musas del Parnaso). Bandas paramilitares y grupos de ultraderechistas, seguidores de Fuerza Nueva, repartiendo leña en pleno centro. Choques y enfrentamientos. Muertes y casos de agresiones sin resolver. España recuperaba el aliento tras décadas de dictadura y en las cloacas del Estado, en sótanos o a plena luz del día, un sector del fascismo quiso revertir una tendencia que veían como el inicio del comunismo en España.
En esta historia, con frecuencia olvidada o cubierta de silencio, hay nombres que claman. Como el de las víctimas de aquellos atentados terroristas del viejo / nuevo fascismo. Anotad este: Salomé Alonso Varela, una veinteañera que murió aquella fatídica noche. Manuela Malasaña, la emblemática calle del barrio de Malasaña, poco después de la medianoche del sábado 14 de julio de 1979, en plena vida nocturna y con la calle aún repleta de jóvenes que apuraban los últimos tragos, fue sacudida por una gran explosión. Goma 2. Decenas de locales y edificios afectados por la onda expansiva. Incluso el Teatro Maravillas. Cuando pasaron los primeros instantes, se comprobó lo que había sucedido. Salomé, que acababa de salir del local, murió a consecuencia de la explosión. Junto a ella se encontraba su esposo, Jesús Cañado Vega, un joven abogado laboralista del despacho de Cristina Almeida, que resultó gravemente herido. Hubo otros heridos (cerca de una decena), escenas de pánico y conmoción. Incredulidad.
Los autores fueron detenidos y juzgados. Eran fascistas de nueva hornada aunque con trayectoria. Rafael Alfredo Gómez Álvarez (28 años) y Ramiro Alejandro Rodríguez-Borlado (29 años) eran capaces de asesinar por el retorno del fascismo, buscando enemigos en casi cualquier lado. Tenían experiencia. Los dos fueron condenados (73 y 50 años respectivamente). Pero también se descubrió que tiempo antes habían sido los autores del envío de sendas cartas bomba a El País y al Club de Amigos de la Unesco. A Salomé, entonces, debieron sumar otro nombre: Andrés Fraguas, fallecido en el ataque al periódico.
El historial del grupo al que pertenecían era tremendo: diez atentados con explosivos cometido entre 1978 y 1981, entre ellos los perpetrados contra las librerías Fórum y Exprés, las sedes de la CNT y del Boletín Oficial del Estado, un chalé de Torrelodones propiedad de los cantantes Víctor Manuel y Ana Belén; un cafetín de la calle de Hartzeribusch, la sede de la Asociación Pro Derechos Humanos, el complejo Aurrerá, el automóvil de un súbdito francés y una librería en las proximidades de la calle de Orense.
La Audiencia Nacional les imputó un total de 22 delitos. Según información de Mariano Sánchez Soler, autor de La transición sangrienta, Gómez Álvarez solo cumplió 14 años y tres meses de prisión y desde el año 2001 está libre. Por su parte, Rodríguez-Bolardo recuperó la libertad total también en 2001, tras 14 años y siete meses encarcelado.