Las malas artes del policía terrorista más misterioso y temido
/El nombre de Piotr Ivanovich Rachkovsky ha pasado a la historia como uno de los intrigantes y policías conspiradores más despiadados. A finales del siglo XIX, en una Rusia sacudida por las acciones de los nihilistas rusos y que tan bien retrató Dostoievski en novelas como Los Demonios, durante décadas Rachkovsky trabajó de forma obsesiva para crear organizaciones terroristas ficticias y perpetrar atentados que acabaron con decenas de vidas. Provocó tales situaciones que alguien como él, actuando siempre en la sombra y dispuesto a liquidar a quién estorbase a sus objetivos, se convirtió en indispensable para Rusia.
Pero él mismo era toda una amenaza para la seguridad del Estado. En 1891 estuvo a punto de ser descubierto y procesado, pero logró deshacerse de sus enemigos en el Estado, dirigiendo con puño de hierro la Ochrana, la infame policía secreta rusa. No solamente trabajaba desde la Ochrana, sino junto a organizaciones ultraderechistas como la Santa Druzhina. Era incansable. Su titánica y enfermiza obsesión antiterrorista lo llevó a convertirse en un gran terrorista. Viajaba por toda Europa amenazando, difundiendo falsos rumores, provocando atentados gracias a una sofisticada red de espías.
En países como Francia, Suiza, Inglaterra o Alemania, diseñó una exitosa red de agentes secretos que le proporcionaban soplos con nombres de activistas, radicales o intelectuales. En 1886 voló por los aires la imprenta de la sociedad secreta Narodnaya Volya (La Voluntad del Pueblo) en Ginebra, pero lo maquilló de tal modo que pareciese resultado de intrigas entre izquierdistas.
En las casas reales de medio mundo se movía como pez en el agua. Era alguien poderoso y con una gran reputación. También, gracias al robo y el desvío de fondos, se hizo con una fortuna personal. En París, en 1890, detuvo a decenas de supuestos miembros de una fantasmal organización revolucionaria. Por supuesto, era todo falso, un fantástico montaje, pero todos le creyeron. A raíz de aquellas detenciones, cayeron en Rusia más de setenta personas, todas ellas inocentes, que fueron enviadas a la cárcel (durante casi dos décadas se creyó que eran terroristas, hasta que una investigación puso al descubierto las malas artes del hábil Rachkovsky). Directamente fue él, por medio de sus hombres, quien cometió varios sangrientos atentados, como el de 1894, en una campaña de bombas en Liége. Pero sus pretensiones iban más allá de la organización de atentados. Su objetivo último, por medio de los atentados tanto en Rusia como en Francia, era forzar una alianza franco-rusa.
Era brillante en el terror, hasta el punto que se hizo un experto en falsificar documentos, confeccionando cartas (falsas) que un revolucionario enviaba a otro para generar odios y afrentas. Confesiones de un anciano ex revolucionario fue una de sus mejores obras trampa, un libro absolutamente falso, escrito e ideado por él, donde denunciaba que los judíos estaban tras todos los males, incluidas las bombas. Hasta se hizo pasar por anarquista. En 1892, bajo el nombre de Jehan-Préval, publicó en París Anarchie et nihilisme donde afirmaba que una nueva época estaba a punto de acontecer y en la cual los judíos, organizados en una gran red internacional, tomarían el control del mundo.