¡Pasen y vean! Freak shows en España
/Gigantes, enanos, concursos de feos y mujeres barbudas. Así fueron nuestros particulares y célebres «freak shows», que hasta hace muy poco recorrían las ciudades y los pueblos de todo el país como auténticos «fenómenos»
En nuestro país se les conocía por «fenómenos», y así eran presentados en exposiciones universales y ferias ambulantes, como números y piezas de relativo éxito y estupor junto a magos, túneles del terror o forzudos. La mujer serpiente, la mujer araña o la mujer cordero eran reclamos de una España que también tuvo sus llamados «freaks», como El Hombre Mono del Amazonas, muy célebre a finales de los años treinta en Francia.
Algunos personajes que se ofrecían como «extremadamente feos» y escondían auténticas tragedias humanas, se paseaban por ferias de segunda que visitaban pueblos perdidos o aprovechaban las celebraciones de eventos multitudinarios para instalar su tenderete, viajando también en circos, como una de las imágenes que se conservan de un Primer Premio de Feos en Murcia. El ganador sostiene un cartel en el que aparece el dinero que se le iba a entregar por el triunfo: 10 pesetas.
DE LA MUJER BARBUDA DE PEÑARANDA A TOD BROWNING
«Las Hermanas Colombinas eran unas gemelas canarias que fueron exhibidas en ferias del campo y todo tipo de espectáculos como freaks españolas»
La literatura de cordel y las crónicas más antiguas hablan de freaks decimonónicos, como la famosa Brígida del Río, conocida en el Madrid de 1590 como «la mujer barbuda de Peñaranda», que acompañaba a la corte real junto a bufones y especialistas en entretener al rey y a su séquito. Por entonces, los llamados «monstruos mendicantes», como se les conocía, eran habituales en numerosos puntos de la geografía del país. En Medina del Campo, en 1550, había nacido el «monstruo bicípete», que al morir su cadáver fue exhibido por sus padres. Al mismo tiempo, se publicaban numerosos pequeños folletos y literatura de cordel que contaban las aventuras y desventuras de estos seres, con por supuesto ilustraciones explícitas. La edad de oro fue durante el reinado de los Austrias, que no dudaron en rodearse de toda clase de «fenómenos» para su divertimento. Incluso se puso de moda que parejas de enanos acompañasen al rey y la familia real en sus desplazamientos y apariciones públicas como si estos fuesen uno más de la realeza.
En aquella época era frecuente que se encargasen retratos de enanos o discapacitados, y también de mujeres barbudas, como el famoso cuadro de Ribera que, en realidad, esconde una historia real, la de la italiana Magdalena Ventura, que llevaba una vida más o menos normal. Estaba casada (en el cuadro aparece junto a su esposo) y tenía tres hijos. Presentaba hirsutismo, crecimiento excesivo de pelo en la mujer, con un patrón masculino de distribución en la barba, las patillas, el cuello, el tórax, el ombligo, los muslos, la espalda, además de la calvicie.
«Danae. Espectáculo maravilloso, fenómeno nunca visto, medio cuerpo de hombre con barba completamente cerrada y gran bigote, y medio cuerpo de mujer»
Freaks (La parada de los monstruos en nuestro país y Fenómenos en América Latina), la célebre película de 1932 de Tod Browning que popularizó a estos personajes, inmortalizó a El Torso Viviente, las Gemelas Siamesas, Pinhead, Mujer sin Brazos o a la Chica Ave, entre muchos otros. Lo hizo a pesar de numerosas resistencias y escándalos, que en algunos casos incluyó la retirada de la cinta. Browning sabía lo que hacía: antes de ser director había trabajado para los Ringling Brothers, unos empresarios circenses que ofrecían este tipo de shows.
ZOOLÓGICOS HUMANOS, GIGANTES Y ENANOS
Gigantes y enanos llamaban la atención del público español y de la prensa, exhibiéndose en circos y teatros, como fue el caso de un gigante y un enano que visitaron Madrid en enero de 1890 y que el Diario oficial de avisos de Madrid describió así: «Por el tren mixto de Portugal han llegado a Madrid dos fenómenos dignos de atención. Se trata de un gigante y un enano. Llamase el primero Aboul Hoot, es natura! de Egipto, tiene diez y nueve años dos metros 40 centímetros de estatura y 17 arrobas 10 libras de peso. El enano llega escasamente a un metro, es de igual procedencia y se llama Eugenio Hulom. Vienen con el propósito de exhibirse en uno de los teatros de la corte, donde de seguro llamará la atención por sus tremendas proporciones. Gigante y enano se han alojado en la fonda de la Paloma, en la calle de la Victoria. El intérprete que les acompaña previno que al primero se le pusiera la cama en el suelo, pues no le acomoda dormir en cama en alta. Anteanoche cenó seis chuletas y pan en abundante cantidad. Es de carácter brusco, al contrario que el enano, que es dicharachero y alegre».
Y no solo en Madrid. Casi cualquier ciudad o pueblo era visitado por barracas y circos que eran la delicia del pueblo llano. Como en Barcelona, donde el periódico El Diluvio, en una noticia del 8 de marzo de 1898, daba cuenta de una carpa de «fenómenos» en la Rambla de Santa Mònica donde se exhibía un tal Danae: «Danae. Espectáculo maravilloso, fenómeno nunca visto, medio cuerpo de hombre con barba completamente cerrada y gran bigote, y medio cuerpo de mujer». Claro que todo aquello no extrañaba nada. A medio camino entre el entretenimiento y la «divulgación científica», años antes llegaron a existir verdaderos zoológicos humanos, en este caso de indígenas filipinos, en El Retiro, que también se mostraron en Barcelona, cerca de la plaza de Cataluña.
En 1911, en plena fiebre de los espectáculos de variedades, debutaban las Hermanas Colombinas, una pareja de bailarinas que alcanzaría en aquellos años un gran renombre. Actuaban en pequeños teatros y cabarets por toda España. Su rastro se perdió igual que lo hicieron decenas de nombres de artistas imposibles, hasta que décadas más tarde, a mediados de los setenta, una pareja recibía el mismo nombre artístico, las Hermanas Colombinas, una canarias que fueron exhibidas en ferias del campo y todo tipo de espectáculos como freaks españolas. Ambas, con obesidad mórbida, siempre bajo la atenta mirada de su madre, que las acompañaba en sus apariciones y hacía de manager, se instalaban en un escenario y se exhibían a cambio de dinero como una atracción extrema junto a vacas de siete patas y otras anomalías físicas.
En 1973, en la Feria de Almería, fueron fotografiadas por Carlos Pérez Siquier. Lo hicieron sonrientes en sendos sillones y con un cartel que decía «Demuestre usted educación. No haga preguntas absurdas. Gracias. La Empresa». La empresa no era otra que Atracciones Muñoz, que incluso publicó calendarios con su fotografía y su nombre artístico. César Cadaval de Los Morancos fue uno de los que las vieron en directo: «No hay nada más divertido que un tren de la escoba, el laberinto de los espejos y el látigo. Ahora voy todos los años a la Feria con mi hijos y recuerdo perfectamente las atracciones que ya no existen, como la mujer cordero, la mujer serpiente y las hermanas colombinas, que eran muy gordas». Otro espectador, @cho.zas, las vio en su paso por Guadalajara: «Impresionante. Metíamos la cabeza por un hueco que había entre el suelo y la pared de la caseta, para no pagar. En la misma feria estaba la vaca de seis patas. El flipe de la vaca me duró varias semanas».
CANÍBALES, ANIMALES MISTERIOSOS Y ASOMBROS EN SAN ISIDRO
«Yo he tenío a la mujer barbuda, el carnero de tres cabezas, el hombre más pequeño y el hombre más alto del mundo, el antropófago cazao en las propias marismas del Senegal, que comía carne cruda, tragaba estopas ardiendo y bebía petróleo sin refinar»
La contraparte de las hermanas obesas estaba en otras gemelas, conocidas como las Hermanas Mínimas, que eran enanas. Los asombros llegaban en cualquier celebración, como en la fiesta de San Isidro o San Antonio de La Florida, en Madrid, donde fueron habituales las barracas de fenómenos. Durante un tiempo triunfó el llamado Hombre Salvaje, que pronto despertó numerosas protestas por fraude, como señala El Correo Español en febrero de 1897: «Ha llegado á Cartagena, acompañado de sus amos el tan renombrado hombre salvaje que tanto dio que hablar a la prensa madrileña, siendo esto causa de que nuestras autoridades tomasen cartas en el asunto para impedir que siguiera explotándose una farsa impropia de los pueblos civilizados. Un diario de Almería reproduce el cuento que hacen correr los acompañantes del hombre salvaje y da la noticia de que probablemente visitará dicha capital. ¡Parece mentira que en el siglo XIX haya todavía tantos incautosl».
En La Esfera, en la edición del 12 de junio de 1915, se recogían los comentarios de un supuesto empresario de freaks. Lo que decía tenía ya aire de nostalgia. Se vivía la decadencia del negocio: «Yo he tenío a la mujer barbuda, el carnero de tres cabezas, el hombre más pequeño y el hombre más alto del mundo, el antropófago cazao en las propias marismas del Senegal, que comía carne cruda, tragaba estopas ardiendo y bebía petróleo sin refinar; expuse un año un manflorita legítimo nació en Astorga; tuve figuras de cera con la secuestrada de Ponieres, la Cecilia Aznar y Morral fabricando la bomba de la calle Mayor, que daban escalofríos verlas; tuve aquella fiera que no sé si recordará usted, señor Exuperancio, que no era carne ni pescao, ni tenía alas ni garras, ni pelo, ni pluma y que había que alimentarla con patatas asás porque no quería otra subsistencia... La gente se pegaba por entrar; a mi señora la salían callos de partir el billetaje. Yo terminaba afónico de explicar los fenómenos. ¿Ahora? Ahora tengo “el animal misterioso, encontrao en las excavaciones de Mesina, que se comía vivos a los cadáveres y que los hombres de ciencía de todos los países y que la misma guardia civil no saben a qué familia vegetal pertenece” y ni Dios se acerca a la barraca. ¡Y eso que es a cinquito, con derecho a tocar!».
LOS HORRORES DE LAS ANTIGUAS FERIAS
«El vulgo se extasiaba contemplando al gigante chino, los hombres niños, la mujer barbuda, el infante de dos cabezas y la foca que decía papá y mamá y tocaba el guitarro dentro de una enorme tina»
En la Feria de La Alameda de Valencia, en 1922 en un barracón se anunciaba a una mujer con tres piernas. En realidad era una mujer de unos cuarenta años que, aprovechando la penumbra y la distancia con la que la veía el público que se agolpaba, mostraba unas supuesta tercera pierna que, por supuesto, no era tal. Se sabe que, desde finales del siglo XIX, en Córdoba, se exhibían espectáculos de freaks, como afirmaba en Diario de Córdoba el 25 de mayo de 1911: «En cambio en el llamado Salón de espectáculos, donde hoy solo vemos un diluvio de circos, cinematógrafos y barracas para el ejercicio del tiro al blanco, encontrábamos infinidad de distracciones que ya han desaparecido: los clásicos polichinelas, mucho más graciosos que los modernos fantoches; los teatrillos, donde era frecuenta hallar cómicos mejores que algunos de los que ahora tienen fama; los museos de figuras de cera, en los que un año nos presentaban, actuando de Prim, a un muñeco que el año anterior había representado al cura Merino; los panoramas o vistas, como los denominaba el vulgo, con sus paisajes fantásticos; las colecciones de fieras amansadas por el hambre, y los fenómenos, admiración de las gentes sencillas, que se extasiaban contemplando al gigante chino, los hombres niños, la mujer barbuda, el infante de dos cabezas y la foca que decía papá y mamá y tocaba el guitarro dentro de una enorme tina».
Nuestros particulares Medicine Men, los vendedores de pócimas y ungüentos que se decían milagrosos, aquellos que visitaban pueblos y, tras ser presentados entre gritos por un presentador que aseguraba mostrar algo único, enseñaban artificios que parecían venir de otro planeta, todo eso lo vivió el escritor Pío Baroja, que en su artículo Los horrores de las antiguas ferias recuerda la sucesión de ferias ambulantes y freak shows del norte: «Los primeros que conocí, de chico, fueron en las ferias de Pamplona hace ya medio siglo. Todavía en aquella época tenían éxito y prestigio popular las figuras de cera, la mujer cañón, los espejos cóncavos, los adivinadores del porvenir y la linterna mágica». Hasta las ejecuciones públicas fueron motivo de espectáculo circense. Baroja, en otra ocasión, aseguró que uno de los últimos verdugos que hubo intentó sin éxito que le dieran permiso para mostrar un espectáculo de figuras de ceras con decapitados y agarrotados. «Más inquietantes eran el magnetizador —continúa diciendo el escritor—, el astrólogo, los gigantes, los enanos, el domador de leones, y, sobre todo, el fenómeno, casi siempre una porquería. A veces, el fenómeno explicaba su anormalidad; a veces alguno del público le hacía preguntas a él o al empresario de una manera pedantesca: “¿Cómo come el fenómeno? ¿Cómo anda el fenómeno? El fenómeno, ¿se cree mujer u hombre?”. No era raro que alguno saliera con el estómago malo de la contemplación del fenómeno», igual que el hilarante cartel colocado frente a las Hermanas Colombinas, ese que advertía que ante todo hay que tener un poco de educación.