«¿Dónde hay gente como nosotros en esta ciudad?»: Motörhead en España
/En abril de 1981 Motörhead llegaron a nuestro país por primera vez en una visita promocional. Buscaban juerga y diversión, pero no la encontraron. Meses después, regresaron para tocar el No sleep ’til Hammersmith
«¿Dónde hay gente como nosotros en esta ciudad?», preguntó contrariado y sorprendido Lemmy en 1981 durante su primera visita a España, en esa ocasión con fines promocionales. En abril de 1981 habían visitado las oficinas de la revista Popular 1 y concedido una entrevista que hizo el periodista Joan Singla, uno de los grandes pioneros del periodismo musical (heavy rock) de nuestro país. El mes anterior habían publicado No sleep ’til Hammersmith, uno de los directos más intensos y brutales de la historia del rock. Inglaterra se rendía por fin ante ellos y crecía una fama de malditismo en parte cierta: peleas, drogas, violencia.
«En Barcelona, donde estuvieron un par de día, buscaban juerga, alcohol, algo que estuviera vivo, y acabaron su primera noche en el Rivelinos»
Sin embargo, en España la banda seguía siendo relativamente desconocida y la oficina de management de la banda organizó varias visitas de Lemmy y los suyos a algunas ciudades europeas, incluida Barcelona. Sus fans, lo mismo que sus canciones, eran una mezcla de heavies y punks. En Barcelona, donde estuvieron un par de día, buscaban juerga, alcohol, algo que estuviera vivo, y acabaron su primera noche en la discoteca Rivelinos. La mañana que visitaron la redacción, Singla les hizo una estupenda entrevista que publicó Popular. Al día siguiente, les recomendaron visitar la sala Magic, donde según Singla aquella noche actuaba una «punk-band», algo que les gustó. No sabemos si llegaron a ir pero, en caso de haberlo hecho, es posible que se tratase de Último Resorte o Kangrena, grandes bandas punk que en 1981 ya estaban activas y actuaban en Magic.
Afirmaron tener deseos de tocar en España, algo que sucedería pocos meses después, justo antes de navidades, en tres conciertos, el 13, 14 y 16 de diciembre en San Sebastián (Velódromo Anoeta), Barcelona (Palacio Municipal de Deportes) y Madrid (Pabellón Deportivo Real Madrid), respectivamente, y con Tank de teloneros.
En Barcelona, La Hoja del Lunes anunció el directo de la banda «con su tinglado singular y espectacular» y en Madrid, donde actuaron ante unos cinco mil espectadores, la prensa afirmó «que, aparte de apreciar la calidad de la música, tuvieron oportunidad de ver en un escenario a una de las expresiones más brutales de la música moderna, que se llama rock duro. La tensión del espectáculo no generó incidentes. Esto ha sido resaltado por la crítica», escribió José Manuel Costa en El País en la edición del 18 de diciembre.
«Se trata de llegar a la barbaridad más absoluta con el mínimo de música posible»
El resto de la crónica describe el show como un campo de batalla:
«Como los sanfermines, totalmente como los sanfermines, solo que en Madrid y en una noche de diciembre. Eso fue el concierto que anteayer, en el Pabellón del Real Madrid, tuvo como centro e imagen al más bestia de los grupos duros ingleses: Motörhead. Al igual que en Pamplona cuando revienta el chupinazo, la masa parece perseguir con afán un estado de obnubilación total, uno capaz de permitirle corretear a los toros o de aceptar encantada la aniquilacion sonora que emiten los grupos de rock duro. Pero los toros, y así los grupos, vienen a ser lo de menos, apenas la anécdota que permite (y provoca) el gesto. Pero, dentro de su carácter anecdótico, Motörhead son algo diferentes.
Para empezar, son los más animales. La senda que lleva recorrida durante más de catorce años el rock duro ha llegado con Motörhead a una de sus expresiones más acabadas. Se trata de llegar a la barbaridad más absoluta con el mínimo de música posible. Porque, uno a uno, los instrumentistas del grupo parecen no tener el menor empeño en demostrar cualquier sutileza más allá de la agresión, porque sus canciones son apenas cuatro acordes sobre un ritmo igualmente machacón, porque toda la gracia de su cantante y bajo, Lemmy Kilmister, consiste en poner una voz agónica, a ver si se queda sin ella.
«Motörhead había triunfado en un mar de alcohol, único lugar donde pueden navegar a gusto. Finalmente, el único interés real del asunto era comprobar si hubo muertos, bofetadas o cuánta gente cayó doblada por el exceso. Eso fue el concierto: la estética del garrote»
Títulos como Muerde la bala, Martillo, Bombardero, Remata, Vestimentas negras, invocaciones que son puro alarido, efectos especiales, entre los que contabilizamos bombas de humo, humo sin bombas y un aeroplano de mecanotubo que sube y baja sobre la escena. Y, sobre todo, un volumen sangrante, recordado varias horas después del final por un persistente pitido en los oídos. A todo esto, Motörhead había triunfado en un mar de alcohol, único lugar donde pueden navegar a gusto. Finalmente, el único interés real del asunto era comprobar si hubo muertos, bofetadas o cuánta gente cayó doblada por el exceso. Eso fue el concierto: la estética del garrote».
Aunque la primera visita de Motörhead a España acabó sin incidentes, no sucedería lo mismo al año siguiente. En aquella ocasión giraron con un nuevo guitarrista, Brian «Robbo» Robertson (antiguo miembro de Thin Lizzy), quien se encontraba trabajando en material para publicarlo en solitario.
«Cuando volvimos había unos chavales poniéndole cigarros en la boca y riéndose de él, porque en España no les importa nada»
Robbo aceptó el puesto. La Hoja del Lunes, en su edición del 22 de noviembre de 1982, hizo una pequeña crónica del concierto de la gira Iron Fist y señaló que el guitarrista de Motrhead había sido escupido por el público, que «incluso llegó a lanzarle cosas [...] lo que provocó alguna situación violenta por parte de los músicos».
Lo cierto es que en medio del concierto se desataron peleas, al parecer protagonizadas por punks y heavies. La banda perdió los nervios, sobre todo su nuevo guitarrista, que estaba visiblemente borracho. La gira en compañía de Robbo fue un desastre absoluto. Lo cuenta el propio Lemmy en White line fever, su autobiografía:
«Cuando estuvimos en España me lo encontré en la recepción del hotel, frente al cristal de una de esas máquinas de chucherías que tienen los hoteles…. Ositos de peluche y mierda de esa. Tenía la cabeza apoyada como si estuviese mirando dentro, pero cuando me acerqué vi que el tipo estaba dormido, con una mochila en una mano y una botella de Cointreau en la otra… lo metimos en el coche y lo llevamos al aeropuerto y allí lo dejamos sentado en la sala de espera. Se quedó inconsciente con la cabeza hacia atrás y la boca abierta, y cuando volvimos había unos chavales poniéndole cigarros en la boca y riéndose de él, porque en España no les importa nada… lo cierto es que sobre el escenario no estaba mucho más despierto, así que tuvimos que dejar la gira…».