La olvidada reina LGTB de París y su secreto templo masónico
/Natalie Clifford Barney, en lo que fue el misterioso Templo de la Amistad, fundó una comuna lésbica y bohemia por la que pasaron decenas de escritoras. También eran asiduos Hemingway, Proust o Joyce
[Vía Messy Nessy]
Era el tipo de mujer que nunca perteneció a nadie más que a ella misma. Al menos, cuando se trataba de amar. Para Natalie Clifford Barney la vida se desbordó de color, creatividad y pasión en el margen izquierdo de París durante uno de los periodos más románticos de la ciudad. Barney fue una Gertrude Stein, aunque menos conocida. Bajo el techo de su encantadora casa en el distrito 6, Colette, Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald, T. S. Eliot, James Joyce, Rodin, Hemingway y otras figuras destacadas de la Generación Perdida encontraron no solamente un refugio seguro, sino también un «templo para la amistad». Y no cualquier templo, un templo masónico lleno de misterio. «Lo que convirtió al número 20 en una especie de milagro en la orilla izquierda fue su jardín, un pequeño oasis en una jungla de calles apretadas», escribió Eyre de Lanux. Era superviviente de los grandes jardines del siglo XVII y XVIII que contaba además con un diminuto Templo d’Amitie (Templo de la Amistad) de estilo dórico.
LAS AMAZONAS
La vida de Barney está marcada por una serie de amantes carismáticas, pero ella siempre se veía a sí misma como una guardiana del talento, no de los corazones. Su jardín llegó a ser conocido como el «Amazonas» y los escritores pasaban noches de verano en este, comían su famoso pastel de chocolate y hablaban de la obra de Safo, la primera poeta lesbiana en el santuario de su isla griega de Lesbos.
«Tal y como dijo Hemingway, “hay muchos salones en París atendidos por expatriados, pero la Sra. Barney parece ser la única con un templo real”»
«Éramos entre 20 y 60-100 personas», confesó De Lanux. «De alguna manera podíamos sentar a todos. Servíamos sándwiches, pasteles, frutas, fresas cristalizadas, té, oporto, ginebra, whisky, de todo. El whisky siempre desaparecía rápido cuando teníamos invitados estadounidenses». Tal y como dijo Hemingway, «hay muchos salones en París atendidos por expatriados, pero la Sra. Barney parece ser la única con un templo real». Uno de los secretos más curiosos del margen izquierdo parisino, los orígenes de aquella estructura dórica, permanece sin ser resuelto. Se cree que se remontaban al primer imperio en el siglo XVIII. Pero lo que lo hace tan misterioso es el hecho de que los historiadores locales descubrieron que el Templo de la Amistad está ubicado exactamente a quinientos metros tanto de la Mona Lisa del Louvre como del reloj de sol de la iglesia de San Sulpicio.
UN PASEO SUBTERRÁNEO POR PARÍS
En la actualidad, si te detienes junto a la puerta del número 20-22 de la rue Jacob, donde Barney vivió durante tantas décadas, es posible que puedas colarte y echar un vistazo a aquel legendario lugar. Al llegar la Segunda Guerra Mundial, los alemanes levantaron el templo y descubrieron que este conducía a una cueva subterránea y a un pasaje que discurría por debajo del Sena hasta llegar al Louvre. También había una estrella masónica en medio del parquet. La casa en la rue Jacob fue comprada por Nicolas Simon Delamarche y su esposa a fines del siglo XVIII. Los historiadores locales descubrieron, gracias a documentación de la Biblioteca Nacional Francesa, que Monsieur Delamarche se inició en una orden de masónica en 1777 y, por lo tanto, se ha sugerido que el Templo pudo haber sido utilizado en las ceremonias de iniciación para nuevos candidatos. Posteriormente, Barney usó el templo como estudio de pintura, supuestamente, y también para reuniones privadas con miembros de su Salón. Decoró el interior con antiguos muebles rústicos españoles. Cuando tenía invitados, la chimenea siempre estaba encendida para los visitantes.
En cuanto a la verdad de sus orígenes, Barney se aseguró de que el templo se mantuviera fiel a su nombre como el «Templo d’Amitié». En una ocasión, refiriéndose al Templo y a Barney, un vecino afirmó que «el único peligro que corría en la calle Jacob fue la atracción de la sombra... el vago olor a lilas invisibles que venían del jardín vecino. No sabía que era la residencia favorita de Remy de Gourmont y el jardín de sus Amazonas. Mucho más tarde, crucé la cerca del jardín, visité el pequeño templo que se alzaba para hacer amistad». Esa vecina no era otra que la escritora francesa Colette, que unos años más tarde se encontraría bailando en el templo de Barney. En lugar de convertirse en una rival de Gertrude Stein, las dos potencias literarias se hicieron amigas y pasearon por el barrio todas las noches junto al perro de Stein. Barney vivió hasta los 96 años, publicó cinco volúmenes de poesía (todos en francés) y varias otras memorias y epigramas. Fue ella quien inspiró a la cortesana Liane de Pougy en Idylle sapphique o Sapphic Idyll, en 1901, y la legendaria novela lésbica de Radclyffe Hall, The Well of Loneliness, en 1928. Era abiertamente lesbiana: «Mi inquietud —escribió— no es un vicio, no es deliberado y no perjudica a nadie». En sus memorias confesó que sabía que era lesbiana antes de la pubertad, y que podría haber sido una de las damas más jóvenes que alguna vez encantó a Liane de Pougy, «la mujer que gobernó París desde su cama». En 1899, después de verla en un salón de baile, se vistió con un disfraz que simulaba una página de un libro y llamó a su puerta como si fuese una «página de amor», recitando fragmentos de Safo para conquistarla. Y funcionó.
UNA ANTIACADEMIA
«En 1927 fundó L'Acadmie des Femmes (Academia de Mujeres Francesas), una respuesta para el club de hombres que fue, y sigue siendo, L'Acadamie Française»
Barney provenía de Dayton, Ohio. Su familia era propietaria de empresas de ferrocarriles y, como suele ocurrir con los niños de familias acomodadas, quiso rebelarse. Jugaba con dureza, montaba a pelo y parecía tener una brújula interna para dar con otros inadaptados con genio creativo. Tenía solo 5 años cuando, en un hotel de Nueva York, tuvo un encuentro que cambió su vida para siempre: «En el hotel un joven grupo de chicos me lanzaba cerezas a mi pelo rubio», contó a la BBC en la década de los sesenta. «Y el hombre que me dijo que me levantase y me contó una historia era Oscar Wilde». Las palabras del dandy Wilde provocaron algo en Barney. También luchó con uñas y dientes con su padre para poder publicar su trabajo debido a sus «matices lésbicos», escribiendo bajo el seudónimo de Trifón, algo que hizo hasta su muerte.
Eligió París por su sociedad liberal y rápidamente dominó la lengua francesa (ya la había estudiado en los Estados Unidos). En 1927 fundó L'Acadmie des Femmes (Academia de Mujeres Francesas), una respuesta para el club de hombres que fue, y sigue siendo, L'Acadamie Française, una sociedad formada por cuarenta personas, fundada bajo Luis XIII, que tenía la intención de nombrar y reconocer a los ciudadanos franceses más brillantes en las Artes y las Ciencias, los llamados «Inmortales».
Entre sus amantes figuran la duquesa de Clermont-Tonnerre y Colette, la sobrina de Oscar Wilde, Dolly, y la pintora estadounidense Romaine Brookes, con quien tuvo su relación más larga. Barney atendió su salón hasta su vejez, y siempre acogió a todo el mundo, desde Proust hasta Truman Capote. Incluso permitió la filmación de Feu Follet, la película dirigida en 1963 por Louis Malle en la que el personaje de Jeanne Moreau explora sus jardines.
LOS SESENTA «OLVIDARON» EL TEMPLO
«Mi sala de estar es un monumento de la literatura contemporánea: nadie tiene el derecho de modificarlo»
En la segunda mitad del siglo XX, después de la guerra, el salón cayó en un periodo de silencio. Muchos de los amigos y grandes escritores que habían pasado por su templo habían muerto o se habían ido de París. El jardín se volvió demasiado grande, la vid casi engulló el templo y la casa comenzó a estar cada vez más en un muy mal estado. El mundo parecía haberse olvidado de la rue Jacob y la casa finalmente se puso a la venta. La señorita Barney, de noventa años, todavía vivía allí como inquilina, pero los nuevos compradores la llevaron ante los tribunales para que la desalojase y comenzar así su reforma. El desalojo conmocionó a París e incluso The New York Times protestó por el tratamiento irrespetuoso sufrido por la señorita Barney y su histórico salón. «Mi sala de estar es un monumento de la literatura contemporánea: nadie tiene el derecho de modificarlo», protestó Barney en 1968. Una arquitecta revisó su estado y decidió que el trabajo debía comenzar sin demora. Los constructores y carpinteros entraron en el 22 de la Rue Jacob y comenzaron a destruir sesenta años de historia. Acabaron con todo, salvo la cocina. El nuevo propietario tenía planes de convertir el templo en un estudio de alquilar, pero afortunadamente sus planes se frustraron y el pabellón fue declarado monumento histórico. Incapaz de vivir en una obra de construcción, la poetisa abandonó la casa y prometió regresar en la siguiente primavera. En 1972, a la edad de 96 años, Nathalie Barney murió en el Hotel Meurice, donde había encontrado refugio. Nunca pudo volver a su Templo de la Amistad.