La primera suicida del Viaducto
/El 31 de enero de 1868 se colocó la primera piedra de lo que sería el Viaducto del Puente de Segovia, en pleno centro de Madrid, que desde sus inicios estuvo rodeado de noticias fatales, crónicas que hablaban de suicidios y fallidos intentos de quitarse la vida, por lo que fue conocido como «el puente de los suicidas». Cuando se inauguró, en octubre de 1874, podía divisarse desde muy lejos. Para aquella ciudad que crecía paso a paso, los veintitrés metros de altura eran colosales.
Aquella gigantesca obra atraía misteriosamente a muchos madrileños. Las autoridades intentaron frenar la oleada suicida colocando una barandilla, que los suicidas sorteaban con facilidad. También se apostaron guardias, pero lanzarse al vacío, en mitad de la noche, escapaba del control de aquellos hombres. En la actualidad, desde 1998, se encuentra levantada una robusta mampara, heredera de la anterior barandilla, pero existen numerosos casos que describen suicidios, pavorosas caídas sobre los coches y autobuses que circulan más abajo.
Pedro de Répide, que firmaba como «el ciego de Las Vistillas», fue un conocido cronista oficial de Madrid que retrató costumbres y acontecimientos sucedidos en la capital. Fue él quien narró la historia de la primera suicida del Viaducto. Según cuenta, en 1875, al año siguiente de la inauguración, la suicida había sido objeto de una historia propia del Werther de Goethe. Tras enamorarse de un hombre de clase baja (un aprendiz de zapatero del barrio de Carabanchel o un tabernero, no se sabe con seguridad), siendo ella hija de una rica familia, no pudo contraer matrimonio porque sus padres, contrarios al enlace, se lo prohibieron. Desesperada, un día quiso quitarse la vida, pero tan solo resultó herida, rompiéndose un tobillo. Se lanzó al vacío con una gran falda, propia de la época, ancha y revestida de ballenas o arcos de acero, que amortiguó y redujo la caída. Répide asegura que la falda actuó de «paracaídas». Otras versiones hablan de que la falda se enganchó en las ramas de un árbol, y la mujer fue cayendo poco a poco hasta la acera.
El cronista nos dice además que tras aquello, su familia accedió al matrimonio. La chica se casó y llegó a tener muchísimos hijos, falleciendo en el parto número catorce.
Imágenes del momento en que un cura evita el suicidio de un hombre: