Roza Eskenazi, la reina del rebético que cantó a la cocaína y luchó contra los nazis
/Roza Eskenazi fue una de las figuras más populares del rebético, género musical griego que ha sido comparado al tango y el blues por sus letras sobre amores turbulentos, sexo y drogas.
De la tarde a la mañana
Con un pellizco vuelvo a la vida
Y conquisto el mundo entero
Mientras aspiro el polvo blanco
[…]
Te gusta tomarlo
Te pone bien
Te convierte en rey, dictador, dios, cosmopolita.
Una pizca cuando bebes
Y verás cómo te gusta
Ver el mundo entero color de rosa
Estrofas como estas provocaron que el gobierno del dictador griego Ioannis Metaxas censurase Πρέζα όταν Πιείς, en castellano Un pellizco mientras bebes. También titulada, Ime prezakias (Soy drogadicto), el tema era una de las canciones más populares de Roza Eskenazi, estrella del rebético y una de las artistas más destacadas de Columbia Records, compañía para la que, en los años 30, había firmado un contrato en exclusiva. En virtud de dicho acuerdo, Roza se comprometía a grabar al menos cuarenta canciones al año por las que percibía un cinco por ciento de royalties, lo que la convirtió en la primera cantante griega que obtuvo beneficios por las ventas de su obra.
Roza, cuyo verdadero nombre era Sarah Skinazi, había nacido en Estambul a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Hija de un comerciante de alfombras y una empleada doméstica, se trasladó con sus padres a la ciudad griega de Salónica que, por entonces todavía estaba bajo dominio turco. Aunque desde muy joven demostró un gran talento para cantar, actividad que podía realizar en siete idiomas entre los que se encontraban el turco, el griego, el ladino, el yiddish, el italiano, el árabe y el armenio, su familia se opuso a que Sarah se dedicase al espectáculo por entender que era una profesión decadente y propia de personas marginales.
En cierto modo, tenían razón. Uno de los géneros musicales que hacían furor por la época era el rebético, cuyas canciones solían tratar de amores trágicos, de reyertas, de la vida en prisión, de temas sexuales y de todo tipo de drogas. Desde el hachís al alcohol, sin olvidar la cocaína, el opio o la morfina.
Ouzo, morfina y hachís oh oh
Para olvidar un poco
Pero es difícil conseguirlos en la pobreza
Y estoy a punto de perderlos.
Qué rápida magia me provocas oh oh
Me has vuelto loca
Hasta que me los tomé
Y aún así no te basta.
Con esas estrofas comenzaba Ouzo, hachís, un tema en el que Roza glosaba los placeres que proporcionaban diferentes drogas, como el ouzo, licor anisado con sabor a regaliz, así como la dificultad que entrañaba el podérselas costear.
Roza no tenía precisamente problemas económicos. Si bien siempre fue generosa y un tanto manirrota por su afición a las joyas y a la buena vida, a su beneficioso contrato con Columbia Records, se sumaba el dinero que percibía por actuar casi todos los días en el club Taygetos de Atenas o con las giras que realizaba por Egipto, Albania, Serbia y otros lugares en los que se había asentado la población griega después de perder parte de sus territorios en favor de Turquía.
De hecho, en los años 40 llegó a regentar su propio club en la capital griega. Llamado Krystal, además de como centro de ocio nocturno, el local sirvió de tapadera para luchar contra las tropas de ocupación nazi. Judía sefardí, para evitar ser deportada a un campo de concentración, como le sucedió al 80% de los judíos griegos —nada menos que entre 60 y 70.000 personas—, Roza tuvo que conseguir una partida de bautismo falsa. Una vez resuelta su situación, se dedicó a ayudar a otros judíos y dar cobertura a miembros de la resistencia hasta que, en 1943, fue descubierta y detenida por los alemanes. Gracias a sus contactos, pudo salir de prisión, pero inmediatamente decidió huir por miedo a una segunda detención, permaneciendo en la clandestinidad hasta el final de la guerra.
Durante finales de los cuarenta continuó actuando en Grecia hasta que, a mediados de los cincuenta, aceptó viajar a Estados Unidos para realizar una serie de conciertos por diferentes ciudades en la que se presentó ante la comunidad griega emigrada a ese país. Esas giras le reportaron importantes ingresos que fueron muy útiles para sobrevivir los años siguientes, cuando sus actuaciones y grabaciones en Grecia comenzaron a espaciarse por la falta de interés de los jóvenes y la censura de la Dictadura de los generales.
Con la vuelta de la democracia al país, se produjo un movimiento de recuperación del folclore griego que volvió a poner de actualidad a Roza, que grabó especiales de televisión y volvió a ser popular. No obstante, cuando falleció en 1980, su cuerpo fue enterrado en una tumba sin nombre. Hubo que esperar hasta 2008 para que los vecinos de Stomyo, en la provincia de Corintia, realizaran una colecta para poner una sencilla inscripción: Rosa Eskenazi, artista.
Desde entonces, la figura de esta cantante ha sido reivindicada por las instituciones culturales del país, jóvenes artistas e incluso se han rodado películas sobre ella. Entre esas producciones destaca el documental de Roy Sher My Sweet Canary, titulado así en referencia a uno de sus temas más conocidos, porque no todo van a ser drogas y amores desdichados, aunque, todo sea dicho, algo de doble sentido sí que tiene la canción.