Un terrorista llamado Carl Sagan
/Lo vimos en su famosa serie Cosmos y lo amamos. Sagan fue uno de los más grandes comunicadores de los misterios del universo y la relación del ser humano con un mundo en movimiento. Pero no todos lo hicieron. El FBI, durante los primeros años ochenta, decidió investigarlo exhaustivamente con seguimientos, pinchazos e informes. La causa fue una carta que Sagan recibió en 1983 en el despacho de su universidad. Un informante que utilizaba un nombre falso (Mr. Springfield), decidió hacerle llegar una carta en la que hablaba de turbios asuntos que sucederían en El Salvador, en plena efervescencia guerrillera y contraguerrillera, y que estaban relacionados con un colapso global.
Pero había más: aseguraba que esto no era más que una maniobra de distracción porque, al mismo tiempo, en el espacio explotaría la nave espacial Columbia. El mundo, aseguraba, se precipitaría hacia el final y solo él, con su gran influencia, podía detenerlo. Sagan se convirtió, a los ojos de Mr. Springfield, en un héroe de proporciones extraordinarias.
La carta decía: «El 23 de noviembre de 1983 habrá un ataque terrorista con bomba en un mercado o depósito que distribuye comida gratis a la multitud en San Salvadore [sic]. Esto tan solo será una diversión para un ataque que se realizará a una instalación de almacenamiento de combustible en las proximidades. Si el Columbia va según lo previsto, habrá una explosión en la nave debido a una fuga de combustible».
El FBI, que ya lo investigaba, se hizo con una copia de la carta, posiblemente entrando ilegalmente en su despacho. La interpretación que hizo fue que Sagan tenía contacto con elementos terroristas que planeaban un ataque con bomba. La investigación llevó a los agentes hasta Columbus, en Ohio, que era el lugar en que estaba sellada la carta, pero jamás dieron con ninguna evidencia que avalase la amenaza apocalíptica ni las conexiones entre Sagan y la guerrilla salvadoreña. Tampoco dieron con nadie con el nombre de Springfield.
Lo cierto es que algo de lo que advirtió Mr. Springfield pasó realmente: el Columbia, a comienzos de 2003, voló por los aires. Sagan, según el informante, podía haberlo evitado. Pero, desgraciadamente, ya no se encontraba entre nosotros.