Los Ángeles-Roma, el secuestro aéreo más largo de la historia

En 1969, un joven italiano enfadado con las autoridades militares de Estados Unidos protagonizó el que, hasta el momento, es el secuestro aéreo más largo de la historia.

«My name es Raffaele Minichielo I take control this airplane you’ll obey my orders I have nothing to loose». Los pilotos del vuelo de la TWA que hacía el trayecto Los Ángeles-San Francisco se quedaron atónitos al escuchar esas palabras, pronunciadas por un joven con acento italiano que, segundos antes, había entrado a la cabina acompañado de una azafata.

El muchacho, que portaba un fusil M21, munición y un cuchillo de grandes dimensiones, había conseguido llegar hasta el control del avión sin apenas levantar sospechas ni atemorizar a los pasajeros. Le había bastado enseñarle a la azafata una de las 250 balas que llevaba consigo y pedirle que le acompañase a la cabina.

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El piloto aceptó las exigencias de Minichielo con la única condición de que le permitiera dirigirse a un aeropuerto para que el resto de los pasajeros, entre los que se encontraban los miembros del grupo Harpers Bizarre, bajase del avión. Después se dirigirían al destino que dijera.

En plena década de los 60, marcada por la Guerra Fría, los movimientos guerrilleros y los procesos de descolonización, todo el mundo esperaba que el destino fuera Cuba y que el secuestro tuviera una motivación política. Ninguna de las cosas se daban en el caso de Minichielo, lo que aumentó el interés de los medios por la historia de este joven.

Más americano que el 7 de julio

Raffaele Minichielo había nacido en Melito Irpino, Italia, en 1949. En 1962, un terremoto destruyó su pueblo y la familia decidió emigrar a Estados Unidos, país al que Raffaele llegó sin saber ni una palabra de inglés, idioma que aprendería con ayuda de su hermana y un libro de gramática.

Con el paso del tiempo, el muchacho comenzó a sentirse más americano que europeo y, para demostrar su patriotismo, decidió alistarse en el cuerpo de marines para ir a luchar a Vietnam. Aunque en un primer momento fue rechazado porque le faltaban unos meses para cumplir los 18, Raffaele habló con su padre y consiguió que le firmase la autorización.

Después del periodo de adiestramiento, fue enviado a Vietnam. Llegó el 15 de diciembre de 1967 y permaneció en el país asiático hasta el último trimestre de 1969. Tiempo más que suficiente para conocer la guerra en toda su crudeza, lo que le dejaría secuelas emocionales de por vida. Cuando regresó a Estados Unidos, se encontró con una situación que jamás había imaginado. Su padre se había separado de su madre y había regresado a Italia, los veteranos de Vietnam no eran tratados precisamente como héroes y el ejército de Estados Unidos no cumplió con las condiciones acordadas al alistarse: de los 800 dólares que le habían prometido, tan solo le abonaron 600.

Raffaele Minichielo a su llegada al aeropuerto de Fiumicino, Roma.

Raffaele Minichielo a su llegada al aeropuerto de Fiumicino, Roma.

Sintiéndose engañado, Raffaele quiso resarcirse e intentó robar el equivalente a esos doscientos dólares en alimentos del cuartel, pero mientras llevaba a cabo su venganza, se emborrachó, se quedó dormido en el almacén y, a la mañana siguiente, fue detenido y arrestado durante diez días. Una vez liberado, decidió volver a Italia con su padre, algo que resultaba imposible porque las autoridades le habían retenido el pasaporte en espera de que se celebrase el juicio por el robo. La única opción para salir del país era secuestrar un avión.

Rumbo a Roma

El 28 de octubre de 1969, tras desembarcar al pasaje en Denver, Minichielo ordenó a los pilotos que pusieran rumbo a Nueva York para equipar el avión con lo necesario para un vuelo transatlántico. Al llegar al aeropuerto de la ciudad, el joven descubrió que las inmediaciones estaban tomadas por coches de policía, que había agentes disfrazados de trabajadores y que también había apostados francotiradores en los edificios cercanos. Ante esa situación, se puso nervioso y disparó un tiro que atravesó el fuselaje y un tanque de oxígeno sin mayores consecuencias.

Para evitar un enfrentamiento, no esperó a que se completasen las labores de acondicionamiento del avión, ordenó despegar con rumbo a Fiumicino, aeropuerto al que llegó después de hacer otras dos escalas más. En Roma, había exigido que le esperase un automóvil con un policía que le servirá de rehén para escapar. Sin embargo, en mitad de la huida, Raffaele ordenó al conductor parar el Alfa Romeo Giulietta en el que viajaban y huyó a pie, internándose en el bosque.

Durante más de 24 horas el joven consiguió despistara los agentes y los perros que le seguían hasta que, finalmente, decidió acercarse a una población y entrar en la iglesia del lugar. Su aspecto demacrado llamó la atención del párroco que, enterado por las noticias de quién era, lo denunció a la policía. Cuando llegaron los agentes, Raffaelle Minichielo se entregó sin oponer resistencia.

Recorte del diario La Vanguardia en el que se informa de caso Minichielo.

Recorte del diario La Vanguardia en el que se informa de caso Minichielo.

Un héroe moderno

Para la juventud italiana, Raffaele se había convertido en un héroe y, para las autoridades del país, en un ciudadano italiano en dificultades, que había sido maltratado por el Ejército estadounidense. Por eso, cuando los Estados Unidos pidieron su extradición, no les fue concedida. Acusado de cinco delitos, entre los que estaban secuestro de personas y posesión de armas de guerra, el juicio de Minichielo se celebró en Roma. En él, la tripulación del vuelo se mostró comprensiva con el joven, del que dijeron que no empleó una violencia excesiva contra ellos y que, en su opinión, necesitaba ayuda psicológica.

La tripulación del vuelo, en la rueda de prensa.

La tripulación del vuelo, en la rueda de prensa.

La sentencia fue condenatoria y la pena, siete años de prisión aunque, gracias a una ley de amnistía, solo cumplió uno y medio. Esta situación que fue acogida con satisfacción por los italianos, pero indignó a los estadounidenses y a periodistas españoles como José María Massip que, el 10 de marzo de 1972, escribió en el diario ABC: «El italiano Minichielo, que pirateó un aparato desde Los Angeles a Italia, recibió en su país una ridícula pena de un año de prisión y quedó como una especie de héroe nacional. Ahora se entra, por lo visto, en la etapa del terrorismo y el dinero. La pistola al pecho, como en cualquier calle en las noches de Nueva York».

Una queja que no era tanto por el riesgo en la seguridad de los pasajeros sino por otra situación mucho más prosaica: «Si no detenemos esto –comentaba anoche un portavoz de la Comisión Federal de la Aviación Civil– puede paralizarse todo el sistema económico del país. Se imponen evidentemente medidas de vigilancia y control muy drásticas dentro de este Inmenso sistema social donde la violencia, a todos los niveles, está mordiendo trágicamente en los espíritus y los Intereses».