Rafael Barrett, el escritor bohemio y anarquista con una nieta guerrillera
/Rafael Barrett fue un joven bohemio que, tras enemistarse con la alta sociedad madrileña, tuvo que exiliarse a Paraguay. Allí se reveló como un destacado militante anarquista que defendió los derechos de los trabajadores, una lucha que continuó su nieta Soledad Barrett, guerrillera en Brasil.
«No se avergüence de no saber quién era Rafael Barrett», consolaba Gregorio Morán a sus lectores en una de sus Sabatinas Intempestivas que publicaba en el diario La Vanguardia. Aunque años después él mismo publicaría un libro clave sobre la figura de Barrett, Asombro y búsqueda de Rafael Barrett, en ese momento el propio Morán tampoco tenía mucha idea de quién era este curioso personaje. «Yo tampoco sabía quién era Rafael Barrett hasta hace bien poco, cuando un amigo desde muy lejos me llamó para leerme por teléfono un artículo titulado Gallinas, que empieza así: “Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada”».
Ese relato, junto a otros ocho más, acaba de ser publicado por Libros del Zorro Rojo en un volumen titulado Gallinas, editado por Piu Martínez e ilustrado por Clara-Iris. Un librito breve pero intenso que lleva así un vacío que no parece que vaya a ser llenado por las grandes editoriales. A pesar de que las obras de Barrett están en dominio público desde 1990, solo las editoriales independientes –a excepción de Tusquets, que en los 70 publicó Mirando Vivir– se han preocupado por su obra.
En 2003 fue Ladinamo con A partir de ahora el combate será libre, al que han seguido Periférica con Hacia el porvenir (2008), Pepitas de Calabaza con Moralidades actuales en 2010 y, ese mismo año, se comenzaron a publicar sus obras completas, pero no por parte de Galaxia Gutenberg precisamente, sino por la pequeña editorial Tantin. Una situación inexplicable tratándose de un autor que fue admirado por Jorge Luis Borges, Augusto Roa Bastos o Pio Baroja, que dijo de él «Barrett fue para mí como una sombra que pasa. Barrett debía ser un hombre desequilibrado, con anhelos de claridad y de justicia. Tipos así dejan por donde pasan un rastro de enemistad y de cólera. A la gente le gusta la mentira».
Un español demasiado británico
Rafael Barrett era un personaje inusual para la España del siglo XIX. Había nacido en Torrelavega, Cantabria, en 1876 en el seno una familia patricia. Sus padres eran George Barrett Clarke, súbdito inglés nacido en Coventry que estaba encargado de diversos negocios de la Corona británica como ferrocarriles, minas o bancos, y María del Carmen Álvarez de Toledo y Toraño, natural de VillaFranca del Bierzo y familiar del Duque de Alba.
Con sus padres viajó por diferentes países, lo que le permitió conocer mundo en una época en la que muchos españoles, incluidos los más poderosos, apenas salían de su provincia. Además dominaba el castellano, el inglés y el francés, tocaba el piano y estaba al día de la cultura europea en diferentes campos como la filosofía, la música, el arte y la ciencia.
Cuando cumplió veinte años, se trasladó a Madrid para cursar Ingeniería de Caminos, estudios que Barrett compaginaba con la asistencia a cafés, casinos y teatros en los que conoció a algunos de los máximos representantes de la Generación del 98, como Ramón del Valle-Inclán o Ramiro de Maeztu. Además de esa vida bohemia, Rafael frecuentaba aficiones más sofisticadas para los rústicos españoles de la época. Por ejemplo, acudir a conciertos de música sinfónica y a la ópera. Suficiente como para que un maledicente de la corte, el abogado José María Azopardo y Camprodón, comenzase a correr la voz de que era homosexual, aunque seguramente empleando otro término.
Según cuenta Gregorio Morán, cuando ese calificativo llegó a sus oídos, Barret decidió acudir a nada menos que a seis médicos para que certificasen que no era homosexual, algo que el interesado y los especialistas consideraron que había que hacer mediante una exploración anal que negase cualquier acto de sodomía. Con sus seis dictámenes en la mano, Barrett retó a duelo a José María Azopardo que, lejos de asumir su responsabilidad, se amedrentó. Además de escritor, músico, políglota y pensador, Barrett era un magnífico tirador de florete y pistola, razón por la cual el ofensor recurrió a una artimaña para evitarse el trance del duelo: convocar un tribunal de honor.
Aristócratas, tramposos y cobardes
Escuchadas las partes, el tribunal de honor, formado por amigos del ofensor, entre ellos el Duque de Arión, sentenció que «En virtud de todo lo expuesto, el tribunal de honor a que tenemos el honor de dirigirnos considera al Sr. D. Rafael Barrett y Álvarez de Toledo digno de reparar las ofensas a él inferidas por el Sr. D. José María Azopardo Camprodón en el terreno donde ventilan los suyos y los caballeros».
Sin embargo, añadía el tribunal, «Que, conforme a su honor y conciencia, el tribunal unánime declara que D. Rafael Barrett y Alvarez de Toledo no es digno de acudir en ningún caso al terreno del honor a ventilar como caballero las ofensas por él recibidas o por él inferidas. Ambas representaciones dan por terminado el asunto, para el que habían recibido poderes, declarando al propio tiempo que el señor D. José María Azopardo ha procedido como corresponded un perfectísimo caballero».
En otras palabras, que si bien Barret había sido ofendido y tenía derecho a ser resarcido en su honor por Azopardo, no podía hacerlo a través de un duelo porque no era suficientemente digno para ello, no como el ofensor, al que se le calificaba expresamente de «caballero».
La sentencia no podía ser más humillante para Barrett que, después de haber intentado resolver el problema recurriendo a los métodos ordinarios, decidió hacerlo a su manera, pero ya no en la persona de Azopardo, sino en la del presidente del tribunal: el Duque de Arión.
El 24 de marzo, mientras el aristócrata asistía una representación en el Circo Parish –que era el nombre que adquirió el Circo Price tras la muerte de su fundador–, Barrett irrumpió en el local. Según relataba El Imparcial del 25 de abril de 1902:
«Anoche, cuando estaba dando término la función de la plaza del Rey, penetró en el local un joven elegantemente vestido preguntando a uno de los acomodadores por el señor duque de Arión.
»El empleado le indicó el palco donde se hallaba y a él se dirigió el joven aludido; llamó al duque, que acompañaba a unas señoras, y al volver aquel la cabeza le descargó dos bastonazos que le produjeron dos heridas en la frente y en la nariz, por las cuales manaba abundante sangre.
»El duque quedó aturdido un momento por lo brutal de la agresión; pero repuesto de la impresión primera, corrió tras el agresor, que se había puesto en fuga por el pasillo de palcos.
»Entre el público, que se había dado ya cuanta de lo ocurrido, se produjo la confusión consiguiente, formándose un compacto grupo en la puerta por donde el agresor trataba de salir a la calle.
»Cuando el duque de Arión se hallaba a punto de dar alcance a su agresor, el Sr. Barroso, que se halaba en su palco, se dirigió hacia la puerta interponiéndose entre el perseguido y el perseguidor, evitando así que este desahogara su furor contra el primero. La sangre que manaba de las heridas del señor duque de Arión salpicó las manos del Sr. Barroso».
Cuando llegó la policía, Barret fue detenido y trasladado a comisaría donde prestó declaración y posteriormente permaneció en el calabozo antes de ser trasladado a la cárcel Modelo. Al día siguiente todos los periódicos de la ciudad se hacían eco del suceso y, al igual que toda la sociedad madrileña, se posicionaban claramente a favor del aristócrata.
El periódico El Día, publicaba el 25 de abril:
«El señor duque de Arión continúa en cama por prescripción facultativa, habiéndole recomendado los médicos el más absoluto reposo a consecuencia de la conmoción cerebral que no ha desaparecido.
»El número de personas que han acudido al hotel del Paseo de la Castellana, donde reside el simpático aristócrata es incalculable.
»Puede Asegurarse que todo Madrid ha querido demostrar, de un modo ostensible, la protesta e indignación que ha causado el lamentable suceso».
»La prensa, con rara unanimidad, ha condenado severamente el atentado.colocándose al lado de la razón y la justicia».
En su empeño por cerrar filas en torno al duque de Arión, la prensa ayudó a propagar una versión distorsionada del enfrentamiento que Barret había tenido con Azopardo que había dado lugar a los bastonazos. De ese modo, el diario La época afirmaba:
«Hace algún tiempo, el Sr. Barrett fue presentado por tres personas distinguidas, que gozan justas simpatías en el aristocrático Círculo de la Gran Peña. Antes de ser admitido como socio diéronse informes que favorecían poco al Sr. Barrett en cuestión de índole muy delicada, y las tres personas que le presentaron retiraron sus firmas, por lo cual el Sr. Barrett fue rayado del cuadro de la Gran Peña. Cosa análoga se dice que había sucedido en otra sociedad. A consecuencia de los antecedentes del asunto, se originó una cuestión personal entre el Sr. Barrett y el Sr.Azopardo. Después vino la reunión del tribunal de honor».
Aunque desde la cárcel Modelo Rafael Barrett escribió una carta a La Época exponiendo su versión de los hechos, el periódico excusó su publicación argumentando que en ella se exponían hechos que «se hallan bajo la acción de los tribunales».
El exilio y la militancia anarquista
Desencantado y con el honor y su patrimonio dañados, Barrett decidió abandonar España rumbo a Argentina. En Buenos Aires comenzó a publicar en algunos diarios de la ciudad hasta que fue nombrado corresponsal de El Tiempo en Paraguay.
En 1904 se instaló en Asunción donde entró en contacto con los círculos intelectuales y políticos, posicionándose como un convencido militante anarquista, empeñado en denunciar las pésimas condiciones en las que vivían los trabajadores de las grandes plantaciones de yerba mate, una lucha que le generó problemas con la oligarquía local.
En 1907 contrajo matrimonio con Francisca Solana López Maíz, con la que tuvo un hijo, Alex Barrett, y, un año más tarde, tras el golpe militar de Albino Jara, Rafael Barlett, fue detenido por las autoridades militares. Las razones, fueron el haber prestado primeros auxilios a los heridos por los disturbios y publicar en su revista Germinal los abusos y torturas cometidos por los militares contra la población.
Puesto en libertad por mediación del cónsul británico, Barrett fue desterrado a la selva brasileña, pero decidió instalarse en Montevideo con la esperanza de que el clima de la ciudad uruguaya sería más beneficioso para su tuberculosis. No fue así. Tres años después, falleció de esa enfermedad en Francia, país al que había viajado con intención de someterse a un tratamiento antituberculoso.
La descendencia revolucionaria
Cuando falleció su padre, Alex Barret apenas tenía tres años. Como recordaba su madre Francisca en una carta:
«”Alex Rafael realizará lo que yo no he podido hacer”, decía su padre después de caer enfermo, y mi hijo siempre fue digno del hombre noble que le dio el ser. Como este, preocupado por su pueblo, todo sacrificio y toda dedicación que hace para defenderlo son pocos para él. Es como su padre, un estudioso de las matemáticas. Vive de la enseñanza de esta materia. Se ha casado y tiene muchos hijos, todos excelentes jóvenes; uno es ingeniero militar, otro es un pintor de gran porvenir, y los demás son estudiantes destacados…».
Alex Rafael Barret y su esposa, Deolinda Viedma Ortiz, tuvieron diez hijos. Entre ellos estaba Soledad Barret Viedma, nacida pocos meses antes de que el matrimonio y el resto de los hijos se vieran obligados a exiliarse primero a Argentina y más tarde a Uruguay a causa de las persecuciones de las que eran objeto por parte de las autoridades paraguayas debido a su militancia política.
Desde muy joven Soledad Barrett también se implicó políticamente, lo que le convirtió en objetivo de los grupos de ultraderecha del Cono Sur. Prueba de ello es lo sucedido el 6 de julio de 1962, cuando fue secuestrada por un comando nazi uruguayo, cuyos miembros le marcaron los muslos una esvástica con una navaja por negarse a repetir «¡Viva Hitler! ¡Abajo Fidel!».
Después de pasar un tiempo en Argentina y Uruguay militando en el Partido Comunista Paraguayo en el exilio, Soledad viajó a Cuba en 1967. En la isla recibió entrenamiento guerrillero, del que haría uso posteriormente cuando, tras la muerte de su compañero José María Ferreira de Araujo, padre de su hija y miembro de la Vanguardia Popular Revolucionaria brasileña, decidió abrazar la lucha armada.
En 1973, Soledad y sus compañeros fueron traicionados por Cabo Anselmo, un supuesto guerrillero que no era más que un infiltrado de los militares brasileños. Aunque los medios informaron de que todos los militantes de la VPR, incluida Soledad, habían muerto en un enfrentamiento con los militares ocurrido en una granja –lo que se conocería como la Masacre de la Chacra de São Bento–, en realidad todos fueron trasladados a centros clandestinos de detención, torturados y asesinados.
A día de hoy, a punto de cumplirse el medio siglo después de su desaparición, el cadáver de Soledad Barret no ha sido recuperado. En su memoria, Mario Benedetti escribió el poema Muerte de Soledad Barrett en el que también se cita a su abuelo Rafael.
Viviste aquí por meses o por años
trazaste aquí una recta de melancolía
que atravesó las vidas y las calles
Hace diez años tu adolescencia fue noticia
te tajearon los muslos porque no quisiste
gritar viva Hitler ni abajo Fidel
Eran otros tiempos y otros escuadrones
pero aquellos tatuajes llenaron ele asombro
a cierto uruguay que vivía en la luna
y claro entonces no podías saber
que de algún modo eras
la prehistoria de ibero
Ahora acribillaron en Recife
tus veintisiete años
de amor templado y pena clandestina
Quizá nunca se sepa cómo ni por qué
Los cables dicen que te resististe
y no habrá más remedio que creerlo
porque lo cierto es que te resistías
con sólo colocárteles en frente
sólo mirarlos
sólo sonreír
sólo cantar cielitos cara al cielo
Con tu imagen segura
con tu pinta muchacha
pudiste ser modelo
actriz
miss Paraguay
carátula
almanaque
quién sabe cuántas cosas!
Pero el abuelo Rafael el viejo anarco
te tironeaba fuertemente la sangre
y vos sentías callada esos tirones
Soledad no viviste en soledad
por eso tu vida no se borra
simplemente se colma de señales
Soledad no moriste en soledad
por eso tu muerte no se llora
simplemente la izamos en el aire
desde ahora la nostalgia será
un viento fiel que hará flamear tu muerte
para que así aparezcan ejemplares y nítido
las franjas de tu vida
Ignoro si estarías
de minifalda o quizá de vaqueros
cuando la ráfaga de pernambuco
acabó con tus sueños completos
por lo menos no habrá sido fácil
cerrar tus grandes ojos claros
tus ojos donde la mejor violencia
se permitía razonables treguas
para volverse increíble bondad
y aunque por fin los hayan clausurado
es probable que aún sigas mirando
soledad compatriota de tres o cuatro pueblos
el limpio futuro por el que vivías
y por el que nunca te negaste a morir.