«¡Viva la rebolución!»
/«Socialistas asesinos. La sangre hos ahoga. Casas Viejas será buestro patíbulo» o «¡Viva la rebolución!». Las faltas de ortografía revelaban la lucha entre clases, la rabia acumulada, el odio ancestral entre ricos y pobres, dirigentes y dirigidos. Pocas veces se habían fotografiado las pintadas en las calles del país, pero en las elecciones de 1933, tan cruciales y que marcarían la tragedia que se viviría pocos años más tarde, las frases y lemas expresaban un hartazgo enconado. El periódico Crónica retrató los carteles y también los grafitis. La República hacía aguas.
«Los propagandistas de extrema izquierda, libertarios o anarquistas, ignoran la diplomada y no saben mucho de ortografía... Pero, en cambio, son sinceros, y al pretender destruirlo todo, no prometen nada...», afirmaba un pie de foto.
Tras la matanza en Casas Viejas (enero de 1933) el gobierno de Azaña entró en una profunda crisis política, produciéndose las elecciones generales en noviembre de 1933 con el consiguiente triunfo de la coalición centro-derecha, dando lugar al famoso bienio negro. CNT pidió la abstención.
Todos prometían paz y estabilidad. Felicidad: «Así, durante pocos y fugaces días, hemos podido hacernos la ilusión falaz de que, triunfe quien triunfe, España conocerá, al fin, una era venturosa». No sucedió. Los resultados fueron proclives a los partidos conservadores con el triunfo de la coalición de centroderecha. Y las paredes parecían presagiar lo que sucedería pronto.